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Revelaciones

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Bullrich. Un día, las personas más despreciadas por el Gobierno pueden ser las más elogiadas. | Marcelo Dubini

El principio de revelación fue introducido en 1973 por el filósofo estadounidense Allan Fletcher Gibbard. Se trata de un sofisticado aporte a la teoría de la elección social, vertiente económica que estudia los procesos de decisión colectivos. Gibbard, miembro distinguido de varias instituciones académicas en su país y en el exterior, es conocido también por sus estudios en econometría, filosofía del lenguaje y metafísica. El principio de revelación no resulta de fácil comprensión para los legos y es dificultoso saber si el presidente Javier Milei tomó de Gibbard esa fórmula que menciona una y otra vez, aunque quizás no sea así, porque en su versión (tan repetida por sus fieles cortesanos) se reduce a una idea muy sencilla: los fracasos son éxitos, y tanto las críticas como las manifestaciones públicas de desacuerdo o descontento dejan al descubierto quiénes son los agentes del mal que se oponen a los argentinos de bien (seguidores y simpatizantes libertarios). Algo así como: dime si me criticas o te opones a mi voluntad y mostrarás que eres un fariseo. Tus palabras y tu conducta te revelarán.

Si esta curiosa y simplificadora versión de un tema complejo fuera tomada al pie de la letra y se la considerara de aplicación universal, podría ser dirigida a cualquier miembro o grupo de la sociedad, sin requisitos previos. También al elenco gobernante. Y entonces revelaría que la campaña anticasta no es tan real como se declama, que la licuadora es más usada que la motosierra (al menos en las cuestiones más complicadas de enfrentar) y que las personas más despreciadas e insultadas por la vitriólica verba presidencial pueden ser un día las más mimadas y elogiadas (véanse los casos Luis Caputo y Patricia Bullrich, entre otros, y por ahora). Así es como miembros de la casta, como Daniel Scioli, pueden formar parte del gabinete, un juez como Lijo (ícono de la casta judicial) puede ser candidato a la Corte, los privilegios de la casta empresarial de Tierra del Fuego se mantienen incólumes, Aerolíneas Argentinas continúa intocable y la eliminación de las cuotas obligatorias, así como otros beneficios que enriquecen a los sindicalistas, se preservan indemnes. O sea, se revelaría que ciertos principios son negociables.

Más que al principio de revelación, esto recuerda a la intención paradójica, recurso debido al médico, psiquiatra y pensador austríaco Viktor Frankl (1905-1997), padre de la logoterapia, disciplina que propone la sanación a través del descubrimiento del propósito existencial del consultante. Frankl comenzó a usarlo en Viena en 1929, en el hospital psiquiátrico de la universidad. Consiste en inducir a la persona

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a hacer lo que teme que ocurra. Si teme al insomnio, se le propone que se esfuerce en no dormir. Si padece pánico a hablar en público, se lo impulsa a que lo haga, y así en más. “El vínculo vicioso de la ansiedad anticipatoria queda entonces desmontado”, dice Frankl en su libro La voluntad de sentido. Enfrentado a lo que teme y atravesada la situación que produce el miedo, agrega el autor de El hombre

en busca de sentido, el fóbico deja de huir de sus miedos y el obsesivo cesa de luchar contra sus obsesiones. Tanto los miedos como las obsesiones suelen proyectarse sobre personas, y ante estas se puede sentir odio o pánico. La revelación de la intención paradójica es que tanto lo que se odia como lo que se teme, lo que obsesiona como lo que provoca paranoia (creerse siempre amenazado o acechado) pueden ser, finalmente, imágenes propias que se depositan en otros. Hasta que el principio de realidad revela que no todo lo que se mueve es un enemigo, no todo fracaso es un triunfo ni una derrota es un éxito.

* Escritor y periodista.