Vamos, muchachos, se nota que son todos tahúres. Casi todos los que estamos siguiendo el debate por el paquete de reformas hemos jugado al fútbol o al truco. Sabemos que gambetear es hacer creer que vas para un lado cuando salís por el otro. Hemos simulado con un grito el envido para que el rival se vaya al mazo y llevarnos un punto fácil. Así somos.
Y así estamos. El Gobierno te habla de los pufs en la oficina, de los nuevos empleos, de la robotización, de que los chicos de hoy van a hacer cirugías con un joystick en 2030, de la secundaria del futuro y de que hay que fomentar el work-life balance, pero te clava una reforma laboral que trae más días de licencia por paternidad pero con mil ítems para bajar el costo de las indemnizaciones y que se paguen menos horas extras. 2017.
Ante eso, la mayoría de los sindicatos tradicionales hace equilibrio, entre el pánico por terminar con el look Larralde del Caballo Suárez preso y el balbuceo de que van a “defender a los trabajadores” después de años en los que ni se les cayó una idea respecto de convenios laborales de la época de la tele en blanco y negro que les permitían seguir atornillados a sus cargos.
Salieris de Pagni, los empresarios tienen cada vez menos excusas para esconderse detrás de la columna cuando les toque invertir y tomar gente. Les están bajando impuestos a los ingresos brutos, los perdonan si tuvieron gente en negro con tal de que la blanqueen, les están amansando a los gremios, les están bajando los costos logísticos, les liberan los dólares cuando exportan. ¿Qué más quieren? ¿Siempre van a seguir atesorando fuera del país, siempre van a seguir comprando Lebacs? Sí, ya sé. Si casi todos los ministros lo hacen.Y vos con esa textil en La Matanza me dirás: ¿de qué me hablás?
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, casi se pone una remera del Che para anunciar un ¡5%! de impuesto a la renta financiera real en pesos y 15% en dólares, mientras propone congelar las jubilaciones y los planes sociales en términos reales. Con toda la furia, recaudará $ 15 mil millones en un año con su gesta guevarista que ni los banqueros pudieron salir a criticar, mientras se ahorrará más de $ 75 mil millones en seguridad social, con una onda más Carlos Melconian ahí. Bueno, el Che y “Melco” en algún momento compartieron el mismo tipo de barba.
A la hora de sacarle el glúteo a la jeringa, los hombres de negocios de la Argentina son capaces de todo. Se están viendo escenas para el recuerdo entre los sectores afectados por los incrementos de las alícuotas de impuestos internos. Hay bodegueros que se volvieron cardiólogos. Mandan estudios de lo bien que les hace a las coronarias tomarse un par de copas. ¿Cuánto falta para que llegue al debate la cita de algún dicho de René Favaloro sobre el tinto? 3, 2, 1. Grandes compañías de gaseosas ahora se ponen en la piel de los quiosqueros y se desviven por masificar los mensajes de posibles cierres, cuando el resto del año los ahogan porque les meten un precio de referencia de $ 10 para la latita y los obligan a ajustar sus márgenes. Los cerveceros se alarman por el sacudón después de años de abuso de posición dominante sobre la competencia, sin control del Estado. Los tabacaleros... bueno, no tienen chance. Pero el propio Estado también da risa. Le sube los impuestos al consumo “que hace mal”. Pero le bajó hace un año las retenciones a la minería, que todos sabemos que hace re bien.
Menos mal que en la Justicia todo anda bárbaro. Eso da tranquilidad. Todo se resuelve a tiempo. Sin importar quién está en el Gobierno ni quién detenta el poder. Ahí sí que nadie miente y todo se ve tal cual es.