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Rinaldi y el descubrimiento de la sociedad

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Excandidato. El referente porteño finalmente terminó renunciando a su postulación a legislador. | prensa PRO

Alrededor del modo en que en este tiempo es tratada la noción de libertad se puede reflexionar sobre un pensamiento sociológico en relación con la función que cumplen las palabras al momento de procesos de interacción, y para ello se debe recurrir al concepto de semántica. Quien utiliza como estandarte la idea de libertad, como contraposición a la de la limitación, lo hace como un recurso comunicacional de ahorro de energía en el proceso interactivo y sin necesidad de mayores aclaraciones. No es una definición de vida, ni ética, ni política, es solo un atajo para seguir hablando y detectar amigos y rivales, a una velocidad superior.

Prácticamente toda la teoría social moderna se ha desarrollado alrededor de la idea de cómo pensar el modo en que el hombre o la mujer podrían tratar, en mayor o menor medida, su imaginado destino. El concepto de que alguien pueda decidir sobre su futuro, que pueda elegir una carrera o un oficio con independencia de los orígenes familiares o de limitaciones externas, es solo detectable en el tiempo que inaugura la modernidad y que de manera muy genérica la sociología ha denominado como proceso de “individuación”. El tiempo que simbólicamente inicia la Revolución Francesa es el de personas que pueden pensarse como resultado posible en relación con una construcción propia y no de un destino inmodificable, y que por lo tanto buscan desde ese momento hacer de ellos y ellas algo distinguible de la sociedad masiva. Así, ni Javier Milei ni Diana Mondino traen en relación con esto mucha novedad conceptual. Su secreto está en el uso de una aproximación teórica como manera de desplegar el conflicto dentro del sistema político. Sirve fundamentalmente como contraste.

El paso siguiente del abuso de la moral es la arbitrariedad y la imprecisión

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La forma en que la sociología hace presentes estos temas es como alternativos conceptualmente y se basan, en cambio, en la descripción de una tensión. Para esta disciplina no hay aquí una esencia de lo bueno o lo malo, o de lo sano o enfermo, sino un inconveniente operativo en el que la distribución de pesos voluntarios entre individuo y sociedad nunca es del todo clara. ¿Alguien podría realmente ser libre frente a una masa comunicacional descomunal y altamente diferenciada como la sociedad moderna o solo podría sobrevivir buscando mecanismos de adaptación para ir comprendiendo mejores maneras de lograr éxitos contra fracasos? No se trata de este modo sobre los límites o las habilitaciones para una mayor libertad, sino sobre los condicionamientos que siempre existen en cualquier proceso social.

El affaire alrededor de Franco Rinaldi permite comprender el modo en que la sociedad ejerce su presión, si es que el agente que intenta ser indiscriminadamente libre no diferencia lo posible de lo no admitido. Rinaldi hace solo aparente humor con judíos, gente de bajos recursos y homosexuales, marcando con indudable éxito su separación del tiempo del mundo en que le ha tocado transitar y dejando en una situación compleja al espacio político que se le ocurrió cobijarlo como una opción electoral interesante. Justamente, la libertad no es nada sin el tiempo que le da sentido.

Para Milei y los suyos, los conceptos liberales no son una herramienta teórica, sino un arma útil en este contexto de bronca colectiva, de modo que cobran sentido en el contexto presente. La sociedad que lo abraza fue hace años estatista, y un tiempo antes adoradora de un Estado privatizador, porque la política desarrolla sus operaciones en los momentos que definen lo posible de lo no posible, y no es nunca una esencia quieta en relación con una estructura de preferencias en donde podrían encontrar los trazos de la sociedad correcta, sino en los caminos mismos que esta construye mientras lucha por sobrevivir. El resto es lo que se dice mientras las cosas pasan, porque de algo hay que hablar. Hoy, por ejemplo, de la libertad. Sus protagonistas tendrán que soportar las decepciones futuras de una sociedad que volverá a rotar.

El poder de las listas

Tanto Milei y Mondino como Bertie Benegas Lynch se someten a un inconveniente adicional al momento que introducen la idea de moral en sus descripciones. Con la moral se da un salto a la imprecisión y a la rigidez, a pesar de que trate de ser presentada como un componente determinante que separe, luego de su aplicación, el bien del mal. Con algo de atención se puede observar que en realidad la moral, en la sociedad moderna, no tiene vehículos claros para poder ser llevada a procedimientos con resultados evidentes. El derecho tiene normas y procedimientos, la economía dinero y precios, los medios de comunicación noticias, el sistema educativo un calendario lectivo y un sistema de grados y años, y el sistema político una ley que define la manera de llegar al gobierno a través de elecciones; pero nada de esto tiene la moral. Por más que se busque, la moral solo puede ser vehiculizada a través del esfuerzo por imponer la propia preferencia de lo considerado bueno, en contra de lo considerado malo, pero sin ningún elemento objetivo que lo precise.

El paso siguiente del abuso de la moral es la arbitrariedad y la imprecisión, que solo puede ser sostenida con la obstinación de quien la ejecuta, a pesar de los fallos. Mondino defiende la libertad de expresión de Rinaldi haciendo referencia no a sus dichos, sino atacando lo que ella denomina como “progresismo hipócrita”, pero no logrando nunca ver en los movimientos sociales o en los receptores de ayuda social a personas capaces de pensar por sí mismas y de ejercer decisiones voluntarias. Es decir, Rinaldi sería libre porque piensa como ella, pero alguien en una marcha, a cambio de dinero (y que podría pensarse como una herramienta de mercado) es asignado por su reflexión como alguien sin voluntad. La precisión de esta diferencia no queda clara, y es solo depositada en una mirada sin mayores precisiones que la de las propias preferencias.

El desequilibrio de la libertad de Patricia

El fracaso de los dos procesos de gobierno recientes, el de Macri y el de Alberto Fernández, ha colocado el escenario perfecto para que una fuerza alternativa, que representa especialmente la bronca generalizada con el sistema, adopte por un tiempo la recepción de esos votos. Milei se encuentra con ellos, de repente se encuentra en ascenso por una fuerza típica de Occidente en la que esquemas medianamente sólidos de bipartidismo ingresan en procesos de cuestionamiento generalizado y hacen uso, no de un movimiento cruzado de votos (de JxC al peronismo, o al revés) sino de una tercera opción. Como todo lo que ocurre en la sociedad, necesita de un supuesto sentido, algo que haga de aparente racionalidad lo que sucede, creyendo ahora que el giro a la derecha es una realidad producto de procesos de reflexión de modelos. En realidad, como con el kirchnerismo, es solo un recurso semántico para seguir alguna corriente.

La confusión más problemática de esto es el no registro de que se trata solo de una palabra o formas del decir para pasar el tiempo. La creencia en que hay un convencimiento de mayor conservadurismo hace que los protagonistas del sistema político se sientan libres de poder expresar ideas discriminatorias de todo tipo y hasta de incluirlas en planes de gobierno. La sorpresa por detectar que hay comportamientos y dichos inaceptables es tratada por estos como decepción y bronca, igual que la de un niño que sufre el peso de la sociedad en su crianza. La diferencia es que a los 5 años es aceptable, en la vida adulta es casi una vergüenza.

*Sociólogo.