Cuarenta y cuatro. Faltan 44 días para la presentación de las listas de candidatos que competirán en las elecciones de este año. Serán días febriles de negociaciones, subas y bajas de candidatos en uno de los procedimientos menos transparentes de la democracia argentina. La falta de mecanismos de democracia interna en los partidos argentinos hace que nunca se terminen de conocer los criterios aplicados para establecer la lista de candidatos al Congreso Nacional. En general, la única figura conocida por el electorado es quien encabeza la boleta, mientras que la mayoría de sus acompañantes van ocultos en la “sábana”.
La conformación del dispositivo electoral oficialista estará en manos de la mesa chica de Cambiemos, encabezada por Marcos Peña, con la estricta supervisión de Jaime Duran Barba y la bendición de Mauricio Macri. El procedimiento tendrá la presión de los radicales que pretenden encabezar listas en Córdoba, Jujuy, Mendoza, La Rioja y Corrientes con presencia en el resto del país, cosa que obtendrán a cuentagotas. Otro tanto procura la Coalición Cívica tratando de no “darse por pagada” con Elisa Carrió a la cabeza de la lista de Capital. Pero Cambiemos tiene la obligación de presentar listas competitivas para dar la pelea en todos los distritos. Un ejemplo de esta necesidad es la reciente incorporación de Graciela Ocaña, no casualmente última compañera de Martín Lousteau en su incursión de 2015, y se buscan nuevas incorporaciones en este raro mercado de pases en el que se ha convertido la política argentina.Sin embargo, para obtener la imagen panorámica falta saber cuál será la conformación próxima futura de la oposición, y más específicamente qué será del peronismo y/o del kirchnerismo.
2x2. En primera instancia se debe observar que la tensión entre peronismo y kirchnerismo se ha vuelto crítica. Si se construyera la tabla bivariada entre peronista y no peronista cruzados con kirchnerista y no kirchnerista, se puede constatar que existen en los extremos peronistas antikirchneristas y kirchneristas antiperonistas; la conclusión es que la unidad en este espacio es imposible. Una muestra de esto es el accionar del Partido Fe, que comanda Gerónimo “Momo” Venegas, que no sólo es un activo actor de Cambiemos, sino que busca revitalizar las 62 Organizaciones Peronistas con un grupo de pequeños sindicatos con la mira puesta en destronar al triunvirato de la CGT, para conformar una central de mayor afinidad con el Gobierno. Se puede objetar que el Momo es acompañado por gremios de escasa dimensión; sin embargo, logró dispensar a Mauricio Macri de un evento del 1º de Mayo conforme a lo que dicta el código de liturgia peronista, Tula al bombo incluido.
En la celda peronista no kirchnerista (de nuestra imaginaria tabla de 2x2) también se enrola la mayoría de los gobernadores. Suena extraño esto cuando en su mayor parte accedieron a sus puestos de la mano del kirchnerismo. Es verdad que hubo excepciones en La Pampa, Chubut y Córdoba, donde Juan Schiaretti llegaría a la gobernación con Unión por Córdoba. En esta última, la declinación de Juan Manuel de la Sota a su postulación para diputado es un gesto de enorme significación para con el Gobierno, pues posibilita un triunfo del radical-macrismo en esa provincia estratégica.
Entre los gobernadores peronistas el triunfo de Macri trajo sosiego, pues ya no tendrían que tomarse el avión día por medio para concurrir a los actos de Casa Rosada ni que atenerse a los dictados de Cristina Fernández de Kirchner. No obstante, sin un liderazgo nacional muchos verán peligrar sus gobernaciones en 2019. No quieren a Cristina pero desconfían de sus pares, pues todavía tienen fresca en su memoria la imagen de un Eduardo Duhalde de principios de 2003 eligiendo el plan D (como él mismo lo ha contado) tras la falla del plan A (Duhalde como candidato), el B (Carlos Reutemann) y el C (De la Sota).
2019. El peronismo kirchnerista perdió la oportunidad de convocar a una gran primaria por fuera de las PASO que sirviera para comprometer a todos los sectores afines, y ordenar lo que la ex presidenta llamó Frente Ciudadano. En este contexto no sorprende que la suerte del espacio dependa de la decisión de Cristina de presentarse o no en la provincia de Buenos Aires. Sin haber institucionalizado una expresión política a nivel nacional, todo queda en sus manos para lograr el “efecto de derrota” oficialista como logró Francisco de Narváez en 2009 o Sergio Massa en 2013. Pero Cristina sólo se presentará si tiene (o cree tener) asegurada la victoria aunque sea por un voto; un segundo puesto la depositará en el fondo de la historia, lo que obviamente retrasará su decisión para último momento. También pesará en sus cálculos su prospectiva del gobierno de Macri. Si evalúa que tiene altas posibilidades de un fracaso estruendoso quizás prefiera no exponerse a una extenuante campaña, reservándose para ser “llamada” en un futuro de zozobra. Por el otro lado, si su ausencia contribuye a fortalecer un triunfo macrista frente a una poco conocida Verónica Magario y un problemático Daniel Scioli –cuyas acciones se derrumbaron en pocas horas tras la difusión de sus conflictos personales– tendrá que optar por presentarse ahora, pues quizás sea tarde en 2019. Cabe señalar que el peronismo de la Capital ha planteado abrir sus listas a nuevos aliados, como Gustavo Vera y otros referentes que más que votos aportan una perspectiva de amplitud que se fue perdiendo en los años del kirchnerismo duro.
De estos cálculos también participa Sergio Massa, que ve lentamente opacar su figura. Su asociación con Margarita Stolbizer no ha dado los frutos esperados, pues lo lleva a competir con el electorado del macrismo (buscando el voto “Cambiemos decepcionado” que difícilmente cambie), e incluso, como comentan algunos observadores, la diputada del GEN llega a eclipsarlo en las presentaciones televisivas. También se debe apuntar que su plan para bajar los precios no tiene el impacto mediático esperado. El país está en un escenario político completamente diferente al de 2013, y algunas figuras del Frente Renovador comienzan a dudar de la fertilidad de la “amplia avenida del medio”, que fruto de la polarización electoral se transformará en un angosto pasillo.
*Sociólogo
(@cfdeangelis).