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Sociedades latinoamericanas

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La preocupación por la desigualdad adquirió en los últimos años un lugar protagónico en el debate público global e intelectual, a punto tal que se multiplicaron los estudios que pretenden poner de relieve la desigualdad que impera y se reproduce en el mundo capitalista, desigualdad que doblega la cotidianeidad de una gran proporción de ciudadanos y ciudadanas. Nosotros iniciamos este mismo camino reflexivo, desde la región más desigual del planeta, con la presentación de “La hora de la igualdad” (Cepal, 2010), para luego desarrollarlo y ampliarlo, en “Cambio estructural para la igualdad” (2012) y “Pactos para la igualdad” (2014), con el espíritu crítico y constructivo de la mejor tradición cepalina.

La Cepal se ha dedicado históricamente a analizar la desigualdad y sus distintas facetas, en particular la relativa a la mala distribución de los ingresos y de la riqueza. Las raíces estructurales con visión multidisciplinaria fueron tema central en el trabajo de la Comisión desde sus inicios, en 1948, cuando nació como centro de ideas regional con la vocación de pensar el desarrollo económico y social del sur y desde el sur. Hace poco menos de una década emprendimos una tarea de actualización con una perspectiva renovada que introduce nuevas dimensiones analíticas, mantiene las raíces del pensamiento estructuralista originario y procura incluir una agenda renovada ligada a la construcción de una sociedad de derechos. Esta tarea se reflejó en los tres documentos mencionados, que presentamos en los últimos períodos de sesiones de la Comisión, y que con el tiempo se fueron conociendo como la “Trilogía de la igualdad”. (...)

¿Por qué intentamos articular nuestro esfuerzo de reflexión y de propuesta en torno a la premisa de la igualdad? Porque América Latina y el Caribe –pese a sus éxitos y fracasos, sus marchas y contramarchas– no es la región más pobre del mundo, pero sí ha sido históricamente –y aún es– la más desigual. En la actualidad, en promedio, el 10% de los hogares más ricos de la región concentra el 32% de los ingresos totales, mientras que, en el otro extremo, el 40% de los hogares con menores ingresos capta una media de apenas el 16% del ingreso total; por ello, uno de los grandes desafíos es poner en marcha políticas públicas de redistribución del ingreso, incluida su distribución “funcional”, que ubiquen la lucha contra la desigualdad en el ámbito de las llamadas “políticas de Estado”, con legitimidad ciudadana.

Creemos interpretar un reclamo largamente sostenido y postergado en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, en los sectores desde siempre relegados, de tantas niñas y mujeres, de nuestras poblaciones originarias, de las comunidades afrodescendientes, de los adultos mayores, de la ruralidad marginada; reclamo a partir del cual se han ensayado revoluciones y reformas, modelos de gobierno y de política, movimientos populares, acuerdos entre grupos y demandas de los más diversos actores.
Vemos de qué modo, al mismo tiempo que la igualdad respira, como valor positivo, en la memoria histórica de la región, se ve negada de manera sistemática por esa misma historia, que se manifiesta en lo que en distintas oportunidades llamamos una “cultura del privilegio”.

La experiencia de los modelos neoliberales aplicados en América Latina, en particular durante los años ochenta y noventa, muestra que éstos no sólo fueron incapaces de alcanzar tasas de crecimiento altas y sostenidas, sino que profundizaron las desigualdades e incrementaron el deterioro en los indicadores de distribución de ingresos, además de privatizar bienes, procesos industriales y servicios de gran relevancia pública, lo que, más que acercarnos, nos alejó de una trayectoria de desarrollo como la que concebimos desde la Cepal.
La concentración de la riqueza alcanzó niveles desproporcionados, como en otras regiones del mundo en el mismo período (salvo que aquí, en nuestra región, partíamos del último peldaño en esa materia). De ahí la necesidad de elaborar e implementar políticas públicas en los ámbitos fiscales, productivos y sociales.
Defender hoy el valor de la igualdad es recrearlo a la luz del aprendizaje histórico y de las actuales condiciones de ser en el mundo; vale decir, de vivir la globalización en todos sus ámbitos e implicancias. El valor de la igualdad, junto con el de la libertad, es la forma más humanizada de asumir las tareas de la modernidad.

En la perspectiva del desarrollo que nos planteamos, preocupa en especial que el patrón de crecimiento actual sea espasmódico, en exceso dependiente de la dinámica exterior (de la evolución de los términos del intercambio, de las condiciones de liquidez internacional), y en él la ausencia de capacidades, la desigualdad y la reducida productividad corren el riesgo de retroalimentarse en un círculo vicioso. (...)
Por otra parte, si bien la pobreza y la desigualdad disminuyeron en los últimos años de modo significativo, sus niveles son todavía muy altos, y hay indicios de que dicha reducción puede detenerse en los próximos años. Si bien esta disminución proviene principalmente de una mejor distribución de los ingresos laborales, aún somos la región del mundo con mayor concentración del ingreso en pocas manos, por lo que uno de los grandes desafíos que todavía enfrentamos es poner en marcha políticas públicas de redistribución del ingreso y otorgar fuerza al Estado con legitimidad ciudadana.
El estilo de crecimiento que adoptó la región en la última década y media constituye uno de los principales problemas en el camino planteado de igualdad y desarrollo; es decir, hubo mejoras en la distribución del ingreso y en otras dimensiones de la igualdad –es más, algunas de ellas se produjeron por primera vez en décadas–, pero el problema es que estas mejoras no son sustentables en el futuro si no se avanza con decisión en el camino del cambio estructural.
En este marco, el desafío hacia adelante consiste en promover la diversificación productiva con la preservación de la sostenibilidad ambiental y construir nuevas instituciones que promuevan la igualdad en sus diversos ámbitos.

 

*Bióloga.
**Economista. Fragmento del libro El imperativo de la igualdad. Editorial SXXI Editores.