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El desequilibrio de la libertad de Patricia

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JxC. Los debates en la coalición opositora exponen los problemas operativos de la libertad. | cedoc

Los aspectos de definición alrededor de la idea de “libertad” intensamente utilizada dentro de Juntos por el Cambio merecen un poco más de precisión en sus posibilidades de despliegue operativo. En particular, pareciera que la libertad sería un atributo basado, no en la disponibilidad de uso de una voluntad personal, sino en la cesión voluntaria y autónoma que una nueva gestión de gobierno, con capacidad de prometer un orden específico de libertades, ofrecería unas buenas y aceptables, contra otras malas y desagradables. Así, la libertad sería garantizada sobre la base de un proceso de desequilibrio.

La forma en que la política argentina ingresa a la idea de libertad responde a esquemas de oposición. El atajo que la trae al centro del drama electoral es ser una ayuda más bien semántica de antagonismo con un rival, pero sin necesidad del uso de herramientas filosóficas, legales, psicológicas o sociológicas que debatan en torno a lo que podría determinarse alrededor del ser libre en la complejidad del mundo moderno, o de ser limitado en algún tipo de voluntad como oposición a la chance de deseo de una persona. La semántica permite, justamente, un uso propio e independiente de sus condiciones de surgimiento haciendo de una sola palabra un acumulado de sentido listo para ser utilizado en contextos nuevos sin necesidad de mayores aclaraciones. Se puede reclamar libertad como una repetición insistente, pero siendo preso de su mismo uso indefinido y cosificado.

El ritual kirchnerista y la individualidad del PRO

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Mucha gente ha logrado sentirse intelectualmente importante quejándose entre conocidos del populismo, y sin necesidad tampoco de incluir precisiones sobre el asunto. Los gobiernos de tipo populista fungirían como los enemigos del progreso y del crecimiento económico y serían de este modo ellos los ejecutores de las limitaciones a las personas producto de un afán excesivo de control sobre toda actividad posible. A través de estos se desplegaría una suerte de embrutecimiento de la gente, que sería entonces más bien poco inteligente, y que necesitarían de la salvación a través de una nueva generación política que les permitiera ser libres sobre la base rígida y convencida de una nueva dirección ordenada de otros y otras dirigentes. El recurso semántico de “libertad + populismo” encierra el secreto de una sociedad también dirigida, pero por otros vehículos.

La teoría marxista debate temas similares desde su origen. El sistema capitalista global operaría como un mecanismo de cosificación de las relaciones personales transfiriendo la subjetividad del trabajo creativo humano hacia mercancías, y que luego en el mercado asumirían valores cuasi subjetivos como un fetiche a ser adorado por una supuesta cualidad de la que en realidad nada poseería y delegando el protagonismo de las personas, a las cosas. Sin embargo, existe de manera interesante en esta tradición una mirada optimista sobre la condición humana, ya que la batalla revolucionaria por el cambio de sistema de producción económico ofrecería una recuperación de las condiciones intersubjetivas, logrando recuperar la libertad de las personas versus el despliegue tiránico de la máquinas y rescatando al hombre de las garras de los empresarios y de su máximo exponente de explotación ideológica: el Estado. Aunque el final se trata de un armado comunitario, existe de este modo también la idea de una libertad obnubilada por un desarrollo alienante que necesita ser desenmascarado para ofrecer una libertad cierta y no mentirosa. Para sorpresa de algunos posibles, puede indicarse que hay un poco de marxismo en Patricia Bullrich.

Carolina Losada y la residencia artificial

Los debates dentro de Juntos por el Cambio exponen los problemas operativos de la libertad y su contraposición con su simple uso semántico. Patricia Bullrich agradece a Zelenski su importante reconocimiento diciendo que “su agradecimiento es el nuestro, por defender los valores de la libertad”, pero se muestra muy opuesta y defensiva al momento en que Horacio Rodríguez Larreta ejerce su libertad de invitar a Schiaretti a la coalición electoral que todavía comparten. En un programa de televisión también Bullrich asegura que “el que va al corte no tiene más beneficios” en relación con ejercer limitaciones al acumulado incesante de cortes de calles, pero dejando en evidencia la tensión compleja entre el reclamo de queja que permite la libertad en democracia y las limitaciones que podría ejercer desde su propia persona a quien tenga intenciones de hacer uso de ella. Quien reciba dinero no podrá quejarse, o algo así como un Estado total.

La propuesta de libertad se ofrece en condiciones de una cesión de derechos a condición de determinados comportamientos que siempre podrán ser evaluados y puestos a revisión, y comenzando, en este caso, con su contendiente interno. Pero, ¿cómo sería definible la condición de autenticidad en Juntos por el Cambio? ¿Es Schiaretti el único peronista en escena dentro del PRO? ¿Qué condiciones precisas definen el acceso y cuáles el no acceso? El inconveniente es la inexistencia de procedimientos que puedan funcionar como programas para conducir los procesos de decisión, lo cual obliga a colocar en su reemplazo a debates más bien de carácter moral sobre la consideración de un comportamiento biográfico que debe también abstraerse de la misma Bullrich y de demasiados otros. Quien hace uso de la moral, por falta de mecanismos formales, necesita producir un desequilibrio que determine los incorporados e incorporadas a base de supuestos valores esenciales (aunque después puedan cambiar). Un partido sin reglas permite estos desequilibrios personales.

Massa al poder

El peronismo está algo más acostumbrado a los debates por una supuesta esencia. Desde el derrocamiento de Perón en 1955 demasiadas corrientes internas han salido en reclamo de lo que sería la orientación ejemplar y auténtica del partido, y aprendiendo que cada tanto le toca a uno, y cada tanto a otro. El kirchnerismo ha construido una tradición dominadora que ha sabido resistir más allá de cualquier desafío, pero que no teme en describirse como el resultado incesante del liderazgo de la actual vicepresidenta sin necesidad de debatir por la libertad o la no libertad. Para ellos, la libre determinación de las personas será el resultado de una gestión estatal superior que insistirá recurrentemente en ser dominadora del mercado y de todos los enemigos posibles que surjan en apariencia. Igual que Bullrich, Cristina también es un poco marxista.

Juntos por el Cambio se acerca a la elección contra el “populismo” con una oferta de un Estado fuerte que dirija el orden social, que separe lo aceptable de lo no aceptable. Promete cambiar leyes, regulaciones y modos del gasto; asegura animarse a tomar decisiones autónomas y ser claro en quién es el que manda. Promete, evidentemente, un Estado presente. Lo más remarcable es su asombrosa expectativa en el comportamiento virtuoso de la economía. De los planes se iría directo a puestos de trabajo, con la esperanza de que el mercado los absorba. Así, todo el poder será dirigido al comportamiento social; y toda la libertad, a la economía de mercado. En definitiva, allí están los únicos realmente libres, porque el resto, son todos planeros sin conciencia, ¿no es cierto?.

* Sociólogo.