La pregunta del título hubiera sido de imposible enunciación cuatro o cinco años atrás, más allá de la convicción de los propios macristas. Sin embargo, conforme se acerquen las elecciones primarias, este interrogante irá cobrando envergadura, y mucho más, cerca de las elecciones generales, tomando como evidente que la candidatura presidencial de Mauricio Macri pasará con éxito la ronda de las PASO. La pregunta no es exactamente sobre si el candidato del PRO estaría en condiciones de gobernar la Argentina, pero no hay dudas que ambas cuestiones: vencer en las elecciones y lograr estabilidad están íntimamente implicada.
Para comenzar con lo obvio, un potencial triunfo de Macri significaría una revolución para la estructura política del país. En Argentina sólo dos partidos, el radicalismo y el peronismo gobernaron desde el triunfo de Hipólito Yrigoyen en 1916 por sufragio secreto.
Luego quedará para los libros de historia el potencial triunfo de un partido relativamente nuevo, fundado en 2003 como Compromiso para el Cambio y orientado a gobernar una ciudad como Buenos Aires. Es cierto que el ingeniero Mauricio Macri se transformaría en una persona ampliamente conocida a nivel nacional cuando en 1995 gana las elecciones del Club Boca Juniors, que es decididamente su punto de inicio en su proyección política.
También es cierto que ya no es el joven con bigotes que se veía en los 2000. En este sentido, la migración de empresario a político ha sido además de exitosa, imprescindible. Por más que se desconfíe y se desacrediten a los políticos, éstos siguen “asegurando” el interés general, no representando directamente a ninguna fracción del capital en particular.
Sin embargo, una parte no menor del ideario del PRO descansa en la concepción sobre que es posible implementar modelos organizativos propios de la empresa privada en la elaboración de la política pública instalando el concepto de gestión, término clásico de la administración de este tipo de empresas.
Pero la lógica del PRO no se vincula estrictamente con el modelo liberal, que sostiene que hay que transferir (privatizar) gran parte de la funciones del Estado al privado, sino que al revés se debe “escuchar a la gente y solucionarle la vida” y, a través de la gestión eficiente estatal dar respuesta a estas demandas. Este modelo sin dudas, tiene un bagaje “ideológico” muy poderoso y atractivo en la Argentina actual donde se revaloriza el rol del Estado, pero a la vez se lo critica por improductivo.
Uno de los grandes problemas discursivos que enfrenta el macrismo es la respuesta a la simple pregunta sobre por qué estaría preparado para gobernar. La respuesta de que “lo hicimos en la Ciudad”, es pobre y no convocante. Primero porque la Ciudad de Buenos Aires es una rara avis para el resto del país, y además surge a las claras que una gestión local no puede equipararse con la nacional en un territorio complejo, contradictorio, y altamente desigual como es Argentina. La Ciudad no tiene fondos buitre, ni Fuerzas Armadas, ni que tratar con los Pueblos Originarios, ni lidiar con el caso AMIA, ni varias CGTs y ni decidir sobre el dólar, por citar algunos pocos ejemplos de los miles que vienen a la mente.
Otro de los problemas que enfrentará Macri en su campaña presidencial es el “fantasma de la Alianza”, que viene a cuenta de la (in)gobernabilidad y la fragilidad de la alianza política que reunió en 1997 al Frente Grande y a la Unión Cívica Radical para enfrentar a Duhalde. Un compromiso del PRO con parte de aquellos actores políticos (sobre todo con Carrió y el radicalismo del interior del país) va a ser puesto en la mira para visualizar similitudes con el fracaso de la presidencia de Fernando de la Rúa.
Macri, para ganar las elecciones tendrá que usar la estrategia de esos tenistas que están más atentos a los errores del adversario, que a los logros propios, debiendo asegurar que las pelotas propias vayan adentro de la cancha. El mayor activo con que cuenta es cierto fastidio de los sectores medios y altos con el peronismo en general y en todas sus variantes (que incluiría a Scioli y Massa) para intentar alcanzar la segunda rueda del ballottage y desde allí profundizar la diferencia de lo nuevo. Aquí el debate se trasladará a la cabeza de los votantes sobre si es posible gobernar a la Argentina con el peronismo en la vereda de enfrente. Y en el cuarto oscuro, muchos dudarán.
*Sociólogo y analista político.