COLUMNISTAS
los negocios turbios de las apuestas salpican al tenis

Sin solucion aparente

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No recuerdo si fue hace uno, dos o tres años. En uno de los torneos oficiales que la ATP (Asociación de Profesionales del Tenis, según la traducción literal del inglés al español) realiza en América del Sur, un par de señores con más aspecto de miembros de seguridad privada que de hinchas de Fabio Fognini o Charly Berlocq se acercaron a los responsables de la organización y les exigieron que detuvieran a una persona a la que habían detectado mientras realizaba actividades sospechosas relacionadas con el mercado de apuestas.

Teniendo en cuenta que, desde hace unos cuantos años, en estos certámenes no está permitido ningún servicio de wi-fi que no sea alguno de los dispuestos por la organización –debidamente encriptados para que el espectador común no tenga acceso–, sonaba abstracto el concepto de la denuncia. Tiempo atrás se había descubierto que, disponiendo de internet inalámbrica, una persona instalada con una notebook en la tribuna conseguía ganarle tiempo al sistema online de las casas de juego y lograba realizar la apuesta antes de que venciera el plazo para la postura. ¿Entonces? ¿Cuál era ahora la actividad sospechosa?
Cuentan que hay gente que recorre el mundo detrás de este negocio, utilizando dos celulares conectados permanentemente durante el partido en cuestión. En el bolsillo izquierdo del pantalón esconden aquel que corresponde al jugador A. En el derecho, el del B. Y aprietan una tecla para avisar a la central quién ganó el punto.
Una vez más, el relámpago se veía antes de escuchar el trueno.

Esta historia, relacionada desde una avenida colectora con el escándalo que acaba de detonar hace una semana, puede tener una pequeña porción de fantasía. Y de imprecisión. Pero tiene una alta dosis de realidad. Y es un problema no menor en comparación con la denuncia sobre partidos arreglados. Deja a la intemperie al menos dos escenarios que convierten el vínculo entre el tenis y el mercado de apuestas –el legal y el ilegal– en un conflicto sin solución aparente.
En primer lugar, demuestra que no hace falta que los jugadores hagan trampa, vayan a menos o acuerden un resultado o una secuencia de episodios durante el partido que les toca disputar. Aun en un partido hecho y derecho se puede hacer la apuesta antes de que el sistema lo bloquee.
En segundo lugar, no existe la menor posibilidad de demostrar que, en los innumerables vaivenes que tiene un partido de tenis, se establezca fehacientemente que los protagonistas no acordaron que algo suceda específicamente en un momento determinado.

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A esta altura, para poder comprender realmente el fenómeno, usted necesita saber ciertas cosas vinculadas con el sistema de apuestas. Tal vez usted jamás haya apostado a nada. Tal vez usted sea de los que, aun apostando, sólo conoce la variable de hacerlo a ganador.
El problema del tenis está lejísimos de terminar en una serie de partidos en los que fulano le avisó a un grupo de cibermalhechores rusos o italianos que perdería adrede un partido para el cual era considerado amplio favorito.

Durante un partido de tenis se pueden hacer infinidad de apuestas. Les doy un ejemplo que se estaba produciendo a la hora de escribir estas líneas.
Esta semana se está jugando en Sunrise –en el club donde Argentina derrotó a Israel por la Copa Davis de 2014– un torneo de los denominados Futures, con un total de 10 mil dólares en premios. Por los cuartos de final, el polaco Maciel Rajski se enfrentó con el húngaro Peter Nagy. Uno es 631 del ranking mundial. El otro, 680. Sólo para ese partido, de los menos importantes que pueden jugarse a nivel profesional, las principales casas de apuestas permiten jugar no sólo a quién ganará el partido, un set o un game, sino a cada punto que disputen.

Así es todo el tiempo, en todos los partidos de todos los torneos de todo el año. Piensen ustedes que sólo entre torneos del circuito mayor y los denominados challengers estamos hablando de casi 200 certámenes. Podríamos contemplar un promedio de 60 partidos por torneo entre singles y dobles. Sin tener en cuenta los Futures como los que están jugando nuestros amigos Rajski y Nagy, estamos hablando de 12 mil partidos de tenis. Que hay que multiplicar por la cantidad de puntos que se juegan más las variantes de apuestas de ganador de partido, ganador de set, ganador de game, si el game durará cuatro, cinco, seis o más tantos… Las posibilidades de apostar en el tenis son infinitas.

Sólo para tener en cuenta. Días atrás, en la segunda rueda del abierto australiano, primer Grand Slam y parte sustantiva del negocio de las apuestas del primer mes del año tenístico, hubo, en la misma jornada, un fácil triunfo del británico Murray ante el local Groth y una maratón de cuatro horas y media que el español Feliciano López le ganó a nuestro compatriota Guido Pella. Fueron 136 puntos jugados en el primero y más de 400 en el otro. Imaginen cuántas variables y cuánto dinero se manejan. A propósito de Pella: el bahiense tuvo algunos cruces en las redes sociales con apostadores que cuestionaban sus rendimientos en algunos partidos durante el muy buen 2015 que tuvo. El espanto no tiene límite y nadie se preocupó por el malestar que ese tipo de apretada puede provocar en los jugadores.
En 2008, el tenista francés Mathieu Montcourt fue suspendido durante ocho semanas por haber apostado alrededor de 12 mil dólares durante 2005 en partidos de los que él no había participado. Menos de un año después, fue encontrado muerto por su novia en su casa de las afueras de Boulogne-Billancourt. La cancha número 3 del complejo Roland Garros lleva su nombre. Y la causa se cerró sin hurgar demasiado. Tenía apenas 24 años.

Parte de lo que se denuncia formalmente habla de ofertas de hasta 50 mil dólares para arreglar un partido entre tenistas que no ganarían eso, ni por asomo, durante varios meses de una temporada.
Sin poner en duda la honorabilidad de nadie, teniendo en cuenta que en los circuitos menores es muy frecuente que jueguen frente a frente desde compatriotas y amigos hasta tenistas que comparten viajes, habitaciones de hoteles y equipo de trabajo, ¿cuánto costaría arreglar, por ejemplo, quién ganará el primer punto de cada game que disputen sin siquiera adulterar el resultado final del partido? Nada. Todo está en los escrúpulos y en la buena voluntad.
Y en que no te acerques demasiado a la gente pesada que infecta finalmente el asunto.
Por cierto, lejos está la organización del tenis profesional de tomar distancia de las casas de apuestas: la Copa Davis acaba de sumar a una compañía del rubro entre sus patrocinantes y la ATP agregó años atrás al contenido de su página web un streaming que permite ver en vivo hasta dos partidos por turno de los torneos challenger, servicio destinado especialmente a quienes quieren controlar sus apuestas punto por punto. También es
una forma inocultable de estimularla timba.

Nadie sabe fehacientemente si se darán a conocer detalles y nombres de la denuncia realizada al respecto por un programa de la BBC. Hasta el momento, se habló de un partido que el argentino Martín Vassallo Argüello le ganó al ucraniano Nikolai Davydenko años atrás. Se habla de decenas de encuentros y hasta se involucró a Novak Djokovic.
Todos hablan de que el escándalo saltó porque se detectaron movimientos anómalos en las apuestas de determinado momento de un partido. Por ejemplo, que se jugaron millones de euros a manos de Vassallo justo cuando acababa de perder el primer set contra Davydenko.
Nadie habla de proteger a los espectadores que, en tal caso, habrían sido testigos de una farsa. Una farsa por demás incomprobable. Muchos deportistas de alto rendimiento son capaces de regular su performance sin que se enteren ni sus padres. ¿Quién podría denunciar una defección de Usain Bolt sino a través de un cronómetro que demuestre que corrió en 10 segundos y medio en vez de 9 segundos y 8 décimas?

A esta altura, entiendo que la única solución al problema entre el tenis y las apuestas es que el tenis se mantenga al margen del negocio.
Mientras tanto, lo que sucede es exactamente lo contrario. Y, más que el cuidado por el tenis en sí, lo que motiva este perfil policíaco del control deportivo es el reclamo de los dueños del negocio.