Adolf Hitler: ¿sí o no? Ignoro en cuántas partes del mundo se estará discutiendo el tema hoy en día, pues lo presumo (o lo presumía) ya completamente saldado. Sin embargo, el debate se instaló con bastante fuerza en la semana política argentina, a instancias de ciertos hombres del PRO (digo “hombres” porque las mujeres, que yo sepa, no abrieron en esto la boca; y digo “ciertos” porque, en rigor de verdad, no fueron todos: Rodríguez Larreta, por ejemplo, dejó el asunto a un lado y se fue a ver a Justin Bieber al Monumental).
Mauricio Macri enfrentó rápidamente a la prensa para especificar que Hitler no le parecía bien (junto con Hitler nombró de inmediato a Stalin, temeroso de lo que podíamos llegar a pensar de él si mencionaba a uno sin mencionar al otro; yo creo que hasta los fusionó). Recibimos con alivio esa pertinente aclaración del jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires; su opinión respecto del Führer, tenemos que saberlo, es marcadamente desfavorable.
Hubo en esto, si se quiere, un dato de cierta importancia, porque se trata acaso de la primera vez, desde que se lanzó a la política, que Macri habla y dice algo que antes no había sido guionado para él por su asesor Jaime Duran Barba. Y se trataba, justamente, de rebatir a Duran Barba, de precaverse con frases de amianto de sus flamígeras declaraciones.
Macri tomó distancia con esto de su tan reverenciado inspirador, y el rabino Bergman (¡bueno sería que no!) hizo lo propio. Duran Barba, entre tanto, reclamó que se lo pusiera en contexto y aseguró que entre democracia y dictadura él elige democracia, que entre que se extermine al pueblo judío y que no se extermine al pueblo judío él se inclina por que no se lo extermine. Pero el daño ya estaba hecho. La pata ya estaba metida.
No obstante, es legítimo lo que Duran Barba reclamó, de que se contextualice lo que dijo. Por eso se puso de inmediato a disposición de todos la grabación entera de sus consideraciones. Y en la ampliación sonaba todavía peor ese análisis que ensayó sobre los líderes políticos de estos siglos. Porque la contextualización que Duran Barba reclamó admite extenderse aun más. Conviene contemplar lo que dijo en el marco integral de su concepción de lo que es la política y de cómo se la debe valorar. Porque doy por descontado que si a Duran Barba se le pregunta qué piensa de Hitler, no va a decir nada bueno de él (incluso si lo piensa, no lo va a decir). Entonces ¿qué ocurrió? Ocurrió que Duran Barba no creyó necesario pensar. Se limitó a medir y a cuantificar.
La palabra “espectacular” resultó espantosamente banal al hacer referencia a Hitler. Pero se entiende que la haya empleado Duran Barba, quien habitualmente vacía a la política de ideología y de sustancia para hacerla funcionar en lo esencial como espectáculo, con diseño y cotillón. La concibe siempre ante todo como espectáculo, por supuesto que sin el tono de impugnación con que Guy Débord habló de la “sociedad del espectáculo” o Georges Balandier del “poder en escenas”. No es que él piense bien de Hitler; en un sentido es peor: se detiene en el espectáculo y se detiene en la puesta en escena, porque para él la política es eso en lo fundamental, y entonces después no piensa más, no le parece que haga falta.
De hecho expresa Duran Barba que a su juicio Hitler no hizo “un buen gobierno”. Esa frase, que de por sí indica desaprobación, a mí me resulta peor aun que la palabra “espectacular”. Porque indica esa manera tan suya de abordar la práctica política: el gobierno entendido como mera gestión, gestión a mensurar según los porcentajes de aprobación que se sea capaz de cosechar. El apoyo con que contó Hitler no puede sino fascinar a Duran Barba. Y no en el sentido en que Adorno se interrogaba por “el amor que tiene el pueblo por el mal que se le hace”. No por eso, sino por esto: ¿cómo puede alguien no hacer un “buen gobierno” y obtener empero tanta adhesión?
Se entiende que Duran Barba se desvele con eso, porque es la definición misma del oficio que él ejerce. De eso vive, con eso se gana el pan. ¿Qué piensa él de Hitler? Nada, no piensa nada, o no pensó nada esta vez. Cuantifica su eficacia y se pregunta cómo hizo. Si se pusiera a pensar en el exterminio de diez millones de personas, opinaría sin dudas en contra. Pero su tema es otro: su tema es la mala “gestión” que obtiene empero buenos “índices de aprobación” entre “la gente”. Ni más ni menos que lo que entiende Duran Barba por política. Bueno sería que Macri y Bergman se pronunciaran.