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Merito vs. idoneidad

¿Qué garantiza un título en la política?

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lideres. En el Pro exigen un diploma. En Brasil, Lula vendía naranjas. | cedoc perfil

Para ser dirigente radical se requiere un título de abogado, médico o ingeniero, en ese orden y con rigor. Las huestes nuevas de Mauricio Macri también exigen un diploma terciario para revistar en la primera línea PRO, aunque admiten cualquier tecnicatura o a licenciados diversos. Así, Fernando de la Rúa alcanzó la presidencia de la Nación, un  cargo que le quedaba enorme, se diría, secundado por el licenciado en Historia Chacho Alvarez, otra ocurrencia inefable que duró cuarenta días, y como provino de la Alianza se aceptó su título menor. El rabino y farmacéutico Sergio Bergman es ministro de Macri, igual que Jorgito Triaca, Esteban Bullrich, Marcos Peña o Silvia Majdalani, sin que público y analistas alcancen a descubrir qué méritos los llevaron a lograr tamaña posición. Es muy defendible la idea de nombrar profesionales a cargo de las distintas áreas, aunque la sabia Constitución de Alberdi habla de “idoneidad”, que no es lo mismo. El problema es caer en un dogma, en una exigencia a ultranza que no contemple verdaderas capacidades, sentido común o experiencia.

Por caso, Lula da Silva vendía naranjas junto a sus hermanos de chico, y el padre los golpeaba para que no fueran a la escuela. Ese borracho pendenciero no creía en estudios o libros y enviaba a sus hijos a trabajar a la calle. Obrero metalúrgico, luego dirigente, llegó a la presidencia de la Nación y gobernó Brasil durante dos períodos con gran éxito. Jorge Luis Borges apenas terminó la secundaria en un colegio francés de Suiza, para no cursar estudios académicos nunca más. Dominaba cinco idiomas, es el escritor latinoamericano de mayor prestigio en el mundo y dirigió la Biblioteca Nacional por años. Florentino Ameghino fue antropólogo, naturalista, climatólogo, zoólogo, geólogo y paleontólogo, y sus aportes son muy reconocidos en el ámbito local, pero no cursó ninguna carrera universitaria. Autodidacta total, como Abraham Lincoln, que leyó tratados de Derecho en las planicies de Kentucky mientras desempeñaba labores agrarias, hasta rendir examen ante la Barra de Abogados de Illinois y obtener título habilitante para ejercer la profesión. Otro Chacho radical de enorme predicamento e influencia en la época de Alfonsín, el diputado César Jaroslavsky, nunca pisó una facultad.

El gran Domingo Faustino Sarmiento fue maestro, senador nacional, gobernador de San Juan, ministro de Relaciones Exteriores, general del ejército y brillante presidente de la Nación sin haber jamás cursado estudios universitarios. Y el afamado Ramón “Palito” Ortega, que se destacó como gobernador de Tucumán y senador nacional luego de una extensa carrera como actor, director de cine, productor de espectáculos y cantante de éxito internacional, solo había alcanzado a terminar sexto grado en su infancia de Lules. Recordemos que Steve Jobs y Mark Zuckerberg abandonaron sus estudios universitarios sin completarlos. ¡Todos ellos hubieran sido rechazados por radicales y el PRO! Del otro lado, el joven Federico Sturzenegger y su segundo Lucas Llach pueden cubrir una pared entera con títulos de grado y posgrado obtenidos en el exterior, e hicieron juntos un desastre al frente del Banco Central. Todavía padecemos las consecuencias de su infantil gestión. En cambio Juan Carlos Fábrega manejó el Central con gran solvencia en 2014 sin diploma académico alguno.

Reiteremos que es muy defendible valerse de profesionales para gobernar. El problema es la intransigencia dogmática. Inútiles con título universitario pueden hacer desastres en un cargo poderoso, y gente sin ningún estudio específico ha desarrollado excelentes gestiones en los más altos puestos públicos y privados. El fracaso del macrismo en el gobierno demuestra que los pergaminos de por sí no indican idoneidad, y los reiterados fracasos radicales también.
Por último, se dice que Hipólito Yrigoyen nunca terminó sus estudios de abogacía… ¿será verdad?

 

*Ex directivo de Ambito Financiero.