Lo que nos pasó fue tremendo. El desahogo en los penales lo diluyó, pero probablemente la jugada exquisita que armaron los neerlandeses en el último instante del partido hubiera sido una pesadilla de muchos años si las atajadas del Dibu Martínez no la hubieran convertido solo en un mal recuerdo, una escena que volverá en el futuro con una mueca de satisfacción por lo que sucedió después.
La Selección ganaba con cierta holgura, el entrenador y cada hincha pensaba más en el horizonte que representaba Croacia en semifinales que en el partido en sí contra Países Bajos, pero una serie de situaciones hicieron que los ex holandeses se envalentonaran y nuestro 2-0 se transformara en un 2-2 catatonico. Nadie en Argentina, ni en Doha ni en ningún lado podía creer lo que estaba pasando.
Lo que sentimos en esos minutos, entre el segundo gol de Weghorst y el inicio del alargue, lo describió mejor que nadie Lionel Messi en modo maradoniano, peleándose contra el DT rival, su ayudante y sus jugadores luego de que terminara el partido. Lo dijo Lionel cuando terminaron los penales y empezaron los festejos: “Sufrimos demasiado”. En esas dos palabras y diecisiete letras había todo un concepto, una manera de concebir este Mundial de Qatar 2022: la Selección convence, nos interpela y nos representa, pero cada partido es una peregrinación, un sufrimiento hecho a medida de cada estadio.
Porque desde que empezó el Mundial, Argentina no tuvo momentos de serenidad futbolera. El debut fallido contra Arabia Saudita hizo que los dos partidos siguientes en el Grupo C fueran a eliminación directa, algo que contra México se tornó asfixiante. Cuando termine todo, habrá muchos futbolistas que hablaran de la atmósfera que vivieron en esos 90 y pico de minutos contra los mexicanos, de una tensión que pocas veces experimentaron en sus consagradas carreras.
Lo esbozó anoche Scaloni en la conferencia de prensa cuando le preguntaron por las “muestras de carácter” de este equipo. “¿Cuántas muestras de carácter dimos en este Mundial? El primer partido perdimos, con México el primer tiempo fue muy difícil”.
A eso se le sumó después el partido decisivo con Polonia, quizás el menos sufrido de los cinco que lleva jugados, y más tarde ante Australia, que terminó con una jugada infartante luego de un desarrollo casi sin contratiempos.
Ante Países Bajos parecía que esa fórmula no iba a repetirse. Porque la Selección, a pesar de la tenencia repartida entre los dos equipos, se puso en ventaja con una asistencia quirúrgica e impensada de Messi a Molina y luego estiró la ventaja con un penal convertido por Lionel. ¿En qué momento se transformó el escenario? Quizás con el enojo del Dibu cuando fue a buscar un centro o tal vez cuando Leandro Paredes se insultó con medio banco de suplentes neerlandés. Lo cierto es que el partido se picó, Países Bajos se envalentonó y Argentina comenzó a sufrir, como en casi todo el Mundial.
Nadie pensaba, sin embargo, que el empate era posible. Pero el árbitro español Mateu Lahoz adicionó diez minutos, y en el último, llegó el empate. El sufrimiento se había convertido en angustia y enojo. Algo que, después del alargue y los penales, quedó disipado entre los festejos y abrazos.
La tensión, de guardia
Lo que parecía un triunfo tranquilo y sin sobresaltos de la Selección argentina sobre Países Bajos en los cuartos de final del Mundial de Qatar 2022, se terminó complicando en los últimos minutos y la tensión se elevó al máximo en cada rincón del país.
Pese a que el desenlace del encuentro en Qatar puso a prueba la salud de 45 millones de personas, los trabajadores de un servicio de emergencias médicas de Mar del Plata, colmada por el turismo en este fin de semana largo.
“Estuvo todo bastante tranquilo con los llamados. No hubo muchas salidas, apenas un par de consultas en medio del partido por fiebre y tos”, comentó a NA Tamara Ruiz Díaz, quien actuó como despachante en el centro de emergencias médicas. Y añadió: “No tuvimos ningún Código Rojo, entonces en el entretiempo salieron los médicos a atender las consultas”.