Scioli y Macri tienen mucho en común. Comenzando porque ambos construyeron –merecidamente– su popularidad en el deporte y decidieron aprovechar ese capital electoralmente. Pero, ¿qué tienen para aportar, además de popularidad, si la política no se reduce a sólo conseguir votos?
Demostraron gran capacidad de gestión en su ámbito. No se llega a campeón mundial de cualquier actividad competitiva, aunque sea la motonáutica, sin un plan, una visión de largo plazo y persistencia. Y los logros de Macri en Boca, a punto de conseguir el tercer campeonato consecutivo, son aún más consistentes. Pero la capacidad de gestión no es automáticamente trasladable a cualquier problemática. Al frente de un club de fútbol hay un presidente al igual que en un país. Y un club de fútbol puede ser una metáfora de un país. Pero no debe confundirse la metáfora con una metonimia. La metáfora utiliza otra palabra para evocar la correcta apelando simbólicamente a que comparten algún atributo común: fuerte y toro, por ejemplo. La metonimia es la sustitución lisa y llana de una palabra por otra: una parte pasa a sustituir el todo, borrando la diferencia entre lo similar y lo idéntico. La metonimia es muy común en el deporte: Argentina le ganó a Brasil, por ejemplo.
El pasaje de lo simbólico a real también es muy habitual en el leguaje analógico y emocional de los medios audiovisuales, donde la audiencia no puede (y no quiere) diferenciar entre metáfora y metonimia. “Bailando por un sueño” es un ejemplo exacerbado de esa confusión: el presidente de su jurado artístico actúa (y es percibido) como si estuviera al frente de la Corte Suprema y el público goza o sufre esos fallos, pero es sólo una actuación.
En la medida en que se comprenda que se trata de un espectáculo, no hay nada de malo en esa forma de entretenimiento que parece resultar terapéutica y necesaria socialmente desde tiempos ancestrales. Los seres humanos precisamos un espacio lúdico, para completar nuestra existencia, donde lo que no es posible en los hechos pueda serlo en lo imaginario. Precisamos no sólo vivir nuestra propia vida sino proyectarnos en la vida de terceros (real o ficticia) para sentir otras experiencias.
Gestión. Pero aun si por un momento aceptáramos que la gestión pudiera ser trasladable a cualquier campo de la vida, ¿sólo gestión precisa un país? O puesto en otra perspectiva: ¿gestión para qué? Ser un eficaz gerente de una idea incorrecta llevaría más rápido al fondo del error. En el vértice de pirámide de cualquier organización no debería encontrarse sólo un experto en gestión. Primero hay que tener ideas para luego gestionarlas. Gestión sin ideas es como músculo sin cerebro.
Sin ser un conocedor de la problemática deportiva, me arriesgo a suponer que Macri sabe de fútbol, que no sólo es un buen gestor sino que también es un buen ideólogo futbolístico. O sea, sabe.
Leonardo Da Vinci decía que el conocimiento no es el resultado de una tarea sólo intelectual sino, primero, emocional. Que el hombre, de la infinidad de temas que ofrece la vida para su descubrimiento, elige sólo algunas áreas donde concentrar su curiosidad. En palabras de Leonardo: “Es el corazón quien le indica a la mente a qué dedicarse”.
A Macri el fútbol le gusta, lo que claramente se percibe cuando habla de él. ¿Le gusta la política? A veces pienso que, al igual que Scioli, no puede vivir sin reconocimiento público y él mismo confundió sin saberlo metáfora y metonimia. Me sorprende ver que alguien que proclama querer ser presidente del país se aburra en el Congreso y desprecie la actividad legislativa. Podría despreciar la forma corrompida como la practican otros diputados, pero si realmente ama la política deberían irritarlo de tal modo esos impostores que, lejos de llevarlo al desgano que declara, lo tendrían que impulsar a trabajar sin descanso para cambiarlos.
Trabajar es otra palabra clave. Aprovechándome ahora de las metáforas del espectáculo, ¿la pantomima de duelo con la que Roviralta reta a Rial por acusarlo de no gustar del trabajo, o sea de ser un heredero vacuo, sería aplicable a Macri? Abusando más aún, ¿despachar choripanes en el puesto de Castells en Puerto Madero (ahora) como metonimia del trabajo sería aplicable al fútbol? Creo que no, creo que para Macri el fútbol es cosa seria.
Por eso me impresiona que ante sus colaboradores más cercanos en el PRO, incluso ante su socio político de Recrear, Ricardo López Murphi, Macri responda a las críticas que se le hacen por su falta de dedicación a las cuestiones legislativas diciendo que él no nació para eso porque él es “un príncipe”.
Alguien que quiere ser presidente de un país no podría sentirse realizado con el carácter de “príncipe”; aun concediendo ese lenguaje aristocrático (y por demás anacrónico), todo príncipe debería aspirar a ser un buen rey. Catalina la Grande o Federico el Grande de Rusia también nacieron príncipes pero tuvieron el impulso de ser recordados como reyes. No conozco el simbolismo del fútbol pero desde fuera imagino a Macri representando más el papel de “rey” de Boca que el de su “príncipe”.
Príncipe indica hijo. En Rusia aún se conserva el uso obligatorio del patronímico como segundo nombre. La terminación “ovich” después del primer nombre así lo indica. Si Macri viviera en Moscú se llamaría, obligatoriamente, Maricio Francovich Macri. El ser hijo de es otro atributo que Scioli y Macri comparten.
José Scioli, padre de Daniel, fue el fundador de la principal comercializadora de electrodomésticos de los años ’70 y ’80, lo que sirvió a su hijo para contar con más apoyo mediático en el comienzo de su carrera deportiva. La Casa Scioli de electrodomésticos era uno de los principales anunciantes de diarios y televisión, incluso fue accionista de Canal 9 en la era Romay. La psicología tendría algo que decir sobre los hijos de personas muy destacadas en una material, que para resolver su Edipo buscan destacarse (y de ser posible, superar) a sus predecesores en campos diferentes.
El atractivo de la nada. Pero la pregunta de fondo no tiene que ver con sus motivaciones sino con las motivaciones de la sociedad al elegirlos. ¿Por qué Macri o Scioli resultan atractivos políticamente a tantos ciudadanos? ¿Por qué personas que no dicen más que generalidades tienen tan alta intención de voto?
Jaime Durán Barba, el ecuatoriano experto en imagen política que enseña en Georgetown, la universidad más prestigiosa en estudios políticos de Estados Unidos, y asesora electoralmente a Macri, le declaró al diario La Nación: “Que Macri sea frívolo, “eso es sensacional”. Su tesis –el título de la nota era “La política erotizada”– es que el estilo confrontativo de los machos ‘alfa’ está muriendo porque “la sociedad se feminiza” (sic). Que “confrontar es machista” (sic 2). Que frente a un presidente con enorme popularidad como Kirchner, mejor es no disentir para que los votantes no piensen “odia a este tipo que a mí me cae bien. No es una buena idea, eso puede generar un efecto adverso”. O sea 100% marketing, cero política.
Freud escribió en Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa que al hombre generalmente le resulta más atractiva sexualmente una mujer inferior que él. Que la superioridad del objeto de amor hace sentir incómodo al hombre (los expertos en celebridades comentan que al recibirse Isabel Menditeguy, la anterior pareja de Macri, de licenciada en Ciencias Políticas, comenzaron las diferencias entre ambos).
Siguiendo la tesis de La política erotizada de Jaime Durán Barba, probablemente al electorado también lo incomode un candidato que no sólo tenga sino que ostente una abrumadora superioridad intelectual. Y en la mediocridad política de Scioli o Macri resida el secreto de su encanto (usando palabras de Freud, que allí resida “el objeto originario de la moción de deseo” de los votantes). Y también allí resida el interés que despiertan en los políticos de profesión como Menem, Duhalde o Kirchner: los músculos de Scioli o Macri son una máquina irresistible al servicio de sus ideas.
La cuestión republicana.
En algún sentido, Elisa Carrió y Ricardo López Murphy son la antítesis de Macri y Scioli. Al revés de lo que recomienda el asesor de Macri, Durán Barba, ellos son confrontativos, no les escapan a las definiciones y hacen política al estilo clásico.
Y al igual que Macri y Scioli, también son parecidos entre sí comenzando porque ambos salieron del radicalismo.
Un diagnóstico superficial podría concluir que López Murphy era demasiado de derecha (como decía Alfonsín) para seguir en la UCR, lo que su alianza con Macri vendría a confirmar. Probablemente el propio López Murphy cayó en esa trampa conceptual y hoy se encuentre más incómodo que a gusto en el PRO.
Otro diagnóstico del cisma que representó para el radicalismo la pérdida de Carrió y López Murphy no pasa por la frontera entre derecha e izquierda sino por la que separa populismo y republicanismo.
Desde esa perspectiva, Carrió y López Murphy tienen más posibilidades de juntarse que la que tiene López Murphy de continuar con un Macri aliado del duhaldismo. Ese es el sueño de Lilita. Esa es la pesadilla de López Murphy.