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¿Se ’gual?

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Hay veces en que, mirando a mi alrededor, pienso, con pena, que todo da lo mismo. Mentir que decir la verdad. Trabajar que vagar. Ganar dinero honestamente que recibir sobornos. Comprar cosas que robarlas. Estudiar e investigar que improvisar. Ser coherente e íntegro que darse vuelta en el aire según la conveniencia. Ser digno que ser obsecuente.

Se ’gual, decía Minguito Tinguitela, el personaje marginal e ignorante que interpretaba (magistralmente)
Juan Carlos Altavista hace más de tres décadas. Y casi todos nos reíamos con él, le festejábamos las ocurrencias, porque la degradación de nuestra sociedad –si bien ya se venía venir– todavía no había llegado al actual nivel de decadencia.

En verdad, “se ’gual”, esa patética frase de Minguito, no hacía sino retomar conceptos ya vertidos por Discépolo en su famoso y profético Cambalache (1934), cuyas palabras podemos recordar: “Hoy resulta que es lo mismo/ser derecho que traidor./Ignorante, sabio o chorro/ generoso o estafador/. Todo es igual/ nada es mejor/ lo mismo un burro que un gran profesor”. En la letra de ese tango, el autor también recalcaba irónicamente otra característica ya existente en la sociedad de entonces, aquella  de que “el que no roba es un gil”.

 En esas frases (sean Discépolo o del personaje de Minguito), lo que –evidentemente– subyace es una inquietante manera de ver el mundo, y que es, además, de larga data.

 Todas estas boutades fueron llevadas a la práctica en nuestra cotidianidad con tal fuerza, con tanto cinismo, que hoy toda nuestra existencia podría llevar el rótulo de “light”. Digo “light” porque encuentro pocas calorías afectivas, poco contenido ético, poca sustentación vitamínica, poca autenticidad, poca responsabilidad, poca exigencia, poca credibilidad, poca autocrítica y poca, muy poca verdad, que es la nutrición
del espíritu.

  Parecería ser que todo da lo mismo, que vale todo en este “cambalache” aggiornado por grandes progresos científicos y tecnológicos, donde se mezcla lo genuino con lo “trucho”, lo real con lo virtual. Hagamos entonces la vista gorda, no seamos perfeccionistas, seamos egoístas, toleremos lo intolerable, miremos para otro lado, la cuestión es zafar, pasarla bien, lo mejor posible, sin herniarnos y, en este sentido, la ley del menor esfuerzo es la que mejor se adaptaría a estos tiempos. Además, ya se ha dicho, la inseguridad, los crímenes, los asaltos, las perversiones, la droga, la trata, las mafias, son tan sólo una sensación…como la sensación térmica, que no es lo que es, sino lo que uno percibe.
 Lo que importa, lo que realmente importa, es una sola cosa –ligada al poder–, como en aquella canción de Cabaret: money… money… money. La “mosca”, como diría Minguito en su típico lunfardo, con un escarbadientes en la boca. O, como afirmaba Oscar Wilde, con más elegancia, en su época:
“La gente hoy conoce el precio de todo, pero el valor de nada”.

 Estamos a comienzos de un nuevo año y, por lo tanto, de un nacimiento:  el de un nuevo período que nació a las 24 horas del pasado 31 de diciembre.
 Son momentos de meditación, de esbozar deseos y anhelos genuinos. ¿Qué nos deparará el futuro? Las cosas podrán seguir como hasta ahora… es una opción. Y sí… Se ’gual, 2014 o 2015, total, ¿qué diferencia hay? –se rascaría la cabeza Minguito, levantándose el sombrero–.
Pero, quizás haya otras posibilidades. Quizás algo pueda cambiar dentro de nosotros mismos para que intentemos decirnos interiormente, íntimamente: “No, nada me da igual, yo quiero
algo mejor”.
 ¿Se ’gual? No, no se ’gual. No todo es lo mismo. Hay muchas y grandes diferencias entre una persona y otra, entre una actitud y otra, entre un proyecto y otro, entre un obrar y otro, entre un año y otro. Y esas diferencias se
llaman valores.

*Escritora y columnista.