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Sanciones y perdones selectivos del Vaticano

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Papa. Muestra más apertura hacia las mujeres, pero dice que eso no significa ingresar en el feminismo eclesiástico. | AFP

Sanciones y perdones selectivos: Es un tópico común observar que el sistema penal es selectivo: elige no siempre con justicia a quién sanciona y a quién dejar impune, un sesgo del poder dominante. Algunas personas encuentran consuelo en creer que Dios va a castigar y premiar de modo justo, y su fe en la resurrección hace que tengan la paciencia de no esperar que eso ocurra en esta vida.

El problema del sesgo de poder no es de Dios sino de “sus lugartenientes sobre la Tierra” (como los llamaba John de Salisbury en 1156 en su Polícrates). El breve Panorama Cultural del sábado dice que el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal fue “rehabilitado” por el papa Francisco, que le levantó la sanción que sobre él había dictado Juan Pablo II (quien lo sancionó como sacerdote, claro, no como poeta).

En el libro, Su Santidad –nos recuerda Nelson Castro en su “mano a mano con Francisco” del domingo– los autores revelan los manejos políticos del papado de Juan Pablo II y su rol en la caída del comunismo. Castro dice “La historia del papado no es solo la historia del catolicismo, sino también la historia de la humanidad” (una historia masculina, agregamos).

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También nos dice “los males del poder –(el más rancio poder patriarcal, redundamos)– son la causa de las intrigas vaticanas”, y describe las resistencias que genera la política del papa Francisco y su Cumbre contra la Pederastia, que tuvo lugar en el Vaticano y de la que da cuenta PERFIL en su sección Internacionales del domingo, al informar sobre la destrucción de documentos sobre abusos por parte de la jerarquía eclesiástica.

Estas dos noticias, la rehabilitación de Ernesto Cardenal y la lucha contra el encubrimiento criminal de la jerarquía católica, hace ver al actual papa como un hombre progresista. Sin embargo, en nuestro país, tres casos de sacerdotes católicos resultan desconcertantes: Christian Von Wernich, condenado a reclusión perpetua por haber participado en los crímenes de la dictadura, incluso torturas y secuestros, mantiene su condición sacerdotal.

Julio César Grassi, director de una fundación que alojaba niños separados de sus familias, preso por 17 casos de abuso sexual, mantiene el privilegio de dar misa y ejercer su ministerio.

 Nicolás Alessio, de fuerte compromiso pastoral, fue enajenado de los derechos propios del sacerdocio por incluir en el ministerio de la fe a homosexuales y divorciados. Raro criterio.

Durante la Cumbre contra la Pederastia, Francisco invitó a hablar a la profesora de Derecho Canónico Linda Ghisoni, pero advirtió que eso no significaba ingresar en el feminismo eclesiástico “porque al final todo feminismo acaba siendo un machismo con pollera”. Desafortunada frase, que a la vez ignora al feminismo y deja impune al machismo.

“La mujer es la imagen de la Iglesia, es esposa, madre”, dijo Francisco, y dejó claro que no se trata de dar más funciones a las mujeres, sino de pensar la Iglesia con categoría de mujer. No nos ha habilitado a las mujeres la posibilidad de juzgar institucionalmente a la Iglesia pedófila, el pensamiento es patriarcal, pero el objeto de ese pensamiento debe incluir la condición de esposa y madre de la Iglesia-mujer.

El poder sigue así siendo preservado como hegemonía masculina. ¿Por qué el Papa se ve a la vez inclinado a mostrar mayor apertura hacia las mujeres en el Vaticano, y advierte que no se considere una inclusión feminista? Porque como dice Daniel Link en su columna de la sección Escritores del sábado, vive “la peor pesadilla: la derecha confesional que considera que la verdad, al mismo tiempo natural y religiosa, tiene un solo enemigo: la ‘ideología de género’”.