A lo largo de la última semana se conocieron los datos de inflación a partir de los cuales se generó cierta polémica respecto de la reacción del Banco Central de subir las tasas de interés.
La primera consecuencia de esa medida no genera incentivos a la demanda de dólares (sino al revés) y de algún modo distribuye consumo doméstico hacia el exterior (más viajes a Chile y Miami).
Por otra parte, en términos de la actividad productiva la nueva fortaleza del peso afecta a las exportaciones dado que hace menos rentable a todo el sector. Desde ya que el nuevo nivel de tasas, además, afecta la actividad en general ya que ralentiza la recuperación en su conjunto.
Comprendiendo los costos que supone la estrategia, queda claro que es una fuerte señal del compromiso monetario del BCRA que elige ganar credibilidad y paga con actividad en presente para sostener crecimiento en el futuro, desde la mirada del Gobierno se puede decir que menos inflación supone mayor actividad futura. La cuestión es si aguanta la política y esto no es un tema menor. Ante esto, vale volver a preguntarnos: ¿la inflación es un fenómeno monetario? Respuesta posible: sí, pero no solamente monetario.
Es decir, el efecto de la política económica en términos del resultado que provoca depende de cuán creíbles sean las medidas que toma.
Si cada vez que se impulsa una política económica ésta se revisa y se da marcha atrás, el mercado desconfía del convencimiento del propio Gobierno, éste pierde credibilidad y por más que en los libros dicha política económica sea buena, el efecto de la misma no será el buscado.
Así, por ejemplo, fue bueno no extender el blanqueo porque hubiera operado en el sentido inverso del objetivo buscado, no por el blanqueo que tal vez hubiera sido un poco más exitoso, sino a la capacidad del Estado para recaudar en función de la credibilidad del sistema que en la mente del contribuyente es la AFIP.
Finalmente, está la suba de la tasa de interés. Retomando esa medida, podemos ver que hay un poco de sobreactuación, pero se relaciona con esa brecha, en la efectividad de la política económica que se abrió en el Gobierno en el contexto de sus marchas y contramarchas.
A mediados de marzo el sitio La Política Online, adjudicaba al presidente Macri la siguiente frase respecto de sus estrategias políticas: “Nos equivocamos, me quisieron convertir en un santo y este país necesita que lo gobierne un hijo de puta”, esa expresión encierra una lectura que en realidad es parcial. Lo que podemos decir es que el liderazgo, cuando se ejerce plenamente es como decía Churchill: “Líder es quien conduce una tropa dividida hacia un lugar que no es obvio” y eso depende básicamente de que le crean al líder. Sucede que obtener la credibilidad depende, entre otras cosas, del nivel de compromiso, de coherencia que éste demuestra. Es evidente que esto no se logra especulando sobre lo que más le conviene a quien conduce antes que a su pueblo.
De este modo, si funciona la decisión del presidente del BCRA, en el futuro va a costar más barato, en términos de tasa. Porque ése será el resultado del aumento de la confianza. Y la confianza se gana con acciones concretas; no con idas y vueltas.
*Economista UBA.