Hoy me desperté con ánimo destituyente. Más en concreto, quiero destituir a Hugo Luis Biolcati como presidente de la Sociedad Rural Argentina. Cuando comenzó el desgraciado conflicto de la Resolución 125 y Biolcati era el vicepresidente detrás del mesurado Luciano Miguens, se mostraba como un pragmático. Solía utilizar este latiguillo: “El Gobierno está hablando de plata. Hablemos de plata, entonces. Los hombres del campo estamos acostumbrados a hacerlo”. No era una mala idea. Biolcati proponía discutir técnicamente cómo bajar las retenciones y dejar de lado el terreno retórico y abstracto que el Gobierno eligió para dirimir un conflicto que sigue perjudicando a todos. Salvo, tal vez, a los artífices de la propaganda oficial que en estos meses se prodigan para ocultar que detrás de los eslóganes redistributivos se desplegaba una política de venganzas mezquinas, restricciones arbitrarias y persecuciones taimadas contra los productores grandes, medianos y chicos.
Es muy curioso que un año más tarde –y ya convertido en presidente de la Rural– ese Biolcati saludablemente materialista se haya transformado en un predicador abstracto, en el personaje que inauguró la exposición de este año empleando sesenta y cuatro (64) veces la palabra “patria” y ninguna (0) la palabra “soja”. Es una experiencia muy poco agradable entrar en la página web de la entidad y leer el discurso completo, una pieza plagada de expresiones en mayúscula, de tonterías escolares y pomposas tales como “cuando el campo dice patria piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo capaz de alimentar a la humanidad entera”.
¿Qué es lo que llevó a Biolcati de querer discutir en una mesa la curva de las retenciones móviles a dictaminar desde un estrado lo que sus compatriotas deben pensar y sentir? ¿Qué es lo que lo hizo creer que una entidad gremial puede hablar en nombre de otra cosa que no sean sus intereses? Unos días antes de citar a Hernández, a Borges y a Martí para pedir menos intervención estatal en la economía, Biolcati había incurrido en otro despropósito, el de apropiarse de los resultados electorales y declarar que “el campo” y no las fuerzas políticas había vencido al Gobierno en los comicios. Pero, volviendo al discurso del sábado pasado, ¿cómo es posible que Biolcati no haya aprendido a esta altura que nada bueno ha resultado nunca de las declamaciones de patriotismo, que tanto evocan las retóricas militares y militaristas de otras épocas? ¿Cómo puede ser que no se dé cuenta de que una frase como “Me imagino a millones de argentinos pronunciando con entusiasmo una misma palabra, la palabra patria” suena más coherente en la boca de un general que en la de un dirigente empresario más o menos moderno?
Sólo desde la lógica que el Gobierno le aplica a él se puede intentar una defensa de Biolcati. Cuando los kirchneristas agitan el espantapájaros del golpismo, intentan justificarse mucho menos por su gestión que por sus enemigos. Si algo caracteriza al Gobierno es su manía por llamar a las cosas por otro nombre del que tienen. En ese sentido, no es tampoco una experiencia agradable, por ejemplo, ver cómo el senador Pichetto defiende el temible aumento de las tarifas de gas (fruto de espantosas políticas energéticas) con la excusa de que sólo se aplica a los “grandes consumidores de clase media alta”, aunque esos supuestos potentados son en realidad quienes se permiten el lujo estrafalario de usar dos estufas. Tampoco es muy edificante ver que Pichetto le replica a Biolcati su invocación a San Martín, Belgrano, Sarmiento y Alberdi diciendo que “Sarmiento y Mitre tenían los Remington detrás”. Más allá de que Biolcati no mencionó a Mitre, Pichetto le opone al patriotismo bucólico de su rival una no menos trillada monserga nacionalista. Por eso, por charlatán y patriotero, también me gustaría destituir a Pichetto como presidente del bloque de senadores justicialistas. Podría seguir con otros nombres pero, por suerte, vivimos en democracia y los ciudadanos no tienen la potestad de intervenir en instituciones de las que no forman parte. El inconveniente es que todo indica que pasaremos otro año sumergidos en el siglo XIX.
*Periodista y escritor.