Las restricciones de acceso físico provocadas por la pandemia pasaron de ser una novedad a la que debimos acostumbrarnos a ser una oportunidad de negocios para la industria, tomar un café o ir al cine. Ahora actuamos a través de conexiones online, redes sociales o apps de citas como Tinder, Quarantine Together, eHarmony, etc.
Este tipo de aplicaciones presentaron un alza en la cantidad de usuarios e interacciones para un primer contacto entre las partes durante la pandemia. Sin embargo, muchas veces ese contacto evoluciona al punto de llegar a lo que se denomina sexting, que consiste en la circulación viral de un contenido sexual a través de dispositivos móviles, smartphones, tablets, etc. y que se da mediante diversas aplicaciones desde correo electrónico, Whatsapp, Telegram, Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat, entre otras.
Alimentados por la curiosidad, la participación en plataformas para encuentros online supone un peligro: la grabación sin consentimiento de la víctima donde la consecuencia directa es la denominada “pornovenganza”, es decir, la publicación de videos, imágenes y grabaciones de tipo sexual seguido inevitablemente del chantaje conocido como sextortion el cual solicita dinero, generalmente Bitcoin para imposibilitar su rastreo, a cambio de la no publicación del material. Sin ninguna garantía de que el estafador elimine las imágenes que haya obtenido tras el pago, esta práctica puede ser devastadora.
La producción de contenidos de índole sexual, principalmente de fotos y/o videos íntimos, es una práctica creciente y muy extendida entre adolescentes y jóvenes. De hecho, es uno de los fenómenos que crecieron significativamente durante el aislamiento con una gran cantidad de usuarios víctimas del engaño.
Según investigaciones realizadas en nuestro laboratorio, sobre una muestra de alrededor de 3 mil personas de entre 15 y 45 años, el 24% afirmó haber sufrido algún tipo de acoso mediante fotos o imágenes y el 18% confirmó que se trató de imágenes sexuales o desnudos tomados sin consentimiento. Un 10% reconoció que era común enviar o distribuir fotos sexuales a terceros sin consentimiento, y casi 1 de cada 10 recibió amenazas relativas a difundir sin aprobación material de este tipo. En el 65% de los abusos, los responsables fueron hombres.
La extorsión sexual no es una amenaza nueva. La pandemia y el uso exagerado e intensivo de los medios digitales son el aditivo que faltaba para la comisión de este delito. Ya sea por la emocionalidad, el sentido de urgencia, la vergüenza, humillación, miedo, la preocupación por el impacto futuro que dicho material podría tener en la vida de una persona, estas agresiones pocas veces son denunciadas en la justicia. Son delitos de vergüenza que no entienden de fronteras ni jurisprudencia.
Debido a la inestabilidad jurídica en internet, es necesario utilizar protocolos de actuación basados en detectar, identificar su procedencia, proteger los dispositivos y educar a las víctimas con conocimientos informáticos para evitar nuevos ataques.
*CEO de BTR Consulting. Especialista en ciberseguridad, riesgo tecnológico y de negocios.