¿Qué saben de los confines del alma los que sacan fotografías a escondidas? ¿Acaso porque en su residencia de Cerdeña estaba rodeado de varias mujeres ligeras de equipaje, como lo desnudó el diario español El País, creen que Silvio Berlusconi es feliz? Pues no, una y cien veces no. Il Cavaliere está triste; ¿qué tendrá Il Cavaliere?
Entre ayer y hoy, Silvio Berlusconi afronta las elecciones europeas, aquellas que cuando en marzo tuvo lugar el primer congreso del partido Pueblo de la Libertad (PdL), anunció que ganaría con el 51% de los votos. Hubo un tiempo que fue hermoso. Era y es el único líder europeo que se presenta como cabeza de lista de su partido, acompañado por Lara Comi, Licia Ronzulli y Barbara Matera, el terceto remanente de aquellas 25 beldades que había prometido exhibir como candidatas-trofeo. “Mussolini tenía los núcleos de las camisas negras y yo, según cierta prensa, los núcleos de las bailarinas: gracias a Dios, es un poco mejor”, fundamentó, apelando a la historia, a la religión, y a la coreografía, un combo que en Italia tiene su encanto.
Benito Mussolini comenzó en 1928 a construir el Foro Itálico, un complejo deportivo inspirado en la Roma Imperial, obra maestra de la arquitectura fascista italiana. Enamorado de la diferencia, en materia deportiva –sólo en dicha materia–, Berlusconi se contenta con ser el dueño del club de fútbol Milan. El líder de la oposición, Dario Franceschini (Partido Demócrata), preguntó a los italianos si “… dejarían educar a sus hijos por un hombre como Berlusconi”. Sus cinco hijos no tardaron de salir en defensa de su padre. El primero fue Pier Silvio Berlusconi, vicepresidente del grupo Mediaset: “¿Cómo se atreve? Yo mismo he sido educado por Silvio Berlusconi y mis valores son los suyos: amor por el trabajo, generosidad, tenacidad y el respeto por los demás”. Algunos analistas han evaluado que amplias capas de italianos ven en Berlusconi como a un pariente mayor con criterios de juicio –por decirlo de algún modo– indulgentes.
Cuando en marzo vaticinó el 51% de los votos en las elecciones europeas de hoy, tenía por delante el terremoto del 6 de abril que destruyó L’Aquila, sus visitas constantes al lugar del desastre, las instantáneas acariciando niños y ancianas, la seguridad de una rápida reconstrucción, el pico de popularidad. La crisis de confianza la desató su mujer, Veronica Lario, cuando anunció el divorcio. Hoy mira aquellos números como el hambriento Tántalo a las frutas que no podrá morder. La periodista española María Signo señala que de un presidente alegre y desafiante se ha pasado a un hombre siempre a la defensiva, que se niega a hablar con el diario La Repubblica porque insiste en preguntarle sobre su relación con la joven Noemi, y que reacciona violentamente ante la propuesta del corresponsal de L’Unitá de suspender la “Lodo Alfano”, norma que provee inmunidad a los cuatro cargos más relevantes del Estado.
Es improbable que sean sólo los affaires que se le atribuyen (y los que han sido documentados) lo que ha mellado su espíritu montaraz. Su vida es un rosario de ellos, y siempre que alguno lo dejó trémulo de pavor, él arremetió feroz aun malherido. Como montado sobre la alfombra mágica de Tangu a la que se hace alusión en Las mil y una noches, logró dejar atrás el soborno al abogado inglés David Mills –condenado a cuatro años de cárcel por falso testimonio a favor del grupo Fininvest, juicio del que Berlusconi logró escurrirse gracias a la inmunidad de que goza–, con la borrasca desatada luego de la acusación de frecuentar a menores de edad como la señorita Noemi Letizia, quien asegura que es virgen y que no es pecado carnal llamar “papi” al primer ministro. Frecuentadora de la sección “espectáculos” antes que de las páginas políticas, una parte de Italia consume en estado de fascinación folletinesca.
Hoy es la niña Noemi, como ayer fueron las intercepciones telefónicas que dejaron en descubierto que la ministro de Igualdad de Oportunidades, Mara Carfagna, de 37 años, y Berlusconi, indagaban a través del éter las posibilidades de il pompino, expresión meridional con la que se alude al sexo oral. También le había dicho en público que de no haber sido casado, se hubiera casado con ella. Un hombre de familia, podría decirse.
No, es definitivamente muy poco probable que estas golosinas de sobremesa lo hayan abatido. ¿Y Clinton qué? ¿Y Lugo? ¿Y Menem, ese ex presidente argentino con el que algunos lo comparaban? No, no es eso, ni tampoco los 102 juicios que ha tenido que afrontar y los 200 millones de euros que ha gastado en abogados desde que hace 15 años entró en política, “persecución” que atribuye a los “jueces rojos”. Debe de ser otra cosa lo que lo tiene mal. ¿Será la economía?
Italia tiene el 6,9% de desocupación, pero España el 17,4%. Según el gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, el PBI nacional caerá este año aproximadamente el 5% –con lo que se acumularán tres años consecutivos de retroceso–, pero los expertos sostienen que los italianos tienen menos deudas que los nacionales de otros países de la eurozona, buen nivel de ahorro, ninguna burbuja inmobiliaria y están conformes con el rédito que dejan economía subterránea y la evasión fiscal. El 4 de abril, centenares de miles de italianos (cerca de 2,7 millones de manifestantes) desfilaron contra la crisis económica mundial y sus consecuencias en el país, para confluir en el Circo Massimo, pero ¿en qué lugar del mundo la crisis no provoca actos parecidos? No, Il Cavaliere no está apenado por la economía. ¿Qué tendrá Il Cavaliere?
El periodista Giovanni Valentini viene de publicar un libro sobre ese alma en pena, titulado El síndrome de Arcore (localidad milanesa donde Il Cavaliere tiene su cuartel general) en el que desarrolla la teoría de que la popularidad de Berlusconi obedece al hecho de que el pueblo de teledependientes italianos se ha enamorado de su carcelero (el síndrome de Estocolmo de los secuestrados). “La anomalía italiana, personificada por un jefe de gobierno que de facto dispone de seis canales televisivos nacionales, no tiene parangón en el mundo civilizado”, dice el autor.
Entretanto, en medio de la apatía de otra parte de los votantes, Berlusconi oscilará sobre el 40% de los sufragios en la elección europea.
No será el 51%, pero tal vez esa delicia le devuelva los bríos de hasta hace poco.