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después del 10 de diciembre

Sin tropa propia para Hacienda

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Economía. Ni Sergio Massa ni Javier Milei ofrecen un candidato para Hacienda, como si se pudiera gobernar sin ministro. | Néstor Grassi

Raro: ninguno de los dos candidatos presidenciales ha designado a su futuro ministro de Economía, en el caso de ganar la elección dentro de quince días. Como si no fuera el mayor problema de la Argentina y a nadie le importara los acontecimientos catastróficos del futuro. Para colmo, alguien que se ofrecía todo servicio para cualquier partido, Carlos Melconian, fue despedido de la Fundación Mediterránea hace setenta y dos horas. Justo cuando un par de semanas antes esa misma institución había emitido un comunicado sosteniendo que Melconian era el salvador que necesitaba el país y disponía de un plan económico que resolvía inflación, pobreza, reservas y hasta el faltante de caramelos en el quiosco de la esquina (se supone que la separación del economista de la Mediterranea no se produce por la denuncia de escarceos extramatrimoniales, ya que varios empresarios del instituto atraviesan situaciones mucho más comprometidas: se ruega no pedir nombres ni grabaciones).

Ni Massa o Milei, entonces, ofrecen un candidato propio para el Palacio de Hacienda, como si ese territorio no necesitase un clarividente y se pudiera gobernar sin un responsable del área como hizo Néstor Kirchner durante una parte del gobierno de su esposa Cristina, cuando ubicó en el cargo a un tal Carlos Rafael Fernández de cuya humanidad, rostro o voz nadie se acuerda, ni entonces reconocía, a pesar de que estuvo más de un año cobrando el sueldo de ministro. Massa, si se mantiene en la Casa Rosada, tal vez apele a un fantasma como guía, el fuego fatuo de Roberto Lavagna, todavía consejero e instructor, pero quien se niega a la experiencia cotidiana que ya ejerció para disgusto de su esposa. Quizás sugiera más de un nombre destinado al vacío ya que, a Massa, lo conducen una máxima futbolística –“equipo que gana no se cambia”– y su propia omnipotencia: Gabriel Rubinstein cumple lo que le digo, hasta cree que la inflación está bajando. O sea, hay que esperar más de lo mismo.

No han designado quién deberá enfrentar el mayor problema de la Argentina

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Por su parte, Milei ya fijó un límite a cualquier nombramiento al designar a Emilio Ocampo al frente del Banco Central. Siempre que triunfe, obvio. Esa nominación excluye la participación de otros técnicos, incompatibles con la personalidad de Ocampo y, en especial, con sus criterios sobre dolarización y eliminación del BCRA. Provoca enfrentamientos con colegas y la dupla Macri-Bullrich, quienes dijeron colaborar sin condiciones al tiempo que hacían  trascender un acuerdo de once puntos, violado a los quince minutos. Se repite entonces la discusión profesional sobre dolarizar o no y la necesidad de que se piensa en bulldozers para arrancar los cimientos del BCRA. Ni siquiera se zanja el pleito con la contundente declaración del líder libertario: es prioritario cumplir las dos pretensiones, “no me bajo de esa promesa”. Le habla, sin duda, a quienes lo votaron (30%) por enamorarse de esa idea; pero ahora requiere otra apoyatura, desconfiada (20%), a la que no le entusiasman esas propuestas ni otras iniciativas menos urgentes. No solo aparece el rechazo de los bancos en esta controversia, también el momento de la liquidación de normas –¿cómo van a dolarizar si no hay ni un dólar?, se repite como si se conociera del tema– y el sofisticado proyecto del historiador para comprar con un fondo especial de activos externos, con sede en Nueva York, el fabuloso volumen de las Leliqs.

Son dos los Milei que iluminó la campaña: uno estaba desatento o cómplice de la participación en sus listas de hombres de Massa y, el otro, ahora brota contra Massa  por la rivalidad presidencial. Error de cálculo atribuido al postulante de Unión por la Patria en su propósito por derrumbar a la Bullrich: no previó el nuevo fenómeno de duplicidad, menos que Milei se pegara a Mauricio Macri como un bicho canasto para bailar juntos el domingo 19. Como dicen que a Milei le falta dinero y organización –al menos es el déficit descubierto por el ingeniero luego de las negociaciones–, le empezaron a derivar exfuncionarios y equipos del pasado a su guarida. Estalló la instalación eléctrica, inclusive por situaciones graciosas: se asentó el team de comunicación de Patricia Bullrich como si a ella la hubiera llevado al triunfo. En el nuevo y hasta confuso escenario, opina más de uno con desaprensión, hablando de filosofía y desconociendo una advertencia de un maestro estoico: por alguna razón, el hombre tiene dos orejas y una sola boca. Es para aprender ese detalle en el mundo utópico que no distingue el Estado a presidir de una modesta casa: en el altar de la libertad, por ejemplo, no se pueden sacrificar como dogma la venta de órganos, niños, sangre o armas, tampoco el consumo, venta y tráfico de drogas. Menos mal que nadie pregunta al respecto. Por dejar a cada uno hacer lo que se le da la gana, esta anomalía lastimó al propio pedagogo de la idea, al admirable Milton Friedman, a quien le tocó sufrir con un hijo internado por las adicciones.

Los dos no saben a quién poner en el ministerio, pero juegan a las escondidas

Sin acuerdos ni entendimientos claros, sin embargo, la formación política de Milei se ha recuperado y avanza sobre un Massa quizás descuidado por intendentes que ya escrituraron su propia situación en el último comicio. Ahora, ellos no juegan,  tienen sus cargos, poner plata en la campaña es lo que menos les interesa. Tampoco exagerar con los esfuerzos. Un dilema para quien tal vez consiga más fácil créditos para sí mismo que para la propia Nación. Le sobra conducción a Massa, al revés de Milei, quien procede en forma radial, recibe poco y atiende menos: su horizonte de poder se ha vuelto pampásico, casi imposible de controlar para alguien que nunca presidió una empresa. Aún así pudo sellar con prisa áreas de futura complicación como la de Salud, mientras teme que lo avasalle una invasión macrista que aún se sorprende por la intemperie profesional que rodea al economista.

Los dos contendientes entonces no saben a quién poner en Economía, pero sí juegan a las escondidas: el libertario oculta a Benegas Lynch y a la motosierra, Massa el retrato con Cristina y la fotografía con la cúpula de la CGT. País insólito en el que el mismo Presidente está escondido detrás de los cortinados.