El término “aislamiento social obligatorio” es incorrecto. En este contexto tan delicado con la pandemia que estamos atravesando, estamos aislados, pero físicamente. Socialmente estamos más conectados que nunca (y la tecnología está sintiéndolo de primera mano).
El distanciamiento social se ha convertido muy rápidamente en una palabra de moda en todos los medios de comunicación. En el esfuerzo que esta haciendo el gobierno por frenar el contagio masivo del coronavirus, nos piden todos los días que nos mantengamos alejados de las reuniones grupales, trabajemos desde casa –en la medida de lo posible–, evitemos viajes innecesarios y, en general, limitemos las relaciones interpersonales.
Y esto es correcto, cuanto menos veamos a nuestros seres queridos en esta crisis, mejor. Aunque esto se oponga en forma directa a décadas de investigación científica que afirman que la conexión social es completamente esencial para la cohesión social y nuestra salud física y mental.
La sensación de soledad, como una de las consecuencias de este aislamiento, conlleva riesgos emocionales y de salud, riesgos que son comparables a la obesidad, el tabaquismo o la contaminación del aire. Somos seres sociales. “El hombre es un ser social por naturaleza» es una frase de Aristóteles de hace más de 2.000 años. Nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de toda nuestra vida, ya que necesitamos obligatoriamente de los otros para sobrevivir.
Cuando de repente eliminamos tantas de nuestras rutinas habituales de contacto social, es difícil evitar cierto grado de sensación de soledad. La cocina de la oficina, la sala de reuniones, el almuerzo: nuestra vida social y laboral está llena de interacciones humanas que fomentan un sentido cotidiano de conexión social.
También, en este tipo de situaciones, salen a luz los individualistas, los que repentinamente pierden sus valores, los que “son libres y hacen lo que quieren”. Esa parte de la sociedad que nos expone frente a este tipo de amenazas. Lo vemos aún en mucha gente dispuesta a no respetar el estado de alarma ni el aislamiento obligatorio. Esta sociedad de libertades a veces convertida en un libertinaje absoluto, tal vez debería revisar sus valores, solo porque así nos desprotege.
Mis redes sociales se llenaron de médicos, especialistas en educación y psicólogos: todos ofreciendo soluciones e ideas creativas de cómo sobrepasar al aislamiento social. Y es así, cuanto mejor logremos satisfacer nuestras necesidades sociales en entornos y dimensiones virtuales, menos nos sentiremos tentados a salir y exponernos al contagio.
Es hora, queramos o no, de empezar a tomar la tecnología seriamente cómo una herramienta y sacarle el máximo provecho, siempre desde una mirada critica y siendo conscientes de sus alcances. Mas aún en este tipo de contexto tan delicado. Nadie sabe de forma certera cuándo volverá el orden natural de nuestras rutinas y del mundo, pero algo sí es seguro: todo el esfuerzo que estamos haciendo por controlar nuestra ansiedad y pasar estos días de la mejor forma posible no van a ser en vano y nos convertirán en mejores personas.