Más allá de las sensaciones que emanan de la calle, a las que naturalmente los funcionarios no acceden con facilidad, el termómetro lo volvió a marcar el chequeo casi constante que el Gobierno hace sobre la opinión pública: pese a que mantiene más del 50% de aprobación, Macri es aplazado en economía, lo que en teoría es su fuerte.
En la Casa Rosada se explica como lógica la negatividad: en estos primeros meses de “sinceramiento” en tarifas, subsidios, empleo público y valor del peso consideran incluso que hasta la vienen sacando barata en la consideración social. Contribuye, claro, el desaguisado explosivo dejado por el kirchnerismo, que aceleró el gasto a sabiendas de que otros y no ellos iban a tener que pagar la cuenta.
Pese a que la caída en la imagen presidencial es continua (a veces más, a veces menos), se sostiene alta por la expectativa de cambio que todavía genera. Pero el abrumador bochazo económico pone en riesgo cualquier optimismo futuro. En especial con vistas a las elecciones de medio término del año próximo.
Es en ese contexto donde hay que entender los apurados anuncios oficiales del viernes (amén de no caer en la tentación de marcar la contradicción de todos los que criticaron los blanqueos anteriores y defienden éste, connotados periodistas incluidos, y con la honrosa excepción de Carrió).
Resulta aún más difícil para una gestión que se puso la vara alta de cambiar la manera de hacer política justificar el empleo de un nuevo perdón para legalizar capitales. Y como la necesidad tiene cara de hereje, se buscó blanquear el blanqueo con el destino a saldar la deuda con los jubilados. A eso y a la paz en el mundo nadie se opone.
Quedará para más adelante explicar, por ejemplo, las razones por las que la estimación inicial de regularizar los fondos de argentinos en el exterior haya pasado de 100 mil millones de dólares a sólo 20 mil millones de esa moneda.
Quedará para más adelante explicar, por ejemplo, cómo se hará para pagar los juicios a los jubilados independientemente del stock de fondos, cuando el problema es el flujo: se necesitaría incorporar al sistema previsional a unos 4 millones de trabajadores para que sea sustentable en el tiempo, al menos en el corto y mediano plazo.
Acaso alguna de estas explicaciones se den en el marco del debate legislativo que sobrevendrá con el tratamiento del proyecto que el Ejecutivo enviará al Congreso.
La ausencia de esa discusión en el seno del Gobierno denota cierto tufillo a apuro, en nombre de las necesidades políticas de Cambiemos. La economía no arranca y también cada vez más funcionarios (siempre de forma reservada) apuestan ya no a la promocionada reactivación del segundo semestre ansiada por Macri, sino directamente que ella llegue en 2017.
Para ese año electoral, el Gobierno apuesta a otro andar económico que le posibilite ganar las legislativas. Una victoria le permitiría mayor gobernabilidad, no depender tanto de la oposición para la aprobación de medidas clave y lanzar iniciativas propias sin pagar tantos costos para que puedan salir.
Obviamente, un triunfo además permitiría que el Presidente llegue con buenas chances de reelección a 2019. Parece ciencia ficción. Es realpolitik.