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asuntos internos

Revitalización de un género

Tomas150
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Cinco años atrás, cuando este suplemento apareció y desde este mismo espacio, publiqué una serie de columnas que pretendían llamar la atención sobre la casi inexistente publicación de libros de cuentos en la Argentina. No es que creyera demasiado en la barrera de los géneros, ni que pretendiera que uno fuera más relevante que otro, pero teniendo en cuenta la rica y extensa tradición cuentística rioplatense, la inquietud apuntaba más bien a tratar de dilucidar las razones de la escasez de apuestas editoriales relacionadas con el relato, el cuento o la llamada narrativa breve. Las informales explicaciones de los editores argumentaban que el cuento no vende (algo que suele escucharse desde hace décadas sobre la poesía), que es más fácil comercializar un libro por su trama (como si una novela fuera sólo la historia que cuenta o pretende contar), que los libros de relatos son demasiado pequeños (y por ende, el margen de ganancia también), o que suele tratarse de la parte subsidiaria de la obra de un autor (y no al revés, como si no existieran cuentistas).

Cinco años después, la situación ha cambiado radicalmente. A partir de 2005 hubo una larga serie de antologías temáticas y generacionales que pusieron al cuento nuevamente en circulación. Y al mismo tiempo se crearon diversos espacios y grupos de lectura en bares, librerías y centros culturales, que explotaron las potencialidades interpretativas y performativas que ofrecen los géneros breves. Finalmente, las editoriales parecieron animarse a editar otra vez libros de relatos, y ya no sólo de escritores consagrados, sino de nuevos autores o cuentistas inéditos. Hoy, no son pocos los sellos que crearon o relanzaron colecciones específicas para el género. Alfaguara acaba de publicar los cuentos completos de Marguerite Yourcenar (foto), en la misma biblioteca donde en los últimos dos años reeditaron los relatos de Julio Cortázar, William Faulkner, Vladimir Nabokov, Juan Carlos Onetti, Hebe Uhart y Rodolfo Fogwill. Emecé, en una serie dirigida por Mariano Valerio, diseñó una colección para publicar autores jóvenes locales donde ya aparecieron los cuentos de Oliverio Coelho, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y Federico Falco. De hecho, no son pocos los que creen que tres de los mejores libros de nueva narrativa aparecidos en los últimos años fueron de relatos: 76, de Félix Bruzzone, La hora de los monos, de Falco, y El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti.

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Aprovechando esta aparente revitalización del género, la editorial El Ateneo me llamó para coordinar, todos los lunes y a lo largo de noviembre, una serie de mesas llamada “Instrucciones para leer un cuento”, que forma parte de la celebración de los diez años de la librería Grand Splendid. El ciclo arranca pasado mañana a las 19 en el local de Santa Fe y Callao, con la presencia de Uhart, Leonardo Oyola y Eduardo Muslip. Y sigue el 15 con Bruzzone, Schweblin y Gustavo Ferreyra, el 22 con Coelho, Enríquez y Gustavo Nielsen, y el 29 con Luis Chitarroni, Daniel Guebel y Pablo Ramos. Cada autor leerá un texto, y luego debatirá junto al resto acerca de la manera de abordar su propia literatura. Y ya que estamos, una idea: ahora que el cuento parece haber recuperado finalmente cierta visibilidad, ¿no será el momento de apostar por la poesía?