A medida que se acerca la crucial votación en el Senado para convertir o no en ley la interrupción voluntaria del embarazo, prevista para dentro de poco más de 20 días, los principales referentes del oficialismo difunden y/u operan sus posturas disímiles. Un loable respeto republicano, con un apreciable costo interno.
Las tres figuras más poderosas por debajo de Mauricio Macri se expresaron en los últimos días. María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta se mostraron en contra del proyecto. Y Marcos Peña fue tajante en sostener que el Presidente no ejercerá el veto si el aborto es ley, tal como pretende la Iglesia y sectores afines.
Aún en estos tiempos porosos de su influencia, Peña vuelve igual a marcarle un límite al desatado lobby eclesiástico, que excede aunque incluye al Senado. Y con ello, también a los cambiemistas que se desbocaron ante la problemática: Gabriela Michetti y Federico Pinedo, primera y segundo en la línea sucesoria presidencial, en especial. Los dos mostraron, además, que detrás de caras y gestos amables también puede haber actitudes ultramontanas y carentes de sensibilidad social. Innecesario.
El Jefe de Gabinete no se ha limitado a decir lo que hará el Presidente, que es respetar la decisión legislativa, ya con media sanción de Diputados. Trata de mediar para que las posiciones opuestas se mantengan en un nivel de equilibrio que no solo favorezca el debate, sino, sobre todo, a que el Gobierno obtenga beneficios políticos cualquiera sea el resultado.
Es en ese sentido que Peña aplica un freno a la Iglesia (lo que le resulta no tan difícil, a la vista de su distante relación con esa organización y con el Papa) y a Michetti-Pinedo. De la misma manera que va calibrando el ímpetu de Rubinstein, ministro de Salud y único miembro del gabinete que defiende públicamente con argumentos verificables su respaldo a la legalización del aborto.
Obviamente Macri no escapa a esta estrategia “win-win”. Carrió aseguró días atrás, con su verba tradicional del “yo sé todo”, que el Presidente habilitó el debate en el Congreso convencido de que la ley IVE no pasaría. Si bien es una fuente interesada por su militancia y voto antiabortista, Lilita desnuda el doble juego oficial: Macri no apoya la ley pero respeta la independencia de los poderes.
La líder de la Coalición Cívica recurrió una vez más al razonamiento de que el Presidente dijo, cuando anunció en la apertura de la Asamblea Legislativa de este año que impulsaba que se discuta el proyecto despenalizador, que estaba “a favor de la vida”. Habría que recordar que esa frase no dice demasiado: el propio Jaime Duran Barba, principal estratega comunicacional del Gobierno, escribió en PERFIL que él también está “a favor de la vida” y que eso se traduce en respetar y acompañar la decisión de una mujer de abortar antes de la semana catorce.
De esta manera, ya se puede intuir cómo se usará la misma frase presidencial en un sentido ambiguo y que Macri salga ganando, caiga como caiga la moneda de la votación. La nueva política sigue abrevando en el clásico Maquiavelo.