Con el proceso electoral en su etapa de definiciones, en los próximos meses se determinarán el carácter, la agenda y la orientación que tendrán los gobiernos nacional, provinciales y locales en los próximos cuatro años. En este contexto, preocupa que la dirigencia política pierda la oportunidad de asumir ante la sociedad los compromisos necesarios para comenzar a abordar seriamente uno de los asuntos cruciales de la Argentina: el problema de las drogas.
En efecto, el silencio dirigencial se produce en una Argentina que se ha convertido en un país de consumo, de fabricación y de exportación de drogas, fruto de nulos y limitados programas de prevención y de tratamiento, y desacertadas políticas de control de la oferta de drogas.
Idealmente, las políticas de control de drogas pueden buscar: 1) reducir la cantidad de drogas disponibles en cada etapa de la cadena de producción y suministro, principalmente en la importación y acopio mayorista; 2) aumentar el precio de las drogas, especialmente en la venta minorista; 3) aumentar los costos no monetarios de las drogas (distancia, riesgo, etc.) para dificultar el acceso de los consumidores y prevenir mejoras de la productividad; 4) reducir el número de personas que participan en el narcotráfico, priorizando personas o grupos (ej., los más peligrosos); 5) reducir los daños ocasionados por ciertos mercados minoristas, alterando las condiciones operativas de venta (para, por ejemplo, reducir la violencia); o, finalmente, 6) sancionar a los narcotraficantes para hacerlos rendir cuentas ante la Justicia y disuadir a otros potenciales.
Aunque teóricamente son todos compatibles, en la práctica tales objetivos pueden resultar contradictorios o excluyentes. Por caso, a veces, buscar un incremento en el precio minorista de la droga es un objetivo deseable, pues está asociado con una reducción en la pureza de la droga vendida, un retraso en la edad de iniciación, una reducción en la cantidad de consumidores (si se sostiene en el tiempo, ya que previene el acceso de nuevos consumidores jóvenes), y una reducción en la cantidad consumida per cápita (ya que disminuiría el consumo de los usuarios ocasionales). No obstante, sin una reducción paralela de la demanda, un incremento en el precio aumenta los márgenes de ganancia, ya que la demanda de los adictos es bastante inelástica. Entonces, más personas y organizaciones ingresarían al negocio.
En otras ocasiones se implementan acciones correctas, pero con objetivos errados. Por ejemplo, en las fronteras y zonas de tránsito (pasos, aeropuertos, puertos) los gobiernos tienen, teóricamente, una ventaja estratégica: no hay otro lugar con mayor autoridad para investigar e inspeccionar toda aquella persona o vehículo que transita por allí. Por ello generalmente se clama por “blindar” la frontera para reducir la cantidad de droga disponible en el mercado interno.
Incrementar los controles fronterizos es absolutamente imprescindible en Argentina, pero ello no impedirá que la droga siga entrando. Los narcos realizan una excelente tarea en la gestión de riesgos de su negocio. Entonces, si se tuviese la capacidad hipotética de duplicar los controles –y así duplicar las probabilidades de descubrir cargamentos de drogas– los narcos no reducirían la droga ingresada al país a la mitad. En cambio, reducirían el tamaño de los cargamentos para disminuir las pérdidas en caso de que alguno sea interceptado. Esto, no obstante, sería un resultado deseable, ya que esas pérdidas se cargan al precio, que se elevaría, con los efectos antes explicados.
Entonces, objetivos, acciones y metas deben ser cuidadosamente calibrados para reducir los daños asociados con el consumo y el tráfico de drogas. Sin el desarrollo de un complejo de políticas abarcador, caro y sofisticado e instituciones orientadas a reducir la demanda y controlar la oferta de drogas –surgidas de acuerdos políticos y dotadas de recursos económicos sostenidos–, las policías, las fiscalías y los tribunales seguirán manejados por la lógica burocrática que se apodera de ellos y los lleva a arrestar, juzgar y condenar lo que se llevan por delante. Si esto continúa ocurriendo, el mercado de la droga en Argentina seguirá en expansión, como sus consecuencias más dañinas.
*Politólogo. Especialista en seguridad.