Una de las cosas que no me enorgullecen es mi incapacidad para hacer dos cosas a la vez. En mi caso alcanza el rango de patología tener que pedirle a quien habla conmigo al otro lado de la línea telefónica que haga un instante de silencio porque tengo que subir o bajar una escalera. Al parecer ese disfunción –que jamás, dicho sea de paso, me causó problemas serios–, es más normal de lo que quienes tienen la capacidad de hacer dos y más cosas a la vez quieren hacernos creer.
El sitio HowStuffWorks publica un artículo de la psiquiatra y psicoanalista italiana Maria Trimarchi que me devuelve al siempre entrañable mundo de la normalidad, algo innecesario, de acuerdo, pero que no viene mal de vez en cuando.
Algo que hasta hoy pensaba que me pasaba solo a mí queda de manifiesto que les pasa a todos: si estamos escuchando música mientras conducimos un auto, llegado el momento de estacionar intuitivamente bajamos el volumen. El sentido común nos lleva a pensar que de ese modo evitamos las distracciones, pero no. Dice la señora Trimarchi que contra lo que pensamos, nuestro cerebro no estás preparado para hacer más de una cosa a le vez: cuando trata de administrar situaciones que requieren atención y concentración pone de manifiesto algo indiscutible, esto es, que sus recursos son limitados. Eso explicaría (pero es una asociación mía, la señora Trimarchi no habla de esto), entre otras cosas, el gesto del jugador de fútbol que se muerde la lengua a la hora de hacer una gambeta: el cerebro necesita detener el movimiento de los diecisiete músculos que controlan la lengua para que en las extremidades puedan hacer lo suyo. Volviendo al auto: si somos capaces de conducir al mismo tiempo que escuchamos música sin problema es porque conducir no ocupa a pleno todas nuestras reservas mentales. Eso, dicho sea de paso, explica muchos accidentes.
Trimarchi explica así por qué nos resulta difícil mantener una conversación si estamos conduciendo un auto en situación de stress, por ejemplo cuando de improviso se larga una lluvia torrencial o estamos perdidos tratando de leer las señales de tránsito, o cuando ocurren las dos cosas al mismo tiempo. Entonces, dice Trimarchi, solemos pedirle a la persona que nos habla que se calle un momento –o bajamos el volumen de la radio. Eso ocurre porque para que el cerebro haga bien su trabajo necesita dirigir la atención a la tarea que individualiza como primaria.
El hecho es que cuando hacemos dos cosas al mismo tiempo, como conducir y escuchar música, nuestro cerebro no presta realmente atención a las dos cosas al mismo tiempo, sino que salta continuamente de una a otra, de manera muy rápida. Este ir y venir entre un estímulo y otro requiere mucha energía y puede por lo tanto disminuir nuestra performance, o bien hace que disminuya nuestros tiempos de reacción, llevándonos a cometer errores o en cualquier caso a meternos en dificultades –que es lo que muchos vivimos intentando no hacer–, sobre todo si una de las dos acciones requiere mucha más concentración que la otra. Bajar la radio, entonces, sirve para quitarle espacio a la tarea que el cerebro individualiza como secundaria, permitiéndole así dedicarse plenamente a la que individualiza como principal.
Mi madre solía burlarse de mí diciendo yo era incapaz de caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Cosa que naturalmente no era cierto, pero lo dicho por la señora Trimarchi me lleva ahora a pensar que sí.