El estancamiento entre la Argentina y Uruguay por el conflicto sobre la fábrica de pasta de celulosa en Fray Bentos fue lo suficientemente lejos como para exigir, impostergable e imprescindiblemente, claridad. Aquí se enumeran temas nodales, sin ambigüedad y con la menor cantidad posible de eufemismos.
1. El gobierno de Tabaré Vázquez ha exhibido clara predisposición a solucionar el conflicto. Aunque niega negociar bajo presión, tolera seguir hablando con la Argentina pese al gravísimo bloqueo de la frontera internacional, sin que la Casa Rosada haya jamás intentado reabrirla, a pesar del hecho manifiestamente ilegal. Ese cambio es fundamental en la posición oriental: conversan con la Argentina, pese a la gruesa irregularidad del límite internacional cancelado unilateralmente, puentes cerrados por piquetes y fuerzas de seguridad obligadas a tolerar, impertérritas, la consumación de un delito.
2. Aunque el presidente Néstor Kirchner haya tenido que desdecirse públicamente, él, realista consumado, sabe perfectamente bien que la Argentina no puede impedir la puesta en marcha del establecimiento de Botnia. Tuvo que rectificarse públicamente por su rústico e imposible sistema de incomunicación con la sociedad, caracterizado por un sistemático ninguneo de los medios.
3. ¿Se le puede pedir a la empresa finlandesa que renuncie a un emprendimiento hecho en el marco de la ley uruguaya y tras una masiva inversión? ¿Qué se le puede cuestionar? ¿Qué debería hacer para colaborar con la solución del conflicto? ¿Demoler, acaso, la planta en la que invirtió centenares de millones de dólares, para así complacer a vecinos de Gualeguaychú que ni siquiera representan a todo Entre Ríos?
4. Fueron los activistas de Gualeguaychú quienes presionaron al gobierno argentino para que recurriera al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, instancia en la que imaginaban revertir el proyecto. Pero, hasta ahora, La Haya sigue sin poder documentar las tremebundas acusaciones de una supuesta contaminación.
5. Congruentes con la Argentina de la segunda mitad de los años 90, los grupos asambleísticos de Gualeguaychú actúan de hecho y desafían normas legales. Se asumen como instancia ejecutiva capaz de manejar las relaciones internacionales de la Argentina. Cortan puentes y rutas, al margen de lo que opinen las autoridades constitucionales de este país. Asumen, así, como las cinco potencias permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un poder de interdicción.
6. La acusación argentina, según la cual el gobierno del pre-sidente Jorge Batlle sería responsable de no haber respetado el tratado del Río Uruguay, podría eventualmente ser atendida por La Haya, pero ello no necesariamente implica que Botnia deba cerrar y/o demoler su planta, como se ilusionan algunos.
7. El presidente Vázquez no sólo admite seguir hablando con la Argentina pese al cierre de la frontera desde este lado, sino que –además– ha venido postergando la autorización para que Botnia comience la producción de pasta de celulosa. Fue un gesto directamente servido en bandeja para que los Kirchner tuvieran una campaña electoral sin sobresaltos.
8. La actitud de los grupos asambleísticos implica una sublevación de hecho, es innegable. Su exigencia es furibunda e intransigente: no piden, exigen; no dialogan, imponen. En esas condiciones, un gobierno que se respete no puede convivir eternamente con tamaño cuestionamiento al poder del Estado, sin perder su propia autoestima política.
9. La metodología del núcleo asambleístico es indefendible. Proceden de forma peligrosa y antidemocrática, con amenazantes “escraches” a quienes no participan del corte de puentes y rutas.
10. La autoridad de Kirchner es sistemáticamente descalificada por grupos de acción directa que lo conminan a que vaya a darles explicaciones, sistema que vulnera no sólo el espíritu y la letra de la Constitución, sino que, como precedente, es un polvorín a punto de estallar. Un presidente amenazado que acepta esa intimidación se convierte en el peor adversario del orden jurídico.
11. Los asambleístas de Gualeguaychú tienen un poderoso atenuante en su favor: son víctimas propiciatorias de una impostura evidente. Fue el mismo Presidente quien asumió esa causa como propia, se la puso al hombro y la consagró como política del Estado. Tienen razones vigorosas para proclamarse engañados, ya que la “causa nacional” de hace dos años es ahora insostenible para la Casa Rosada.
12. Hasta el propio gobierno de Entre Ríos ya no puede seguir ocultando la realidad. Los sondeos más confiables revelan que sólo el 17 por ciento de la población de Gualeguaychú sigue apoyando el corte del puente internacional y nada menos que el 70 por ciento está directamente en contra. En los últimos 12 meses disminuyó de manera contundente el apoyo al bloqueo terrestre del Uruguay y creció manifiestamente el rechazo a este estado de crispación enloquecida, sostenida por sectores ostensiblemente minoritarios. Hace un año, el 80 por ciento de los habitantes de Gualeguaychú apoyaba los cortes. A la abrumadora mayoría del pueblo de Entre Ríos la angustian problemas comunes a todo el país, como el creciente costo de vida.
13. El corte del puente lo sostiene hoy el activismo más recalcitrante, donde, además de impugnar la fábrica de pasta de celulosa, también cuestionan al capitalismo y a la economía de mercado en general. Escindidos de un reclamo razonablemente ecológico, los asambleístas aún en acción sostienen posturas tal vez atendibles, pero de dureza e intransigencia insólitas. Han dicho que la fábrica de Botnia será como los crematorios nazis de Auschwitz.
14. El último disparate de la gente de Gualeguaychú, cortar, ante la pasividad deliberada del Gobierno, la Ruta 14 en un nudo ubicado antes del puente de Gualeguaychú a Fray Bentos, es una duplicación demencial de la apuesta, ya que por esa vía circula gran parte del intercambio comercial entre Argentina y Brasil y el de Brasil con Chile. De este modo, la pasividad de la Casa Rosada implica ulteriores agravios, no a uno, sino a tres países: Uruguay, Chile y Brasil.
15. Lejos de la exasperación militante, la realidad demuestra que progresa un clima práctico entre ambas partes. Uruguay aceptó seguir conversando con su frontera bloqueada y postergó la inauguración de la fábrica de Fray Bentos para aliviar la obsesión electoral de Kirchner. La Argentina, aun sin decirlo, admite un monitoreo conjunto del río con los uruguayos, antes de que la Corte de La Haya se expida, a fines del año que viene.
16. Si bien Kirchner no renuncia formalmente a exigir la relocalización de Botnia, sabe que sólo La Haya puede decidirlo y que, aun en tan improbable eventualidad, restaría un camino extensísimo para lograr que se demuela la planta de Botnia en Fray Bentos.
17. Si algo dramático revela este penoso proceso, es que la Argentina no tuvo una seria política de Estado. Ahora, se impone aplicar la ley fronteras adentro, cuidar el medio ambiente junto a los uruguayos y contener y reducir el daño que (como siempre) la Argentina se hizo a sí misma.