La inferencia basada en prácticas pasadas parece ser el único mecanismo para dilucidar el modelo de territorio de quienes se perfilan para la presidencia, a juzgar por la sequía conceptual a la que nos someten a diario. Macri hizo territorio con obra que mejoró la circulación en la ciudad, pero falló en revertir la asimetría borgeana que divide universos al norte y al sur de Rivadavia, a juzgar por el sesgo geográfico de la factura del domingo. Scioli navegó a dos aguas, entre el disciplinamiento presupuestario del Ejecutivo y la delegación en los barones del Conurbano. Lo demás, algo de obra con mucha fanfarria en una provincia en crisis sanitaria y educativa, donde cloacas y agua son la quimera de millones y la brecha entre riesgo natural y desastre tiene el ancho del hilo dental.
La producción de infraestructura no garantiza apropiación. La distancia entre los términos es la misma que separa al crecimiento del desarrollo y, a los ojos de muchos, a los candidatos. Macri lo supo del peor modo y reaccionó tarde, dada la virulencia del voto en su contra –aunque la foto CABA no suele parte del todo–. Su discurso pareció más escrito por Cristina con retoques de Marcos Peña que lo inverso. Scioli representa la apropiación por defecto, ¿es parte? de un proyecto que mal o bien apunta a nivelar para permitir acceso, y que hoy sólo abuchean los asiduos al búnker del PRO. Pero la exclusión macrista y la inclusión kirchnerista se diluyen, no en filosofía ni en la intencionalidad como en el efecto directo e indirecto de algunas políticas que sustentan.
El paradigma de gestión de suelo reproduce en parte la causa de los problemas que luego se pretenden solucionar; su concesión privada no sólo deja afuera por potencial sacrificado para la vivienda pública y los servicios a los que aquélla se asocia, sino que los altos porcentajes de habitabilidad ociosa satisfacen sólo la necesidad de valorización de capital pero no la de vivienda. Torres shoppings y countries concentran y colapsan redes, alteran drenajes transfiriendo el costo al resto de los argentinos. Un enorme pasivo socioambiental de cortes de luz, baja presión de agua y gas y congestión de tráfico que contamina y compromete accesibilidad e inundaciones eclipsa cualquier incremento recaudatorio.
La otra parte es cortesía del modelo que da caja al Ejecutivo vía retenciones pero incrementa el valor de la tierra por la demanda para la producción-exportación de materias primas, y por la inversión de su renta en el sector inmobiliario. Consolida nuevas centralidades sobre la base de antiguas creando una desigualdad territorial que desplaza masas hacia las periferias de las grandes ciudades y presiona sobre el suelo y los servicios, haciendo del desfasaje entre su oferta y necesidad una condición crónica. La macrocefalia resultante parece estar más allá de las posibilidades de dos contendientes cuya pertenencia define la construcción subjetiva de un modelo de nación de hegemonía metropolitana, vinculados ambos –aunque de lados distintos del mostrador– al proyecto que en los 90 desguazó lo poco que quedaba del hinterland argentino, amigos de la mano invisible de un mercado cuyo beneficio discutible en lo económico contrasta con la certeza de la concentración que causa, madre del desequilibrio geográfico.
Pero el desafío de un país integrado aún no interpela a una clase dirigente que recuerda el interior a la hora de las alianzas electorales y lo olvida en su modelo de nación. Se puede dar combate a la pampeanización de la soja convidando a sus olvidados. Sin sacar los pies de un plato sustancioso para los argentinos, pero redistribuyendo sus enormes beneficios. Desviando la renta de la especulación inmobiliaria hacia los segmentos de mayor potencial económico, regularizando e institucionalizando el mercado de tierra. Lejos del mucho ruido y muy pocas nueces de la gestión de ferrocarriles, Argentina tiene la octava red de carga del mundo en manos que superponen concesión y uso exclusivo. Una política de Estado conferiría accesibilidad y margen competitivo a millones de productores, contribuyendo a un territorio más equilibrado, que no se entrevé en la retórica vacía dominante.
*Geógrafo UBA. Magíster UA, UNY.