La industria automotriz sigue lejos de su producción potencial y la recesión de Brasil tampoco ayuda. Se esperaba la reactivación para fines de 2016, pero los indicadores lo desmintieron, y ahora se espera para 2017, ayudada por el plan de obra pública. ¿Qué es lo que frena entonces a la economía?
Para que la producción crezca, se necesita vender, y para vender, hacen falta compradores. La demanda puede provenir del sector externo, a través de las exportaciones, del Gobierno o de las familias. Un aumento del gasto del Gobierno, por ejemplo en la obra pública, depende de una decisión política, pero hay que financiarlo con más impuestos, emisión o deuda. Para reducir la emisión, hoy el Gobierno está recurriendo al endeudamiento, con una presión impositiva ya elevada. Sin embargo, no es sostenible mantener este ritmo de endeudamiento por muchos años, por lo que hay que buscar otros motores de crecimiento, como la exportación o el consumo.
Para que aumenten las exportaciones sería necesario ofrecer productos a precios competitivos, y para ello los costos en dólares, es decir los salarios expresados en dólares, deberían alinearse con los precios internacionales. En cambio, para que aumente el consumo de las familias, los salarios netos de impuestos deberían aumentar más que los precios.
He aquí un dilema: si los salarios aumentaran más que los precios y la devaluación, los costos en dólares aumentarían, se atrasaría el tipo de cambio y se reduciría la competitividad. En ese contexto se podría esperar que las exportaciones disminuyan y que las importaciones aumenten, a la vez que también aumentaría el consumo. Sin embargo, aumentaría el déficit externo, y se perderían divisas.
El problema es que se necesitan divisas para pagar las importaciones y los intereses y vencimientos de deuda, las cuales se obtienen exportando. La alternativa sería utilizar las reservas internacionales, como se hizo hasta 2015, u obtener divisas por mayor endeudamiento, como a partir del 2016. Pero ambas alternativas no se sostienen por muchos años y terminan con una crisis.
Un sector externo deficitario no es sostenible por muchos años. Una primera opción para generar divisas sería crecer aumentando la producción y exportación de recursos naturales, que son la gran ventaja comparativa del país. El Gobierno parece haber dado pasos en esa dirección con la quita paulatina de retenciones. Otra opción sería desarrollar a la industria local para exportación, y también servicios profesionales proyectados a la región, software de exportación y turismo, entre otros. Sin embargo, requiere salarios en dólares aún más bajos para ser competitivos en el mercado internacional. Para lograrlo, la devaluación debe ser mayor al aumento de precios y salarios. Pero para ello es necesario reducir el déficit externo, en parte causado por el déficit fiscal.
La disyuntiva para el Gobierno en los próximos años parece clara. Para reactivar la economía puede empujar la demanda interna con más consumo a través de mayores aumentos salariales y rebajas impositivas, junto con un mayor impulso del gasto público, incluyendo la puesta en marcha de la obra pública, lo que implicaría un nuevo gran salto de deuda externa; esto se complementaría con un impulso para la industria, con mayor proteccionismo para defenderla del atraso cambiario, que se profundizaría. Otra alternativa sería devaluar para bajar los salarios en dólares y lograr impulsar las exportaciones tradicionales, o una devaluación más profunda para impulsar también exportaciones no tradicionales. Esta segunda opción implicaría reducir el nivel de vida en los próximos años para equilibrar el sector externo y reducir el ritmo de endeudamiento. En un año electoral como 2017, el margen para medidas de ajuste parece acotado.
*Profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.