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COPA DAVIS

Se disfruta el doble

Mas con garra que con talento, Mayer-berlocq vencieron a Darcis-Bemelmans y Argentina esta 2-1 ante Belgica. A tiro de la quinta final.

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Cuesta muchísimo encontrar las palabras para dar la exacta dimensión del valor que tuvo el dobles que Berlocq y Mayer ganaron en Bruselas. Cuesta por el valor del partido mismo: la Argentina arrancó de modo inmejorable y extendió un dominio pleno y fluido hasta colocarse 6-2 y 5-2 con el saque. La ecuación cerraba por todos lados. Los belgas ya estaban divorciados –Bemelmans fue un contrapeso importante para Darcis casi de punta a punta– y desde la cabina de transmisión importaba casi tanto lo que sucedía en la cancha como en Glasgow, donde Andy Murray se perfila para jugar su primera final de Davis. Tal como venían las cosas, la inevitable apuesta de poner a Mayer en el dobles cerraba por todos lados. Triunfo contundente y poco gasto físico camino a un domingo duro con Goffin. Cuesta por lo que significa entrar un punto arriba a una jornada decisiva que arrancará justamente con el correntino enfrentando al número quince del mundo. Pero con Mayer arrastrando otras cuatro horas de tenis. En las piernas y en el ánimo, no da lo mismo absorber un esfuerzo infinitamente mayor al que viene haciendo tu rival si el premio grande es el de llegar, como Murray, a tu primera final copera. Por eso, este 2 a 1 cotiza tan alto.

Cuesta, además, por cómo se pasó del placer casi relajado de una supremacía inverosímil a un territorio vacilante, complejo, mucho más próximo a la pelea que al mérito técnico. El partido quedó lejos de ser una pieza de colección. Es más. Si alguien tuviese que repasarlo para analizar a una eventual pareja adversaria se encontraría, ya sin la pasión por la batalla y la incertidumbre por el resultado, con algunos errores dignos de otro tipo de competencia de fin de semana. El pobre Bemelmans fue el dueño de gran parte de esos despropósitos. Sin embargo, es injusto detenerse en la falta de lucimiento del juego. Ni siquiera tiene demasiado sentido repasar el recorrido de los cuatro sets para destacar que Berlocq pasó de la excelencia en una primera parte larga del juego a enmarañarse en su propio entusiasmo para, finalmente, devolverle el alma y la decisión al partido que había que jugar para terminarlos antes de la tormenta. O para registrar en qué momento del cuarto set volvió Mayer a ser ese tenista confiable, al cual cuesta devolverle sensatamente un saque; de pronto, dejar de sacarle al revés constituyó una demencia absoluta. Y tampoco lo bancaron sacándole al revés. Menos aún vale la pena hablar de los vaivenes de los números. O de ese momento caliente del segundo set, cuando el árbitro italiano se equivocó en dar primer saque, un punto que los belgas habían ganado legítimamente con el cual hubieran quedado 2-0 en el desempate, en tiempos en los que la Argentina había perdido toda la línea. Curiosamente, ese conflicto fue uno de los tantos momentos de resurrección de Mayer.

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Insisto en que todos estos matices sólo pueden servir para llenar espacio. Lo mismo corre para las perspectivas de hoy, con cierto favoritismo para Goffin y un pronóstico cerradísimo para un eventual quinto punto que, seguramente, jugarán Delbonis y Darcis, de ser necesario. Es más. Si nos pudiésemos abstraer de lo sucedido en los dos primeros días de la serie y hacer foco en el escenario previo, no deberíamos dejar de tener en cuenta que por algo los belgas eligieron este tipo de cancha. Entre otras cosas, lo hicieron para beneficiar a su número uno respecto de su colega argentino y, sobre todo, para elevar el rendimiento de Darcis hasta convertirlo en un escollo muy duro para quienquiera que juegue el segundo single por nuestro país.

Dicho de otro modo, por mucha ilusión que nos dé y por valioso que resulte llegar en ventaja al domingo, una victoria final de los belgas no representaría una noticia de escándalo. Salvo por un detalle no menor: es imposible imaginar lo que sentirían estos muchachos si estuviesen a tiro de poner al tenis de su país en el lugar de excelencia y reconocimiento que jamás tuvo. Eso lo da ser finalista de la Davis. Y puede pesar más que un buen drive o un saque ganador.
Por encima de los nervios y de las especulaciones, es justo y necesario volver a poner el énfasis en lo que lograron Berlocq y Mayer. Nada debe quitarle lugar al mérito de una pareja que ganó otro partido clave, aun sin la virtud de la excelencia o de la ortodoxia. Fue un triunfo auténticamente copero. Además, fuera de casa. ¡Cuánto podríamos detenernos en menudencias, si tanto más con el alma que con la raqueta se dejó a la Argentina una vez más en las puertas de otro sueño copero! Ese suelo esquivo de ganar el maldito trofeo que tanto deseamos.

*Desde Bruselas