El camino que encara nuestro país para salir de la crisis que heredó el Gobierno necesita tener prendidas tanto las luces bajas como las altas. En el corto plazo, urge lograr sustentabilidad para la deuda; en el mediano y largo, iniciar el camino de desarrollo económico que nos permita no tener otra vez el mismo problema en el futuro. Con las luces bajas podemos esquivar los pozos; con las altas, tomamos bien las curvas para ir en la dirección correcta.
Cuando me preguntaban en 2016 cómo iba el país, yo repetía una y otra vez: mal. No era difícil darse cuenta: por un mismo camino que ya se tomó en el pasado (el de la especulación financiera) se llegaría al mismo lugar (la insolvencia). Las hojas de ruta son así, tercamente estables: si uno agarra la Ruta 2 en Alpargatas, pasa por Dolores, luego Maipú y Coronel Vidal, más temprano que tarde llega a Mar del Plata. Siempre es así.
La negociación de la deuda que está en marcha es el primer paso para pavimentar el nuevo rumbo: condición necesaria para arrancar, pero no suficiente. Nuestro desafío es tomar otra ruta hacia otro lugar, un lugar al que el presidente Fernández le puso nombre propio en su discurso de asunción el 10 de diciembre: Proyecto Nacional de Desarrollo.
El desarrollo es un proceso endógeno de cada país: no se importa. Va de adentro hacia afuera, porque se construye sobre las características, los recursos y las capacidades propias, sobre las que se encara un norte estratégico claro y sostenido en el tiempo. Una de las brújulas para guiar ese rumbo es que el país invierta en su futuro a partir de una banca pública que sea punta de lanza. Todo país desarrollado o que aspire a serlo la tiene: en Alemania el Banco de Desarrollo presta el 14% del PBI, en Brasil el Bndes presta el 8% del PBI. El Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) que hoy me toca conducir tiene un importante camino por recorrer para llegar a esos niveles, pero va a ser sin dudas una de esas guías. No hay banca de desarrollo sin proyecto de desarrollo. No hay proyecto de desarrollo sin banca de desarrollo.
El mundo cada vez lo entiende más. Desde la crisis mundial de 2008/09, generada por un exceso de especulación financiera en un sector sensible como la construcción, hay un movimiento tendiente a impulsar otras lógicas de más largo aliento en el sistema financiero. Las bancas públicas cobran un papel renovado, tanto en la estabilidad del sistema como en garantizar que la orientación general del proceso económico tenga en la mira los intereses estratégicos de los países y su gente, en lugar de seguir agendas especulativas ajenas.
Este proyecto de país que tenemos que encarar es simple de entender, pero requiere un compromiso de unidad nacional y una gestión cotidiana exigente, que fije ritmos y prioridades. El problema fundamental del país, lo que nos lleva a nuestras crisis recurrentes, es que le vendemos al mundo cosas que valen poco y le compramos cosas que valen mucho. Dos más dos siempre termina dando cuatro.
En paralelo a los esfuerzos para renegociar la deuda, toda la gestión del Gobierno, y en ese marco la gestión del BICE como banco de inversión, está orientada a impulsar de punta a punta de nuestra economía a los sectores, los proyectos y los emprendimientos que agreguen valor. ¿Podemos duplicar nuestro producto bruto en la próxima década? ¿Podemos generar más recursos genuinos para ahuyentar definitivamente el fantasma de la crisis recurrente? Sí. ¿En base a qué sectores? Muchos, y cada uno con una estrategia concreta y mensurable: agroindustria, industria manufacturera, servicios basados en conocimiento, pymes de todos los rubros, energía, minería, turismo y economías regionales tienen que ser capaces de agregar cada vez más valor a nuestros recursos a partir de la capacidad y el trabajo de nuestra gente. El papel de un Consejo Económico y Social también va a ser central para que todos acordemos los objetivos concretos que tenemos que perseguir y la forma de alcanzarlos.
Nada de eso es posible sin un flujo estable de inversión que dé impulso a la producción, la innovación, la tecnología y el crecimiento. El Gobierno ha definido que su rumbo político va a estar marcado por una alianza con la producción y el trabajo. Allí es donde vamos a invertir porque allí está nuestro destino de desarrollo.
* Presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE)