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sueños

¿Qué son?

La autora sostiene que hay varias clases de sueños.

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Por qué no ha de haber dos clases de vida. Sí, ya sé, hay millones de clases de vida, pero no me refiero a conductas sino a lo que a una le fue dado en el instante en el que vio la luz del día por vez primera, ¿se entiende? Ah, ¿no? Veamos: hablo de la vigilia y del sueño. ¿Estamos? Ahora sí, estamos. A la vigilia se refiere todo bicho que camina y escribe o, si es analfa, que camina y habla, cosa ésta que viene a ser a veces muy molesta. Y al sueño también y sin necesidad de recurrir al padre Sigmund, que eso mejor dejémoslo para los especialistas no sea que mi especialista personal se ofenda. Pero ¿y los sueños? Ay, a los sueños también les han metido mano y pluma o en su defecto compu, montones de bichos que caminan, hablan, piensan, escriben y hasta discursean, no me diga que no, querida señora, y piense que me refiero a nosotras y nosotros. Porque desde que salimos de las cavernas y quizás hasta de antes de salir, ya nos preocupaban los sueños. Primero fueron mágicos, después fueron dones de los dioses y sobre todo de las diosas que probaron desde la noche de los tiempos ser más imaginativas que los dioses, más preocupados ellos por los dracmas que por los dramas misteriosos que se nos arman mientras dormimos. Y finalmente si nos saltamos siglos y milenios, fueron eso que analizan los señores importantes y las señoras importantes, que también las hay, que se han metido en los vericuetos de nuestra conciencia, inconciencia, subconciencia y hasta, supongo, transconciencia. Si usted va a seguir leyendo, cosa que le agradezco, estimado señor, tenga en cuenta que me refiero a eso que nos pasa cuando cerramos los ojos y nos sumergimos en el mundo apasionante e inquietante del sueño.

Yo creo, desde mi ignorancia acerca del tema y mi experiencia iletrada como la que tenemos muchos, casi todos, los seres humanos, que hay varias clases de sueños. Chocolate por la noticia, decían mis tías abuelas; ellas, por supuesto, no cometían esa frivolidad de soñar. Claro que hay varias y yo diría que miles de millones de clases de sueños, casi una (clase) por persona. Y como sobre esta tierra somos millones y trillones de personas, calcule usted, señor escribano, calcule usted con la pluma en la mano, como decía esta vez la canción, que debe haber trillones, etcétera, de clases de sueños, cosa que me parece casi inconcebible pero a la que si me le arrimo, me suena maravillosamente interesante. Hay, por ejemplo, sueños Reina de las Hadas y si no me cree pregúntele al señor Hans Christian Andersen, autor soi-disant de cuentos para niños y niñas que en realidad son de una crueldad espantosa. Y después a media cabeza están los sueños Ama de Casa, que vienen a ser como otra versión, un poco pavota, convengamos, de la vida diaria entre cuatro paredes, el supermercado y el sacrosanto hogar de la familia política, léase suegros. A pocos pasos están los sueños Hollywood, que cuentan en su haber con aventuras entre Tarzán de los Monos y las reinas de belleza paseando por Miami. Y más allá los sueños pecaminosos, que son por supuesto los más interesantes y los que llevamos al consultorio del psicoanalista para que se sonría, él, el psicoanalista, con esta comisura de la boca y nos diga que la culpa es nuestra… con palabras más discretas y científicas, seguro. Y están, casi en cualquier lugar, le aseguro, los sueños there is no place like home y lo pongo en el idioma de yanquilandia para que usted aprecie mi cultura poliglotísima. En esos sueños aparecen todos los parientas, mamá y suegra incluidos, horror, moviéndose casi inertes y siempre sonrientes menos cuando nos castigan, en nuestras casas verdaderas aunque levemente cambiadas. No sé si me atrevo a seguir con esta clasificación de lo inclasificable, y sin embargo por qué no, si a gran número de textos que hablan de eso se han atrevido gentes mucho pero muchísimo más importantes que yo, a ver.

Están juntitos los dos, los sueños de los que no podemos ni hablar y aquellos a los que sin embargo llevamos a lo del ut supra mencionado especialista para que los haga pelota y de paso nos haga no pelota pero sí barrilete a nosotras, ¿no? Esos son los sueños en los que aparecen nuestros deseos y nuestros rechazos y los (sueños, digo) que rechazamos de plano y ni hablar ni oír hablar de ellos queremos. Son los sueños joya-basura, no sé si usted me comprende pero espero que sí.

Y todos son sueños que, como dijo alguien, sueños son. Eso: son sueños.