En su libro Si esto es un hombre, Primo Levi afirma que si al primer chiste de judíos los alemanes hubieran reaccionado críticamente, el Holocausto podría haber no sucedido. Pero los hombres callaron. Los chistes se propagaban por las calles, las aulas, las familias. El chiste dio lugar a un prejuicio extendido que se convirtió en masacre. Faltó reacción a tiempo. Faltó gente no dispuesta a “dejar pasar” el tema. Levi nos invita a reflexionar así sobre la importancia de las reacciones rápidas (sobre todo desde las comunidades académicas y la cultura) ante sucesos que pueden desencadenar crímenes y sufrimiento.
El caso Maldonado es un buen espejo crítico para repensar la lección pedagógica de Primo Levi. A no “dejar pasar” el tema como si fuera un caso “más” de la realidad lacerante a la que nos “habituamos” los argentinos. Normalizar la desaparición de una persona en una protesta política es un hecho que socava el sentido de una cultura. El rol de los maestros, como recuerda Cortázar, es enseñar a pensar y sobre todo, a permanecer despiertos ante hechos inusitadamente graves, como la desaparición de Maldonado.
El gremio Ctera (que afirmó que el Gobierno “teme el debate en las aulas”) propuso, con ocasión del Día Internacional del Desaparecido, reflexionar en torno del gravísimo caso de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, desaparecido luego de participar de una protesta mapuche en el Sur. Esto no parece un exceso de la comunidad educativa, al contrario: significa no aislar las aulas de lo que sucede en la realidad social y cultural argentina, aislamiento que degrada el nivel de conciencia social así como el sentido de disciplinas como instrucción cívica. La desaparición de una persona luego de una protesta es un hecho de máxima gravedad institucional y política y no está mal que la comunidad educativa reflexione sobre el mismo, tomando un papel activo, generando, en el Día Internacional del Desaparecido, conciencia crítica entre docentes y estudiantes, aunque esto incomode –y es sano que así sea, el rol de la educación es ser crítica, generando pensamiento crítico– al Gobierno.
Durante la dictadura se extendieron los pactos de silencio ante cada caso de desaparición. El “de eso no se habla” se hizo tan célebre como el “ni está ni no está” de la Junta Militar. El Gobierno es el máximo responsable de encontrar con vida a Santiago Maldonado. No está mal que la comunidad educativa integre regularmente en las aulas los debates culturales y políticos que suceden fuera de ellas. Es la única forma de preparar críticamente a los estudiantes para que ejerzan sus derechos civiles y políticos. En lugar de cuestionar a los docentes (pretendidamente “politizados”, siempre que un docente ejerce su sentido crítico se lo asocia con la “política”, como si la democracia no fuera el reino pleno de la vida política; el desmerecimiento del término “política” así como la denuncia de “politización” es,
precisamente, una herencia semiótica y semántica del Proceso, que el Gobierno replica en sus discursos sin advertirlo, cuando cuestiona la “ideología”, la “politización”, o el “pensamiento crítico”, etc.) que integran, en el Día Internacional del Desaparecido, el caso de Santiago Maldonado, para pensar en conjunto con sus alumnos y familias tan trágico suceso, el Gobierno debería centrar su atención en la búsqueda de la persona desaparecida, lo cual configura su máxima responsabilidad. El problema no es que los docentes argentinos hablen en las aulas de Santiago Maldonado mientras enseñan los artículos de la Constitución. El problema sería, rememorando el consejo de Primo Levi, exactamente lo contrario: que no lo hicieran. Que dejaran pasar el tema, como si nada, normalizando una desaparición en el marco de una protesta. La reacción docente debe celebrarse, no cuestionarse. Menos en una democracia. Hablar de Maldonado no es “politizar” su desaparición. Negarla es “politizar”.
*Conicet-Max Planck. CELS.