En las calles de las ciudades se ven menos autos.
La gente compra menos.
Los pedidos de regalos para fin de año han caído.
“Puede que haya suspensiones”, dijo Néstor Kirchner el jueves pasado. El ex presidente en funciones debería saber que las suspensiones son parte de la realidad de miles de empleados del sector automotor y del sector de la carne en el que, además, hay despidos.
Las cesantías forman parte del escenario en muchas pequeñas localidades del interior.
¿Habrá que esperar las siete plagas de Egipto para que los Kirchner se den cuenta de que negar la realidad, lejos de solucionar, termina por agravar los problemas?
En este contexto la movida política es intensa. Comencemos por el oficialismo.
En sus arenas movedizas se esperan novedades de Felipe Solá. Su salida del Frente para la Victoria es cuestión de horas. La precisión es tal que, a la hora de cerrar esta columna, se trabajaba para organizar una conferencia de prensa a desarrollarse tal vez mañana, lunes, en la que el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires anunciaría su alejamiento del kirchnerismo. Los diputados que lo estarían acompañando en esta escisión serían Enrique Tomas, Julio Arriaga, Lorena Rossi, Beatriz Halac, Jorge Villaverde y Zulema Daher.
“Uno de los problemas de estas horas es que el Gobierno, al más puro estilo K, está tratando de cooptar a algunos de los felipistas con ofertas”, se sinceraba una fuente de contacto diario con Solá, quien, a la hora de describir la realidad interna del Frente para la Victoria, es lapidario: “Todo está muy mal. No hay diálogo”.
Desde el Gobierno siguen estos movimientos con mucha atención. “El problema de Solá es que no tiene espacio político en la provincia de Buenos Aires. En el oficialismo, no. En el radicalismo-coalición, tampoco, ya que allí ya está Margarita Stolbizer. En el duhaldismo el que está fuerte es Francisco de Narváez, quien, además, le puede permitir a Duhalde una alianza con el macrismo. La propuesta de Solá en la provincia es para salir tercero o cuarto”, sentencia, no sin maldad, una voz del vecindario K, que agrega: “… De todos modos, aquí el más equivocado es, una vez más, el Gobierno, al que le convendría mucho más tenerlo a Felipe adentro que afuera. Pero ya se sabe cómo son los Kirchner: no aceptan a nadie que tenga aspiraciones propias”.
En el Gobierno, por otra parte, se viene observando lo que está pasando en la oposición en pos de enfrentar el enorme desafío que tiene este sector de la política: el de conformar una coalición que le permita constituir una alternativa con posibilidades electorales de disputarle el poder al oficialismo. Este proyecto choca y chocará con un fantasma: el de la Alianza. Es un fantasma trágico. Es algo que la sociedad no olvida. Es algo que los opositores reconocen. Es algo que el Gobierno sabe y aprovecha. Las declaraciones del ministro del Interior, Florencio Randazzo, son una muestra de ello. Hay que reconocer que con sus críticas alusivas a las reminiscencias de la Alianza, Randazzo dio en el blanco.
Lo que desconcertó, en cambio, fue la carta del Dr. Raúl Alfonsín, hecha pública casi en el mismo momento en que terminaba el encuentro entre el titular de la UCR, Gerardo Morales, y su par de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. En ella, el ex presidente manifestaba una postura crítica hacia cualquier iniciativa que tuviera como objetivo la constitución de una alianza con la finalidad de competir en la contienda electoral de 2009. “Nos dejó en offside”, reconocía una fuente radical aún sorprendida por la misiva de Alfonsín. Tanto fue así que ayer, sábado, Morales y Alfonsín se reunieron “para limar asperezas”. A la luz de esto, es altamente probable que el ex presidente haya juzgado su carta como un error. La pregunta es: ¿de quien?
“Obviamente, en el Gobierno hubo regocijo por la carta”, comentaba con indisimulada sonrisa un habitante de la Casa Rosada.
A quien tampoco le disgustó la carta fue a Julio César Cleto Cobos. “A Cobos el encuentro le pareció bien pero el objetivo no. Para él, la jugada de Morales y Carrió responde a algo puramente electoral”, comentaba una voz que conoce a la perfección el pensamiento del vicepresidente.
Hoy, la intención de Cobos es la de cumplir con su rol institucional y la de estimular, a través de su fundación, la formación de nuevos dirigentes. Su relación con los Kirchner está en vía muerta y no hay quien la resucite. Su objetivo primordial y personal es el de completar su mandato.
Dato: Luego de escuchar algunos de sus discursos, muchos de los que siguen viendo en su persona una posible alternativa de cara a las elecciones de 2011 no han silenciado una cierta decepción por la pobreza de sus propuestas.
Mientras todo esto transcurre en el campo de la batalla política, la semana que pasó fue sacudida por una novedad judicial resonante. Esa novedad fue el histórico fallo que, por unanimidad, produjo la Corte Suprema de Justicia por el que reconoció contundentemente la libertad sindical. Es un fallo sin precedentes y de una profundidad tal que abre las puertas a posibles cambios “cuasi” revolucionarios dentro del desarrollo del movimiento sindical argentino.
El modelo de sindicato único fue ideado por el general Perón. El objetivo fue el de transformar la estructura sindical en un apéndice político esencial del justicialismo. “El movimiento obrero organizado (los sindicatos) es la columna vertebral del justicialismo”, decía Perón. La realidad de la vida política argentina ha confirmado esa aseveración ya que la conducción de la CGT se alinea con el oficialismo durante los gobiernos justicialistas y acompaña sus mismas contradicciones. Así, por ejemplo, en los 90 la conducción cegetista fue claramente menemista y quienes no compartieron esa visión –entre los que estaba Hugo Moyano– fueron dejados al margen. Tan al margen que conformaron el MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos). En esos años la CGT sostenía la política neoliberal del gobierno de Carlos Menem, tal como lo hacían Néstor y Cristina Kirchner. Privatizaciones escandalosas que dejaron a miles de personas en la calle, la creación de las AFJP y los contratos basura fueron algunas de las cosas apoyadas y/o toleradas por aquella CGT.
Hoy las cosas se repiten. La actual CGT está plenamente alineada con el gobierno de los esposos Kirchner. Los que no comparten ese alineamiento –Luis Barrionuevo y sus también “buenos muchachos”– han quedado marginados, y es por ello que crearon la CGT Azul y Blanca. Asimismo, tal como pasaba con la CGT de los 90, esta conducción convalida las conductas del Gobierno que perjudican a los trabajadores, como lo es, por caso, lo que viene sucediendo con el INDEK y sus índices dibujados, que ocultan la dura realidad de la inflación, la que no sólo castiga duramente el bolsillo de los asalariados sino que también hace que el número de pobres sea mayor. Lo mismo ocurre con la crítica situación laboral que se está viviendo con las suspensiones y despidos que están afectando a varios miles de trabajadores y que la conducción de Moyano y compañía tratan, increíblemente, de minimizar.
Por otra parte, es también de rigor “cuasi” matemático, que de haberse producido todas estas cosas en un gobierno de signo no peronista, la respuesta de la CGT habría sido otra: el paro general a repetición.
En Olivos el fallo cayó como un balde de agua fría. En la CGT también. Hubo y hay furia. “Es un fallo de una dimensión enorme e inesperada que fue más allá de lo que había planteado el sector sindical que recurrió a la Corte para defender su derecho a la libre elección. En la intimidad, los Kirchner reconocen que el fallos es de absoluta justicia, a pesar de lo cual su voluntad para hacerlo cumplir en su verdadera dimensión es, al día de hoy, nula”, comentan desde sectores del kirchenrismo que frecuentan la Quinta de Olivos.
En la reunión que el ministro de Trabajo tuvo con un grupo de dirigentes de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), el Dr. Carlos Tomada reconoció –a diferencia de lo que había hecho unas horas antes en forma pública– la trascendencia histórica del fallo de la Corte. Eso sí, a la hora de responder concretamente a la demanda del reconocimiento de la personería gremial presentada por la CTA, su respuesta fue ni. “Queda claro que a este Gobierno lo único que le interesa es el partido único y el sindicato único”, reconoció con una mezcla de bronca y decepción uno de lo dirigentes gremiales que asistieron al encuentro con el ministro Tomada.
Entre tantas cosas, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner llamó al jefe de Gabinete, Sergio Massa, para comunicarle que debía echar al superintendente de Servicios de Salud, Héctor Capaccioli, a quien la ministra de Salud, Graciela Ocaña, ya no soportaba más. Fue una buena medida. Lo que la ida de Capaccioli no dilucida es la sospecha sobre el origen de los fondos para la campaña presidencial de Cristina Kirchner.
A la hora de escribir esta columna, la Presidenta se encuentra participando de la cumbre del G-20 (Grupo de los 20) en Washington. Allí se discuten las formas de poder enfrentar mejor la brutal crisis económica mundial y encarar medidas para solucionarla. Su discurso fue bueno. Más allá de ello, es una oportunidad para que el Gobierno argentino busque reencauzar la maltrecha relación con Washington. ¿La habrá aprovechado?
La anécdota cuenta que en vuelo a Mar del Plata para participar de la inauguración del festival de cine, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner preguntó si había habido respuesta a la carta –de contenido convencional y pobre redacción– que le envió a Barack Obama tras su impactante triunfo electoral. Nadie se animó a decirle que no. Más allá de si esa respuesta llegó o no hay un dato contundente: el llamado telefónico que el presidente electo de los Estados Unidos le hizo a Lula. Eso es una señal de liderazgo internacional. Lula lo tiene. Cristina Fernández de Kirchner, no.
En el final, una anécdota. Sucedió la semana pasada en el marco de un acto de presentación del programa Jóvenes por Más y Mejor Trabajo. Allí habló la Presidenta, quien, en un momento de su discurso, dijo: “… Y quiero contarles hoy que el ex presidente Kirchner (su marido) me decía: vas a cumplir una promesa que les hice yo, que es la tribuna para Almirante Brown y para Gregorio de Laferrere… El se las prometió, yo vengo a darles la plata; le decía a Kirchner antes de venir para acá: ‘Vos se las prometiste paro la plata la pongo yo”. Así que Kirchner promete pero Cristina cumple”, dijo en broma la Presidenta. “¿Y quién dignifica?”, se preguntaban, no tan en broma y con indignación cientos de los “convocados” al acto que aceptaron ir necesitados de los 30 pesos y un choripán que nunca llegaron. ¡Cuánta vieja política!
Producción periodística: Guido Baistrocchi.