COLUMNISTAS
La mira en macri

Salud y balance

Cómo sigue el Presidente tras la arritmia. La frustración Báez. Y los seis meses de gestión.

Lázaro Real State, Lázaro Báez.
| Dibujo: Pablo Temes<br>

Mauricio Macri ha evolucionado bien de su fibrilación auricular. Los controles que se le hicieron en la semana lo confirmaron. Durante un mes estará medicado con un antiarrítmico –la droga que se eligió es la amiodarona– y un anticoagulante. Cumplido ese lapso se le realizará un Holter (que es un electrocardiograma de 24 horas) y, basándose en sus resultados, se decidirá qué hacer. Si, como esperan sus médicos, esos resultados son normales, se procederá a discontinuar la medicación. Mientras tanto, el Presidente puede hacer una vida normal. Como lo contó el doctor Simón Salzberg, jefe de la Unidad Médica Presidencial y quien estuvo a cargo del caso, cuando se le informó que debía internarse la primera respuesta de Macri fue negativa. Luego del secretismo con el que se quiso ocultar el tema –el artículo de Jorge Fontevecchia del domingo pasado lo describe de manera impecable–, la información fue clara. Contribuyó a ello que el mismo Salzberg hablara con los medios para aclarar todas las preguntas que ningún parte médico puede satisfacer. Al respecto, una observación y una sugerencia. La observación: el parte médico no llevaba firma. La sugerencia: sería bueno que dentro de un mes, cuando Salzberg deba informar los resultados del chequeo, se le asigne la Sala de Prensa de la Quinta de Olivos o de la Casa Rosada para que pueda hacerlo con el orden y la tranquilidad que amerita la importancia de la información que suministre y responder las preguntas que se deriven.

Báez. La semana previa a la declaración de Lázaro Báez ante la Sala II de la Cámara Federal estuvo plagada de expectativas que fueron fogoneadas por el entorno del empresario y por abogados y fuentes judiciales que funcionan como satélites interesados. La irrupción en escena de Leandro Báez, el hijo menor, asegurando que el juez Sebastián Casanello dirigía la investigación hacia su padre sin ahondar en los funcionarios aumentó la expectativa. El tribunal formado por Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Farah, que esperaba la declaración de Lázaro con interés, debatió la forma y las garantías que se le darían para que todo lo que dijera el pasado lunes 6 quedara asentado. El testimonio se grabó, pero el clima de expectativa se desinfló. Báez no sólo no hizo alusión al supuesto vínculo entre Casanello y Cristina, sino que se mostró hosco y medido en sus palabras. En la previa se creía que el empresario iría a declarar para acreditar ese vínculo, presentar los números de cuentas bancarias de la ex presidenta y acogerse al programa de arrepentidos. Nada de esto sucedió. Su exposición fue tan poco interesante que, a los veinte minutos, se dio por finalizada la audiencia.

Superada esta instancia, la calma volvió a Comodoro Py. No obstante, el clima sigue enrarecido. Una pregunta flota en el entorno de los jueces: si el dinero de Báez provenía de la obra pública, más allá de su asignación de manera preferencial y de los sobreprecios, se estaría ante un origen lícito. “Los sobreprecios son otra historia y el juez parece bien rumbeado en esa investigación, pero, por más que el delito de lavado de dinero suena bien ante la opinión pública, deberá quedar bien acreditado”, asegura una fuente tribunalicia. Quienes conocen el proceder de la Sala II aseguran que el tribunal se tomará al menos diez días más para expedirse sobre la situación del juez Casanello y otros pormenores de la causa. “Los magistrados quieren volver a revisar todo el expediente para desentrañar una maraña de incógnitas que van más allá del accionar del juez”, aseguran.

Otro dato para recordar: en diciembre de 2015 Casanello dictó la falta de mérito de Báez en el caso del presunto lavado de dinero por la compra de un campo en Mendoza, fallo que el fiscal no apeló.

En la Justicia todos dan por segura la relación o sociedad entre Báez y la ex presidenta, pero hay demasiadas inconsistencias en el expediente que, de tomar decisiones apresuradas, complicarían la acreditación de ese vínculo.

Balance. Se cumplieron los primeros seis meses de la gestión de Mauricio Macri. En el haber están el levantamiento del cepo, el arreglo del conflicto con los holdouts, el pago de la deuda con los jubilados y una actitud de diálogo con los opositores que antes no había.

En el debe están los decretos de necesidad y urgencia del comienzo de la gestión, los despidos, la inflación, el brutal ajuste tarifario, la falta de un plan de contingencia para defender a los consumidores del incremento de precios, el aumento de la pobreza, la inseguridad y el incumplimiento de la promesa de modificación de las escalas del impuesto a las ganancias.

Se deben agregar dos errores que se repiten. Uno es la falta de previsión de los efectos predecibles de algunas medidas, como el tarifazo. Es increíble advertir que nadie en el Gobierno pensó que para mucha gente esos aumentos son imposibles de pagar. Lo mismo vale para el decreto por el que se intentó designar a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como ministros de la Corte. Es verdad que luego hubo rectificaciones, pero en el primer caso son aún insuficientes para muchos, y en el segundo produjeron un daño político de difícil reparación.

El segundo error es el de la mala comunicación. Hay que reconocerle al Gobierno una actitud de apertura a la prensa que no existió durante el kirchnerismo. Hay conferencias de prensa del Presidente y de sus funcionarios, y hay pluralidad en los medios públicos.

El problema es el contenido de lo que se dice. Así pasó con el índice de inflación (se insistió durante meses con un índice del 25% que ahora se reconoce imposible de lograr), o con la reactivación para el segundo semestre que deberá aguardar hasta el último trimestre.

Se sabía que para cualquiera de los candidatos que hubiera ganado la elección habría sido imposible desactivar la bomba de tiempo que dejó el kirchnerismo sin generar efectos colaterales adversos para la mayor parte de la ciudadanía. Eso obligaba a quien ganase a tener elaborado un plan de contingencia. Y en muchos aspectos, el Gobierno demostró no tenerlos.

Es la moraleja que dejan estos primeros seis meses de Macri, en los cuales mucha gente la está pasando muy mal.


Producción periodística: Santiago Serra.