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Electores

¿Sirve la unidad de la oposición?

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Los métodos de análisis anticuados llevan a tomar decisiones equivocadas. Confundidos por sus conceptos, algunos creyeron que en Mendoza ganó las elecciones a gobernador la unidad de la oposición. Antes habían dicho que la falta de unidad perdió en Santa Fe y no pudieron explicar la derrota de la oposición monolítica en el Chaco. Quienes analizan así la política suponen que los conceptos actúan en la realidad por encima de los seres humanos. Veamos la consistencia de su análisis.
La oposición unificada que habría ganado en Mendoza no aparece por ningún lado. Los seres que existen actúan. Si hubiese sido la unidad la que triunfó, los líderes opositores habrían aparecido en la campaña de Alfredo Cornejo, los candidatos presidenciales Macri, Sanz, Cobos,
Carrió, Massa, habrían recorrido ciudades y viñedos pidiendo el voto para el candidato. Como parte de la campaña, se habrían organizado concentraciones de militantes de todas las fuerzas demostrando la convergencia. Nada de esto ocurrió en la realidad. Los candidatos presidenciales no aparecieron, los mendocinos vieron sólo al aspirante a gobernador y a dirigentes locales. Cornejo ganó porque era un buen candidato, al que lo ayudó el rechazo a la gestión del anterior gobernador y la sensación de que se necesita un cambio, que crece en el país todos los días.
Desde el punto de vista de los electores, no hubo decenas de miles de mendocinos que perdieron el sueño esperando que todos los partidos den su apoyo a Cornejo. En Santa Fe sería disparatado sostener que muchos partidarios de Del Sel dejaron de votar por él porque Mauricio Macri no firmó un papel con Sergio Massa. Los santafesinos están angustiados por la
violencia, el narcotráfico, el desempleo, no porque algunos políticos firman o no papelitos.
Es difícil saber con certeza por qué votan los electores. Los analistas políticos tenemos hipótesis sustentadas por la experiencia, que revisamos permanentemente, porque los votantes son seres humanos y nuestra especie vive desde hace treinta años cambios descomunales, que se aceleran todo el tiempo.
En Argentina desde hace rato se repite “que se vayan todos”, frase que expresa el rechazo de muchos ciudadanos por la vieja política. Cada vez es más intenso el deseo de que venga gente nueva, que lleve al país a nuevos puertos. Se eclipsó una superstición que estuvo vigente durante muchos años, la de que no se puede gobernar el país sin el peronismo. Pero el cambio que quiere la gente no consiste en un acuerdo entre los políticos de siempre. No pide que se amontonen siglas de partidos, sino que se presente una alternativa diferente del actual gobierno. Si los que representan al cambio incorporan a sus filas un nutrido grupo de ex funcionarios de este gobierno, dejan de tener sentido para los electores. Para ganar las elecciones hay entender qué es lo que quieren los partidarios del cambio: un frente que unifique a todos los políticos opositores, incluidos los ex ministros del kirchnerismo, o una alternativa con gente nueva. Si quienes representan el cambio integran a sus listas a ex funcionarios K que quieren volver a su puesto, perderán más votos que los que ganen. La gente común es menos sofisticada que muchos analistas: muchos quieren que cambien las políticas, y también los rostros y los estilos de este gobierno. Los que les gusta el gobierno K tienen su propios candidatos, no votarán por el amontonamiento, aunque estén en él algunos ex funcionarios que les gustan.
Los mendocinos y santafesinos saben por qué votan. Viven en la realidad, no en el mundo de los fantasmas teóricos. En ambas provincias respaldaron a Lifschitz, Del Sel, Cornejo, candidatos que no fueron funcionarios del gobierno actual y siempre estuvieron en la oposición.
En Las sillas, de Ionesco, el Viejo y la Vieja reciben a los personajes más importantes de la tierra que vienen a escuchar al orador más grande de la tierra. El escenario queda repleto de sillas que los ancianos disponen para que se sienten los fantasmas. Sin poder caminar por un cuarto atestado de seres imaginarios, los viejos se lanzan por la ventana, quieren morir en el momento más glorioso de su vida. Después de que los viejos se han suicidado, se abre una puerta, entra el orador. No percibe que nadie que ocupe las sillas avanza empujándolas. Cuando pretende hablar no lo puede hacer porque es mudo. Algunos analistas están apabullados por seres imaginarios, por conceptos que les impiden ver la realidad. Antes de suicidarse como los viejos, deben tratar de comprender a los votantes que son simplemente seres humanos.

*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.