Espeso y ácido el olor que se respira en el fútbol. Las horas que llegan, este domingo, tensas e imprevisibles. De los dos partidos cuya disputa estuvo en discusión por diversos motivos, sólo se jugará uno. Porque el show debe continuar. Tarea infatigable la del Gobierno, la de la AFA y la de la televisión. Por distintas razones, todas adheridas a la conveniencia de sus intereses, como la enredadera se arrastra por la pared y todo lo cubre, unos y otros se movieron con la desesperación de los que buscan ayuda para las víctimas de una catástrofe.
Un comunicado patético del Comité de Prevención y Seguridad para Eventos Deportivos decía esa tarde que mantenía su postura “histórica” de no permitir espectáculos deportivos de la Provincia en la Capital. “No se realizará ninguna excepción”, rezaba. ¡Pobres! El partido real de la decisión se jugaba más arriba. Allí donde poco importaba hacer jugar a Tigre a veinte calles de Nueva Chicago, con tal de que el circo funcione. En River-Newell’s la encrucijada fue mayor. A las seis de la tarde del viernes, la agencia Télam anunció que un juez Romero había dado la orden de que se disputara, pero veintidós minutos más tarde pidió a sus abonados que no consideraran ese parte. No se supo si el juez existe o si lo convencieron de lo contrario. Todo puede ser. Para la AFA, detener la marcha podía significar lo mismo que para un tratador detenerse. Si aflojaba, retomar la marcha era más difícil. Claro que las consideraciones tenían escaso aporte del menos común de los sentidos. Finalmente, la AFA decidió ayer la suspensión por“decisión del juez. Una lástima, habrán pensado algunos... porque en la falta de pulso de los tiradores radica la mayor esperanza de los organizadores.
En fin, a no dramatizar: siempre que se temió lo peor, reinó la más absoluta tranquilidad. Y si hay alguna muerte, después“pasa, como todo. El torneo se inició con la marca de mafia y afano del negocio hecho con la televisión. Esos 180 millones de pesos por lo que ahora son diez partidos televisados es el camión por donde se expele el olor a podrido de la Dinamarca de la calle Viamonte. Los clubes están técnicamente arruinados, obligados a vender y sin chances de incorporar. Los pases de los jugadores se hacen en varios clubes,–de los que River es el buque insignia a través del Locarno, de grupos inversores o contratistas en el medio. En la puerta, mientras viven, los barras se paran con un megáfono a gritar ““queremos la nuestra””. El último torneo terminó con una muerte y éste empieza con otra. En la primera fecha hubo una postergación insólita del partido de River en Jujuy. Era más grave volver de Corea tan sólo quince días antes del primer partido que las condiciones en las que se iba a jugar hoy. A Tigre, que el viernes iba a tener todo listo para jugar en su cancha, le inspeccionaron el estadio dos días antes pero, cabe decirlo, a Tigre le gustó que se lo hicieran. En vez de ser local, hoy comparte generosamente ese derecho para que haya más seguidores de Independiente en la cancha y mayor comodidad para la televisación. El presidente de River no fue a la conferencia de prensa que el club ofreció horas después de los balazos que terminarían con la vida de Gonzalo Acro, porque la institución no tenía nada que ver. Quizá no se acordaba de lo que había dicho en Diputados: que Acro no trabajaba en la seguridad de River. De eso estaba seguro. Más que el señor Córdoba, uno de los dirigentes que sí estuvo en la reunión con los periodistas, quien, para justificar el salario, lo puso en la pileta, en seguridad, le adjudicó horas extras y todo lo que, diversificado, permitiera entender que el sueldo del hombre ahora asesinado era un arreglo lógico para el club de dirigentes“millonarios. Desde el campo, Grondona piloteaba la situación del viernes. Haciendo promedio con el canto de los pajaritos y la naturaleza más propicia, hablaba con ministros, AFA, Independiente, Aguilar, Don Chicho y la Mignon. La televisión perdía sin los dos partidos en cuestión. El torneo se empieza a desflecar y a quedarse sin fechas, porque luego viene el negocio de la Conmebol con la Supercopa, que es plata muy fuerte, cuyas sobras les tirarán a los clubes. Un paliativo más para que se estire la prestación, como la masa de los tallarines. Había que arreglar el entuerto, entonces. En eso estuvo. Hoy salen a la cancha algunos de los que debían hacerlo. Quienes los empujan al terreno rezan como los toreros antes de la corrida. Es que hay mucha plata en juego, y al toro hay que salirle. Más exigidos que nunca, llevan banderillas para clavarle a la tarde. Y si la pueden, es decir si nada ocurre, oleee... Vamos todavía que hoy no se nos ha muerto nadie y que callen en los mentideros esos resentidos que todo lo critican.