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Saturación impositiva, la otra herencia

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Que la Argentina es un país pendular es un hecho ampliamente reconocido. Los impuestos no podían ser la excepción. Pasamos de ser un país con una presión fiscal baja, con una administración fiscal inofensiva, a ser un país con presión fiscal duplicada y “puntera” en los rankings mundiales, notoriamente sentida (sufrida) por los contribuyentes.  
Si una rana salta a una olla de agua hirviendo, sale enseguida porque siente el peligro. Pero si lo hace a una olla con agua tibia que se calienta lentamente, se queda dentro y no se mueve. En materia tributaria saltar del agua hirviendo de manera masiva y manifiesta se llama “rebelión fiscal”.  
Extraordinario e inusual recurso de acción política también conocido como objeción fiscal, resistencia fiscal o desobediencia fiscal, que consiste, técnicamente, en negarse u oponerse al pago de determinado impuesto debido a un desacuerdo con el momento o la forma en que se lo recauda, la legislación aplicada para el cobro o su destino. A diferencia de los “manifestantes fiscales”, que niegan la obligación legal de pagar impuestos, en general los “resistentes fiscales” reconocen que la ley les ordena pagar impuestos, pero aun así se resisten a abonarlos.  Difiere, por supuesto, de la evasión. Recurso individual y antisocial que busca evitar el pago del tributo, engañando o defraudando al fisco.   
 La Argentina de la última década es un caso de estudio por muchísimas razones. Una de esas razones es el hecho de haber provocado los dos más extraordinarios y masivos eventos de resistencia fiscal que se conozcan en el mundo capitalista moderno.
Es una realidad que las inmensas transferencias de ingresos personales a las arcas del Estado, que llevaron a los récords de recaudación, provocaron en muchos casos protestas y organizadas acciones de rebelión fiscal, protagonizadas no precisamente por poderosas corporaciones o selectos grupos de la alta sociedad, sino por miles de chacareros en un caso y empleados sindicalizados, en otro, en abierta oposición frente a costosos tributos popularmente conocidos como “retenciones” (a las exportaciones y a los sueldos).  
Sin embargo, esa mayor recaudación de impuestos no alteró la matriz tributaria, vigente en el país prácticamente desde sus orígenes.
Ese crecimiento de ingresos fiscales se basó en una combinación de factores tales como, entre otros, el mayor volumen de actividad económica interna y de las exportaciones, el crecimiento de la masa asalariada y la negativa a admitir ganancias ajustadas por inflación.
Y por supuesto, mayor recaudación, que obedece a la superación en eficiencia y efectividad lograda por la agencia tributaria nacional (AFIP) en su lucha contra la evasión y la informalidad. Logro, este último, que se ve empañado por una tendencia a abusos funcionales y excesos normativos, y el inaceptable uso político del inmenso poder que tiene el organismo.
Esta situación de saturación, originada en presión de los impuestos + opresión de las agencias tributarias, puede provocar en el futuro nuevas situaciones de rebelión con repercusiones incalculables.  
Nuevos impuestos y nuevos abusos son evidencias de que “el agua sigue hirviendo” para los contribuyentes argentinos. La gran incógnita, entonces, es saber si el poder político pondrá un freno a la extraordinaria presión fiscal vigente y si, además, será capaz de ofrecer nuevas formas de atender los derechos de los contribuyentes.
No se trata, ni es posible, ni se plantea aquí, que el péndulo tributario vuelva a situaciones de bajas recaudaciones o débiles administraciones, sino que los impuestos y su administración se ubiquen en un justo término alejado de los extremos. Para lo cual habría que tener presentes las siguientes premisas: 1) Que los impuestos no afecten la eficiencia en el uso de los recursos. 2) Que los impuestos favorezcan la redistribución social de los frutos del esfuerzo colectivo. 3) Que los impuestos sean flexibles. 4) Que tengan la necesaria cuota de simplicidad. 5) Que las agencias tributarias desempeñen su gestión en base a una sólida base legal, implacable con el evasor, pero considerada y respetuosa con los cumplidores

*Contador, tributarista.

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