En realidad, no se ha producido ningún cambio de gabinete. Como han hecho los Kirchner durante veinte años en el poder, municipal, provincial y nacional, cambian funcionarios de acuerdo con las circunstancias, pero nunca en conjunto.
El secretario de Agricultura era el único funcionario que por ahora deseaban cambiar. Alberto Fernández se fue por propia voluntad, contra la intención de los Kirchner. El ex jefe de Gabinete trató de precipitar una crisis de gabinete, pero el matrimonio gobernante lo impidió con eficacia, aislando su renuncia.
Fernández tomó la decisión de dejar el Gobierno, tras fuertes diferencias con el ex presidente y al final también con su esposa. Antes que elegir un momento para irse, la situación se precipitó. Algo similar sucedió con Lousteau tres meses atrás.
En cuanto a la llegada de Massa, no es un cambio de rumbo del Gobierno, sino su confirmación. Los Kirchner buscan funcionarios de bajo perfil político. Además, en los hechos la capacidad de Fernández, un hombre con conocimiento del manejo del poder y del matrimonio presidencial, deja con más influencia a De Vido, dado que el nuevo jefe de Gabinete tiene menos poder e influencia que su predecesor para enfrentarlo.
En términos de opinión pública, el Gobierno necesita renovar las figuras del gabinete. Pero Kirchner nunca toma decisiones bajo presión y en consecuencia quiere postergar los reemplazos. Probablemente, ellos se irán produciendo a medida que la crisis los vaya imponiendo como ha sucedido hasta ahora.
El cambio del jefe de Gabinete ha ratificado que los Kirchner son una sociedad de poder y además una pareja y que finalmente no se enfrentarán entre ellos. El ex presidente no dejará de ejercer el poder real y no se alejará del mismo, como lo hizo evidente con su reaparición junto a Cristina el viernes por la tarde en el acto de Berazategui. Si pareció ausente, aunque en realidad no estuvo, no fue porque Cristina desarrollara una estrategia política diferente. Además, se ha replegado transitoriamente, como lo hiciera frente a Blumberg cuatro años atrás, o con Piña hace dos, para después tratar de retomar la iniciativa.
En lo que hace a los radicales K, no es fácil que se recompongan. Es claro que por ahora los Kirchner no están dispuestos a reconciliarse con el vicepresidente. Los gobernadores del radicalismo disidente, o por lo menos algunos de ellos, podrán seguir cerca del Gobierno por necesidades económicas, pero esta fuerza política hoy se fortalece más como fuerza opositora que como aliado del Gobierno.
Respecto al rol institucional del vicepresidente, es sólo presidir el Senado y reemplazar al presidente cuando viaja al exterior. Sin acuerdo con Cobos, cada viaje de Cristina puede ser un momento de tensión política. Cuando él la reemplace, no va a adoptar decisiones de gobierno, pero puede producir algunos gestos que lo diferencien de Cristina en cuanto al estilo.
Sobre el futuro de Cobos, para las elecciones presidenciales faltan cuarenta meses y muchas cosas pueden cambiar. Lo cierto es que, en cualquier crisis, hoy es una alternativa válida para sustituir a Cristina, como lo establece la Constitución, y antes no parecía serlo.
En lo que hace a la agenda del Gobierno, ante todo, la Presidenta tiene que recomponer su relación con el peronismo, que ha quedado muy deteriorada. La disidencia está creciendo y esto debilita la sustentación política del Gobierno. En lo económico, inflación y energía son temas centrales. Retomar el diálogo con el campo también es importante, aunque el desconocimiento de la Comisión de Enlace no lo va a hacer fácil. En lo social, el aumento de la pobreza por la inflación y el incremento de la inseguridad. En lo externo, el Club de París.
El nuevo secretario de Agricultura es una oportunidad para iniciar el diálogo con el campo. Pero hasta ahora, las señales van en la dirección contraria. Por primera vez en la historia, las entidades del campo no fueron invitadas a la asunción, tampoco lo fueron a la reunión de la Presidenta con empresarios y sindicalistas, donde se anunció el aumento del salario mínimo, y el Ejecutivo no sólo no participa en la exposición de la SRA, sino que impone a provincias y hasta a empresas privadas no hacerlo.
Hacia el futuro, el Gobierno debería cambiar su línea política para tener gobernabilidad. Si sigue con el estilo de conflicto y confrontación, como lo hace hasta ahora, las dificultades serán crecientes. En cambio, si busca una línea de más diálogo y consenso, le será más fácil gobernar.
*Director de Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.