Las cincuenta camionetas de la Gendarmería irrumpiendo en las “cuevas” de la City porteña a fin de frenar el aumento imparable del dólar blue representan la imagen de un país tan repetitivo como patético. Si alguien en el Gobierno piensa que así se solucionará el problema de la incesante demanda de la divisa estadounidense, no sólo comete un grosero error, sino que además demuestra no haber aprendido nada de nuestra triste historia. El inefectivo operativo, tan aparatoso como desopilante, no hizo más que acercar a la Argentina a Venezuela. Lo mismo se aplica para el episodio del gendarme “carancho” que debería costar sanciones y renuncias. ¿Cómo es posible justificar que un comandante de la Gendarmería sea la cabeza de un procedimiento flagrantemente violatorio de la ley?
La participación en los hechos del coronel Roberto Galeano, oficial de inteligencia vinculado al coronel Mohammed Alí Seineldín, a quien finalmente echaron, no hace más que agravar la envergadura de lo acontecido, que ha terminado por confirmar la vigencia y la verdadera dimensión del Proyecto X, iniciativa peligrosa con reminiscencias de aquel pasado.
De todas estas cosas es responsable la “nueva estrella” que brilla en el firmamento de “notables” del kirchnerismo: Sergio Berni. El secretario de Seguridad se ha transformado en un personaje que se siente feliz en su papel de Rambo. Su aparición de días pasados montado en el estribo de un helicóptero habla de un hombre decidido a no pasar inadvertido cueste lo que costare. El personalismo con que Berni encara su gestión no puede augurar otra cosa que fracasos. ¿Será esta una estrategia para hacerse conocer y hacer pie con una posible candidatura a la gobernación bonaerense?
El estrepitoso silencio de la Presidenta sobre estos hechos está haciendo ruido en sectores del oficialismo. Algunos pocos, conscientes de la contradicción que representan los métodos y los dichos de Berni con los postulados del kirchnerismo, han comenzado a hacer escuchar sus críticas.
En la competencia de protagonismos gubernamentales, la semana ha sido pródiga en novedades –malas– para Amado Boudou. En su cosecha, aparecieron un domicilio falso de radicación del Audi que utiliza en la actualidad su novia, Agustina Kämpfer; un DNI con ese mismo domicilio falso; otro DNI con un domicilio inexistente en la playa de San Bernardo y otro domicilio inexistente en el que se radicó el Honda Civic cuya documentación adulterada dio pie al procesamiento al vicepresidente dictado por el juez Bonadio.
A esta altura, ya no quedan dudas: Boudou es un impostor. ¿Cómo es que alguien así pudo llegar a ser vicepresidente de la Nación? ¿Cómo es que dentro de las esferas del poder nadie alertó a la Presidenta sobre los antecedentes verdaderos de su compañero de fórmula? Son estas preguntas que debería hacerse Cristina Fernández de Kirchner, quien ha quedado totalmente descolocada por esta historia.
El asunto de uno de los domicilios falsos de Boudou – el de la calle Zado al 3200– representa también un fuerte llamado de atención para Sergio Massa. La casa es propiedad de la familia Constantino, uno de cuyos miembros es un oficial de la Policía Federal dado de baja por apremios ilegales. Esta persona declaró estar a cargo de la seguridad de la familia del líder del Frente Renovador. ¿Será verdad? Massa debería aclarar públicamente cuanto antes esta situación.
Mientras tanto, la economía cruje: las automotrices experimentan una caída imparable de sus ventas. La disminución en la producción, generada por las restricciones a la importación de autopartes, obliga a eliminar turnos y a suspender personal. El plan Pro.Cre.Auto fracasa olímpicamente.
Lo mismo pasa con los Cedin para la adquisición de inmuebles. El blue vuela a pesar de la presión para que los bancos se desprendan de sus posiciones en dólares. En la desesperación por poner freno al drenaje imparable de divisas, algunas mentes febriles que habitan en el Ministerio de Economía piensan reflotar la idea de un plan de ahorro forzoso; otras se inclinan por un bono patriótico. Una y otra ya fueron implementadas en el pasado con un resultado similar: el fracaso.
El proyecto de Ley de Abastecimiento será aprobado en unos días. Lo mismo ocurrirá con el proyecto de cambio de sede para el pago a los bonistas que entraron en el canje de deuda. A la Ley de Abastecimiento le pondrá freno la Justicia, ya que varios de sus artículos serán declarados anticonstitucionales. El Grupo de los 6 tiene a sus abogados preparados para dar batalla en los estrados de los tribunales. A la ley del cambio de sede tampoco le irá mejor. Mientras esté vigente el fallo de Thomas Griesa, nadie que opere en Nueva York arreglará nada con el gobierno argentino que signifique un desconocimiento de esa sentencia. Eso es lo que los representantes de esos bonistas le hicieron saber al secretario de Finanzas, Pablo López, durante la reunión que mantuvieron en el consulado argentino de Nueva York.
En tanto, un grupo de empresarios sigue analizando cómo hacer para juntar la plata necesaria para pagarles a los holdouts la suma que reclaman a fin de sacar al país de la situación de default. No lo hacen por amor al Gobierno, sino por una cuestión de estricta necesidad: saben que el desacato del veredicto de Griesa representa una barrera infranqueable para generar negocios con inversores que operan bajo la égida de la legislación estadounidense.
En su último “Aló Presidenta”, Fernández de Kirchner se quejó del impuesto del 3% que la Ciudad le aplicará a Netflix y a Spotify. Se sabe que la jefa de Estado es una fanática de la serie Games of Thrones. Su reacción no deja de ser curiosa si se tiene en cuenta que bajo su administración la presión impositiva ha crecido hasta llegar a límites nunca vistos en la Argentina. “No mires la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el tuyo propio” es la frase que alguien debería recordarle a la Presidenta.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.