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las paso

Qué pasó con la campaña

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Las palabras instalan escenarios que interpretan el mundo. Como esos binoculares infantiles con los que, en lugar de verse el exterior lejano, se ve una escena pintada en el fondo. Y, en tanto espectadores, aceptamos que el escenario se ajusta a las condiciones del mundo, o lo rechazamos. O lo aceptamos y lo rechazamos parcialmente. Siempre según el preconcepto que, sobre el asunto, ya tenemos formado en nuestro cerebro (y en nuestro corazón).

Quienes diseñan las campañas de cada organización política saben que deben construir escenarios favorables a las ideas de sus partidarios. O contrarios a las ideas de quienes los denuestan.
La campaña de las PASO 2017 en la Argentina (primer ensayo de la campaña presidencial de 2019) se desató con vigor hace un par de semanas. No es sorprendente que cada partido haya pretendido estipular su propio escenario distintivo. Y tampoco lo es que sea la provincia de Buenos Aires donde parecen jugarse las principales batallas. 

Pero, ¿cuáles son los escenarios que nos propuso esta campaña?
1País, la alianza encabezada por Sergio Massa –que los lleva a él y a Margarita Stolbizer como candidatos–, puso en escena la disconformidad. Con una pregunta retórica (“¿Qué es esto de que suban las tarifas y encima te presionen con más impuestos?”), colocó en primer plano lo que algunos describen como causa de la desilusión ciudadana: la exigencia de sacrificio aunada a la falta de resultados evidentes. El escenario de la indignación.

El Partido Justicialista se apoyó en el protagonismo de su candidato: Florencio Randazzo. Y lo hizo desde el recurso a la memoria. No sólo la memoria de las acciones del candidato –su gestión como ministro de la pasada administración–. La memoria, sobre todo, de las frases peronistas. Porque en el eslogan “Cumplir. El valor de una palabra” se oía como un eco la cadencia discursiva del General Perón: “Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”. El escenario de los valores tradicionales.

En el Frente de Izquierda, que presentó a Nicolás del Caño como candidato, optaron por rebatir los discursos que describen a la izquierda argentina como una fuerza atomizada y débil. Desde una pantalla partida, la escena con imágenes de manifestaciones reforzaba claramente la consigna: “La izquierda que crece”. El escenario del incremento dinámico.

Con todo, el combate principal –a qué negarlo– lo libraron Cambiemos y Cristina. Sí, así: una coalición y una persona.

Consistente con el “Juntos” de la última campaña presidencial, Cambiemos, en la voz de la gobernadora Vidal –que, dicho sea de paso, no es candidata–, instaló el escenario de un equipo deportivo que pelea por subir a primera: “En equipo, lo estamos haciendo posible”. Y hasta sugirió la escena de un partido que se puede ganar: “No aflojemos”, alentaba una voz en off. El escenario de la competencia deportiva.

Y Cristina fue la candidata que eclipsó a todos los otros candidatos del nuevo espacio Unidad Ciudadana (heredero del FpV y preanunciado por ella misma en 2016 a las puertas de los tribunales de Comodoro Py). Su ausencia en los spots no debió llamarnos la atención. Porque el escenario que su campaña instaló fue el de la potestad que tiene la ciudadanía. “Tu voz, tu voto”, junto a la imagen de personajes comunes con gesto preocupado, animaba a reflexionar sobre el poder de otorgar el poder. El escenario de la atribución.

Cada partido, coalición o movimiento impulsó en la campaña una interpretación del presente en función de la elección que hoy se lleva adelante. Y los votantes nos identificamos con la que mejor encaja en nuestros preconceptos (creencias, gustos, intereses) previos.
La indignación, la historia, el movimiento, el juego o el poder nos inspiran a ejercer, una vez más, nuestro derecho a elegir. Por el momento, de eso se trata la democracia representativa.

*Doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.