¿Es verdad el asunto de WikiLeaks, o será un nuevo y desenfrenado atropello de la ficción sobre la vida? Sigo este embrollo con mesurado, sorprendente desinterés. Básicamente porque supongo que nada de lo revelado (los cables “diplomáticos” desclasificados de EE.UU.) me va a voltear de la sorpresa.
Es como The Ghost Writer, la última película de Polanski. Me la habían recomendado más o menos y el otro día, buscando qué alquilar en el videoclub, me pareció una linda opción. También es cierto que mi club me tiene un poco aturdido y que elijo más o menos cualquier cosa. El local está cada vez más anómalo: ahora le han surgido dos protuberantes cabinas de teléfono y un estante lleno de mantecoles. Todas maneras esquivas de pagar el alquiler de un local excesivamente corpóreo y oneroso, ahora que todo lo que uno quiere ver parece ondear en el éter.
Ante la amenaza de revelar estos trapos sucios en Internet, la diplomacia norteamericana se mostró más partidaria de empezar a pedir disculpas por adelantado. “Mejor que se enteren por nosotros”, parece ser su lema. La gran broma hubiera sido no revelar nada, después de haber puesto a confesar tanto dime y tanto direte.
En The Ghost Writer, un escritor “fantasma” (Ewan McGregor) es contratado por el ex ministro británico (Pierce Brosnan) para escribir su autobiografía. Pero el buen Ewan descubre una cosa atroz: que el ministro habría sido reclutado por su propia esposa (integrante de una suerte de logia pro norteamericana) para ganar las elecciones (vaya plan) y ejercer una política afín a los intereses norteamericanos, sin que nadie se diera cuenta (¿?). En una escena risible por lo perogrulla, alguien que quiere mostrarle la flagrante conspiración, le dice a Ewan: “Piénsalo. ¿Cuándo ha votado el primer ministro británico al menos una vez en contra de los intereses norteamericanos?”. Una risa.
Con sorpresas así es muy difícil sostener el argumento, pese a lo bien que filma Polanski.
Yo sospecho que WikiLeaks no nos revelará absolutamente nada que no intuyamos en la más suave de las duermevelas los nosotros, los seres sencillos de carne y hueso.