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El ritual kirchnerista y la individualidad del PRO

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La plaza de Cristina. La autocelebración como intento de unidad preelectoral. | AFP

Un cierto tipo de continuidad está siempre presente en cada nueva acción social, y eso por lo general adquiere la forma de la dependencia. Nada de lo que se realiza podría exponerse como el resultado de un proceso de reflexión aislado sobre la base de mecanismos individuales racionales, sino como la obligatoriedad de una necesidad de acción que se impone en función de las condiciones que un proceso social, que acaba de ocurrir, ofrece como estímulo en relación al que hay que darle una respuesta. La sociedad es una descomunal red de condicionantes.

Un señalamiento de este tipo permite orientar la atención no a elementos puntuales, esenciales o simplemente de personas, sino a las estructuras operativas que permiten que la sociedad pueda seguir funcionando. Esto aplica en la sociedad moderna tanto al aumento especializado de las relaciones entre dos personas, en los que el vínculo amoroso funciona como su ejemplo paradigmático, así como a las condiciones que ámbitos más variados –y con mayor complejidad de volumen comunicacional– influyen sobre las prácticas de lo posible y lo no posible desde ellos.

Sobre estos últimos se puede pensar en sistemas de organizaciones o en sistemas sociales diferenciados en sus funciones, como el derecho, la política o la ciencia. Para poder ser parte en algo de todo esto, desde las relaciones de pareja hasta los fallos judiciales, habrá siempre que comprender qué acciones aumentan la chance de su continuidad y cuáles las de su ruptura.

Cada acto de CFK se exhibe ya más como un ritual de identidad que como una definición política del presente

En sociedades precapitalistas se pueden encontrar a los procesos de continuidad situados en los mecanismos de los rituales sagrados. Si bien sus dinámicas de reproducción no se basaban en procesos de innovación al ritmo actual, ni se trataba de dispositivos de diferenciación interna entre sus mismos integrantes, encontraban en el ritual el rol del presente en función de un pasado con sentido.

Esto expresa que la cuestión de luchar por sostener la continuidad no es algo propio de este presente, sino que el presente expone sobre esa misma demanda procesos mucho más amplios, complejos y simultáneos, pero que tiene sus primeros esfuerzos en un pasado no tan antiguo. La política, lo que ocurre en las operaciones del sistema político, es uno de esos ejemplos.

El kirchnerismo derrocha repetición. Sus encuentros, discursos y explicaciones tienen la indiscutible característica de un entramado de sentido cuyo sostenimiento en el tiempo es de asombrosa constancia y sobre condiciones casi inquebrantables. Existe en esto algo precapitalista, ya que parece el pasado –más que el presente o el futuro– el dador de sentido para todas sus prácticas. Cada acto de Cristina Fernández de Kirchner se exhibe ya más como un ritual de identidad que como una definición política del presente.

En todos los discursos hay una insistencia en el rol de Néstor Kirchner, en el pago a la deuda, en los éxitos de ese pasado en la distribución del ingreso, en la estatización de YPF y las AFJP, en la crítica a la justicia, en la importancia de la industrialización y el valor agregado, o en los gestos irónicos acompañados por la risa gestual de los otros asistentes. Así, siempre igual y del mismo modo, quien busque allí definiciones alternativas puede con real facilidad caer en el aburrimiento de lo que ocurre una y otra vez. Justamente porque esas cosas que se dicen son casi lo menos interesante. En realidad, todo se trata del encuentro. Porque ese encuentro mismo es el que busca sostener la continuidad de una fuerza como un ritual de sobrevivencia.

Macri vive preocupado por no dejar que su partido procese mecanismos de recambio que lo dejen con menos protagonismo

Algún secreto de éxito esto produce y, precisamente, no tiene que ver con el contenido de las ideas. La práctica de ese modo de celebrarse entre ellos asume las condiciones para que ese tipo de sistema social de la militancia y la identidad pueda encontrarse en algún tipo de desarrollo de organización partidaria y electoral que intente lograr unidad para procesos electorales próximos.

Cristina dijo que a pesar de las diferencias (con Alberto Fernández) este gobierno había sido mejor que un posible segundo gobierno de Macri, generando una forma extraña, pero efectiva, de halago enmarañado hacia una persona despreciada, pero que por este ejercicio de imaginación contrapuesta pasaba por primera vez a ser incluido en un proceso de tradición que lo incluía también.

Como Jimmy Page y Robert Plant desoyendo los ruegos del público para que tocaran Stearway to Heaven, Cristina no ofrecía gestos a los ruegos del público por un mandato adicional. Con esa acción colocaba por primera vez en el futuro algo diverso, pero que solo podría tener sentido como resultado de esa acción colectiva de reconocimiento. El pasado es el que legitimaría el futuro, y el Frente de Todos podría todavía ser competitivo.

Los problemas crecientes en Juntos por el Cambio pueden pensarse como una contraposición en la carencia de mecanismos de sentido integradores, es decir en los “no-rituales”. La casi inexistencia de lo simbólico ofrece demasiado protagonismo a los procesos y exigencias individuales, lo cual va llevando a engranajes de fracturas sobre rivalidades interpersonales y ambientados en cruces difíciles de seguir sobre qué hacer con sus respectivas promesas de gestión.

En su origen hay mucho de déficit simbólico. ¿Cuál sería la alegoría que representa la fundación del PRO? La obsesión originaria ha sido fundamentalmente ser lo contrario al kirchnerismo, sin que eso sea solventado más que en cuestiones prácticas de lo que estaría bien como modelo de país en términos de gestión. Uno de sus aliados no tiene ese problema, porque el radicalismo conoce y respeta sus rituales de origen y otros más nuevos (y demuestra que igualmente el tenerlos no garantiza votos), pero ofrece la pregunta del modo en que el PRO podría o no resolver sus rituales de repetición para solventar su misma continuidad.

Massa al poder

Uno de sus intentos conceptuales, aunque no del todo consolidado, es esta captura de las ideas de libertad y república que han intentado traer algo de valores para dar sentido a la práctica. Sin embargo, eso todavía suena más a búsqueda en forma de atajo en libros ajenos que en proezas propias. En el origen de su historia está una sola persona, que vive hoy preocupada por no dejar que su partido procese mecanismos de recambio que lo dejen con menos protagonismo. Como no hay tradición, como no hay ritual, solo hay presente. Presente y batalla por el futuro cercano.

No es del todo seguro que sea de esta manera, pero los dichos de Cristina apuntan a unir filas al mismo tiempo que en JxC sus filas equivalentes no paran de abrirse. Patricia Bullrich parece dedicarse a repartir cargos y a disfrutar de seleccionar a sus candidatos pero sin evitar los daños de los arrojados en el desencuentro de esa decisión ajena. Allí, quien no es seleccionado corre hacia nuevo sitio sobre la base de su propia necesidad individual.

En el camino de esta elección se debate una relación con el tiempo y las tradiciones. Aunque parezca lo contrario, Cristina muestra comprender mejor que Macri su relación con el futuro y deja preparado el decorado para un nuevo sucesor. Macri hace algo diferente: parece trabajar para que uno de ellos no sea nada, porque evidentemente la independencia de su individualidad no le resulta muy atractiva.

*Sociólogo.