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Repentino Infundibulum

Me pegué un buen susto. Iba caminando tranquilamente, de la tienda de la otra cuadra a mi casa cuando antes de cruzar miré a ambos lados de la calle como me enseñó mi papá, y a los semáforos como no me enseñó nadie pero insiste Goro, y me encontré con un ómnibus (acá a los colectivos les decimos ómnibus; solamente los muy snobs dicen colectivo) que creo que era el 131, a bordo del cual venía… ¡sí!, venía José Luis Rodríguez Zapatero.

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Me pegué un buen susto. Iba caminando tranquilamente, de la tienda de la otra cuadra a mi casa cuando antes de cruzar miré a ambos lados de la calle como me enseñó mi papá, y a los semáforos como no me enseñó nadie pero insiste Goro, y me encontré con un ómnibus (acá a los colectivos les decimos ómnibus; solamente los muy snobs dicen colectivo) que creo que era el 131, a bordo del cual venía… ¡sí!, venía José Luis Rodríguez Zapatero. De veras. Lo primero que pensé fue que en vez de estar en Rosario a la cual ya se le llama la Barcelona argentina, estaba en la Barcelona de veras. Y lo segundo que pensé fue que lo primero se debía a que yo había inventado sin querer la translación instantánea de la materia y en vez de tomar un avión y todas esas cosas, YA estaba allá. Lo tercero que pensé, y esto me encanta, fue que se trataba de un infundibulum cronosinclástico, y para una enamorada de Kurt Vonnegut, qué mejor que lo tercero. Pero no.

En menos de lo que se tarda en decirlo me di cuenta de que Rodríguez Zapatero me sonreía desde un afiche pegado en el lateral del 131 o tal vez fuera el 149, no estoy muy segura, y que al lado de su sonrisa figuraba el puño cerrado con la rosa y unas palabra acerca de la mirada honesta o clara o límpida o qué sé yo, algo así.

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El misterio dejó de ser misterio, una lástima. Lo que pasa es que los españoles que viven en Rosario y que son un montón, pueden votar en las próximas elecciones de España. Por lo tanto el infundibulum deja de serlo para convertirse en publicidad, ay. Y Rodríguez Zapatero no me sonríe a mí sino a los antedichos españoles.

Y a propósito de todo esto estuvimos comentando con amigos: Vonnegut, la publicidad, elecciones, Rodríguez Zapatero, etc. Hubo quienes sostenían que estaba muy bien. Hubo quienes decían que nones. Y yo fluctué entre las dos opiniones, cosa que no me hace sentir del todo bien: está muy bien, sí, teóricamente perfecto, ¿por qué no van a votar los españoles en su patria aunque estén lejos, eh? Pero también: ¿por qué van a votar precisamente por eso, porque están lejos? Por más que estén en contacto con sus parientes de allá, por más que lean El País y miren TVEspañola Internacional, ¿saben todo lo que es posible (y necesario) saber del país antes de votar? No, nadie lo sabe y si no acordémonos de nuestras propias experiencias. Nadie sabe con quién se casa, y el margen de metida de pata es alarmante. Pero saber, oler, sentir, hablar con la vecina en la calle, ir al café, oír, tener frío (o calor), ir a trabajar, tener insomnio, apurarse, todo eso que también es un país, eso, desde lejos, ¿se sabe? Finalmente, no sé si está bien o está mal, pero me encantó lo del infundibulum que por unos instantes me lo trajo al Rodríguez Zapatero a una calle de Rosario.