Me río mucho –pero mucho– leyendo y escuchando a oficialistas puestos en opositores. Me río mucho porque, en el mismo medio donde nos quisieron hacer creer que Alfio Basile “tiene un montón de carpetas con datos de los potenciales rivales”, ahora le cuentan las costillas y nos advierten que estamos en el horno. Son los mismos que festejaron triunfos contra nadie en la Copa América ’07. Y los que decían que a Brasil lo íbamos a golear en aquella final en la que nos abochornaron. No me río tanto, en cambio, cuando pienso en que si Perú no nos hubiese metido ese gol en el minuto 94 no habría replanteos. Observen que dicen –sin ponerse colorados– que Argentina jugó “muy bien” en el segundo tiempo con Paraguay. Metió un gol en la única pelota útil en la que Messi se independizó de Riquelme, pudo acelerar y dejar solo a Agüero. Después, a los ponchazos, se perdió tres. Eso no es jugar “muy bien”, si me disculpan.
Me río mucho –pero mucho– pensando en la cantidad de enemigos que se inventó Basile. Cree que Bilardo es enemigo porque le recomienda vivir en Madrid para trabajar mejor con los futbolistas. Supongamos que Bilardo dijo un disparate (y no lo dijo), ¿es para ir a llorarle a Grondona, para gritar “¡decile al Narigón que se calle!”? Cree, también, que los periodistas que elogiaron a Chile por su goleada a Colombia son enemigos. ¿Acaso está prohibido que a algunos periodistas nos guste más la forma de trabajar de Bielsa que la de Basile? Lo peor es que no ve a los enemigos reales. Son aquellos periodistas que le envían cantos de sirena, son los jefes de prensa y amigos que cenan con él y le dicen que todo está fenómeno.
Y es él mismo, tratando a Riquelme como no trata a ningún otro. A la larga, genera roces. Ya dijimos acá hace un tiempo que Riquelme es un líder que divide. Es obvio que Mascherano, Messi, Agüero o cualquier otro van a sentirse mal. Esto ya se nota en la cancha. Y también fuera de ella: Mascherano le contestó de muy mala manera a Basile cuando el DT le recriminó una supuesta “tendencia a ser amonestado”. “¡Soy el único que corre, la puta que te parió...!”, gritó sacado el ex volante de River.
Gabriel Heinze tuvo una desgracia que costó un gol en contra en una cancha mojada, rápida, en un equipo totalmente desequilibrado, y el técnico lo sacó en el entretiempo, demostrando el mismo tacto que un manco. El abrazo que le dieron al jugador del Real Madrid después del gol en Lima es una toma de posición que a Grondona no debería pasársele por alto. Habla de una mala conducción. Heinze está pensando en renunciar, aunque es difícil que Basile vuelva a llamarlo. No hubiese hecho lo mismo con Riquelme.
Desde aquí, se repite la pregunta: ¿Es indispensable que Riquelme esté en todas las convocatorias? Si Riquelme tiene problemas con Messi (que los tiene), y Messi es el mejor jugador argentino y tiene 19 años, ¿por qué no se elige a Messi de una vez y ya? Cuando Batista le tiró el equipo por la cabeza en los Juegos Olímpicos, Messi respondió. En la Mayor, en cambio, todo pasa por Riquelme, lo que tiene que pasar y lo que no, todo al mismo ritmo. Y Messi mira impotente, arrumbado en un costado de la cancha. Mientras, el técnico mete la mano en el bolsillo del Panadero Díaz y se pasa talco por la cara.
Me río mucho –pero mucho– cuando se culpa de todo a Messi. El gol del empate de Perú es una pintura de lo que es este equipo. Messi da un mal pase en campo rival, bien lejos de Carrizo. Zanetti queda desairado por el mal pase de Messi. Coloccini (¿¡qué hace un marcador central en campo rival con el partido 1-0, de visitante y en el tercer minuto de descuento!?) pasa de largo sin la menor chance. Y Battaglia se enteró de la peor manera de que podrás comerte a los chicos crudos en el medio local y con la camiseta de Boca, pero a nivel de selecciones la vida no es tan fácil. Acompañó cincuenta metros al lateral Vargas sin siquiera hacerle cosquillas. Demichelis corrió todo el tiempo perpendicular al arco de Carrizo. ¿Nunca se le ocurrió cerrar detrás del impotente Battaglia?
Me río mucho –pero mucho– cuando recuerdo que los que sostenían a Basile a rajatabla hoy le cuestionan hasta que le gusta el tango. Sin arrogancia, esto decíamos aquí el 17 de noviembre de 2007: “En general, discrepo con la idea global de la Selección. Hubiese preferido otro tipo de entrenador. Achicar la diferencia de edad entre director y dirigidos hubiera sido importante. La filosofía del barrio y del café que pregona Basile –y que en algún momento le dio resultados, vale decirlo– es desconocida para pibes de la edad de Messi, Tevez o Mascherano, por citar sólo tres casos”.
Esto se profundizó. Pero ahora, con seis partidos sin victorias, salió a la luz. Son los mismos que hablaban de las famosas “convicciones del Coco”. ¿Cuáles convicciones? ¿La de poner a Jonás Gutiérrez y reemplazarlo por Battaglia? Si Basile decidió entrarle a Perú por la izquierda con Gutiérrez –buena idea– y Jonás se lesionó a los 17 minutos, ¿por qué no mantener el esquema con Di María o D’Alessandro? Las “convicciones” duraron sólo 17 minutos. Otra cuestión que genera mucha inseguridad es que, para hacer cada cambio, Basile tarda un cuarto de hora. Esto, sin contar que hay jugadores de excelente presente que van de adorno, como Lisandro López o Cavenaghi. Recién se atrevió a poner a Denis en Lima, en reemplazo de Agüero.
Lo que no es para reírse es que la camiseta celeste y blanca es demasiado importante como para seguir con proyectos obsoletos, jugadores que funcionan como celosas vedettes y líderes negativos. Lamentablemente, nada va a cambiar si no hay un cambio de nombres. Por ahora, la AFA les renovó los contratos a Rubén Díaz y a Jorge Ribolzi, ayudantes del técnico. Se ve que están conformes.