La Presidenta ha completado exitosamente el período de convalecencia neurológica tras la operación de drenaje del hematoma subdural frontotemporal derecho a la que fue sometida el 8 de octubre pasado. La observancia estricta por parte de la paciente de las indicaciones médicas fue de vital importancia para su buena evolución. Viene ahora otra etapa: la del progresivo reingreso al ejercicio pleno del poder. Como ya se dijo en anteriores columnas, es éste el desafío más importante que deberá enfrentar Cristina Fernández de Kirchner. En ello continuará trabajando el doctor Facundo Manes. El parte médico del día de ayer nada indica sobre el momento en que la Presidenta reasumirá el ejercicio de sus funciones. En principio, eso se sabrá recién mañana. Habla, en cambio, de la limitación para realizar viajes aéreos y de la necesidad de completar los estudios cardiológicos. De ahí, el Holter prolongado que se le está haciendo con la finalidad de hacer una evaluación fina del bloqueo de rama izquierda que padece la paciente y determinar el curso de acción a seguir. El dilema a resolver es si colocarle un marcapasos o no, alternativa que en la semana que pasó se consideraba poco probable.
A la jefa de Estado le aguardan días complejos desde el vamos. Los problemas no son pocos: la inflación, las consecuencias del resultado electoral, los reclamos sociales que van en aumento, los efectos colaterales del nocivo cepo cambiario y las crecientes tensiones dentro del Gobierno. El nivel de desconcierto que reina en el gabinete ha hecho que las rencillas entre sus integrantes se multipliquen. Allí casi nadie sabe bien qué está pasando con la Presidenta. Para peor, está Amado Boudou cuyo “acting” –ordenado desde Olivos– produce en muchos funcionarios sentimientos mezclados de impotencia e indignación. El cada vez más cuestionado vicepresidente se limita a encabezar los actos y a firmar los decretos que le indica la Presidenta.
Boudou es una figura errante sin ningún ascendiente sobre ministros, secretarios de Estado y legisladores. Su falta de contacto con la gestión es evidente. Por eso es que muchas veces queda pagando, circunstancia que sus adversarios internos celebran. Para peor, su situación judicial se agrava. El ritmo de las investigaciones de las causas que lo involucra lo va comprometiendo cada vez más, semana tras semana.
En una administración tan absolutista como la de Fernández de Kirchner, su ausencia genera un vacío que no puede ser llenado por nadie. Esto, naturalmente, afecta la gestión. Más allá de las sobreactuaciones del caso, lo que se vive en el interior del Gobierno es una parálisis de la gestión. La yerba a $ 30 el kilo, algunas marcas de leche a $ 10 el litro, el pan a $ 26 el kilo, hablan de un aumento de precios sin control que se ha acelerado en estos últimos días. La decisión de ampliar el Presupuesto en 80 mil millones de pesos que firmó Boudou tiene un correlato inquietante: el aumento de la emisión monetaria. Con medidas como éstas hay que decirle adiós a cualquier posibilidad de ponerle freno a la inflación. En este marco, el Gobierno cruje. Las voces que reclaman cambios han comenzado a partir desde el mismísimo corazón del kirchnerismo. Ahí están, de puertas para afuera, el gobernador de Misiones Maurice Closs, y el hombre fuerte de José C. Paz, Mario Ishii. De puertas para adentro, son muchos más. Las claves pasan por dos lugares: la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Economía. Para reemplazar a Juan Manuel Abal Medina suenan los nombres de dos gobernadores: el del Chaco, Jorge Capitanich, y el de Entre Ríos, Sergio Urribarri. Para el Ministerio de Economía, la cosa es mucho más difícil. Con cumplirle el deseo al ministro Hernán “me quiero ir” Lorenzino no alcanza. Tampoco alcanza con la salida de Guillermo Moreno. Lo que falta es una política económica y para ello es menester una figura con peso político propio y con ascendencia sobre la Presidenta para convencerla de poner en práctica medidas que ataquen de raíz los problemas de la economía argentina. La pregunta es: ¿existe esa persona?; y si existe, ¿está Cristina Fernández de Kirchner dispuesta a escucharla?
Todo esto no hace más que profundizar el ambiente de desbande que se vive en el interior del justicialismo. La reunión de Daniel Scioli con los 90 intendentes bonaerenses, que tan sólo por el momento siguen declamando su fidelidad kirchnerista, fue un intento desesperado por retenerlos. El gobernador sabe lo que está ocurriendo bajo la superficie. Los contactos que los enviados de la mayoría de esos intendentes mantienen directamente con Sergio Massa no son un secreto para nadie, y menos para Scioli. Esos jefes comunales necesitan sí o sí algún tipo de acuerdo con el hasta ahora intendente de Tigre para asegurarse la gobernabilidad en sus respectivos distritos, algo que hoy el gobernador no les puede garantizar.
En medio de todos estos juegos de poder, estuvo el severo documento de los obispos argentinos advirtiendo sobre la dimensión que toma día a día en nuestro país el narcotráfico. La Argentina está inerme ante este flagelo que la Iglesia conoce muy bien. Ahí está como ejemplo el trabajo denodado y heroico de los curas villeros que se erigen como única barrera ante este mal, en lugares en donde la ausencia del Estado es total. “El país corre el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno”, expresó el Episcopado. El poder debería darse cuenta de esto urgentemente.
El apriete de la AFIP –en verdad la Gestafip de la que hablan muchos de sus empleados honestos hartos de observar el uso político que el Gobierno hace del organismo– a Magdalena Ruiz Guiñazú y el episodio de violencia que sufrió Alfredo Leuco, son hechos inquietantes. A Magdalena la “visitaron” a su regreso de Washington unos inspectores en su casa. Venía de denunciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, junto a Joaquín Morales Solá, los agravios, la difamación y los escraches que sufren por parte de sectores afines al kirchnerismo los periodistas que ejercen su profesión con independencia. La agresión física que sufrió Alfredo, por parte de cuatro individuos que se desplazaban en dos motos en plena Avenida de Mayo a horas del mediodía, en medio de un mundo de gente yendo y viniendo, tuvo todas las características de un hecho planificado y ejecutado con precisión. El periodismo honesto es un instrumento clave para hacer a la sociedad más transparente. Eso es lo que al Gobierno tanto le molesta.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.