La interminable crisis griega que ha entrado en su octavo año –con posibilidades en las próximas horas de alcanzar un arreglo que me temo resultará tan inútil como los anteriores– merece un análisis de los cinco actores centrales que han venido participando. Importa por el tema en sí mismo, pero sobre todo por la experiencia para el funcionamiento global de las economías de mercado:
. Grecia: el comportamiento de sus gobiernos desde el lanzamiento del euro fue irresponsable, muy similar al de muchos países en desarrollo. Al ingresar al euro el país tuvo la mayor reducción de tasa de interés si se la compara con la que lograron los que se sumaron a la moneda única. Esa excepcional situación positiva pudo haber sido utilizada para financiar un proceso sostenido de desarrollo económico-social. Ello no ocurrió. Fue empleada de manera populista no muy diferente del “deme dos” que los argentinos vivimos durante la tablita cambiaria (1976-1982) o la convertibilidad (1991-2001) o que el chavismo venezolano vive aún hoy. Fuerte expansión de la deuda pública y privada, sin el debido correlato de inversión, producción y empleo, termina indefectiblemente en una crisis de pago.
2. FMI: desde hace algún tiempo hay elementos para decir que algo ha cambiado en sus posturas desde la crisis financiera internacional iniciada en 2008. Algunos papers sirven para creerlo, como aquellos que esbozan la aceptación de los controles de capitales; alguna preocupación por relacionar positivamente la distribución equitativa del ingreso con el crecimiento, considerar insostenible el peso de la deuda a partir de ciertos niveles o aceptar que los bonos ligados al crecimiento son útiles para enfrentar situaciones de insolvencia.
Sin embargo la idea de que algo cambió es una vana ilusión. Las recomendaciones a Grecia –sostenidas en forma conjunta por la troika con la Unión Europea y el Banco Central Europeo– son las mismas que hundieron a Indonesia durante la crisis asiática o a Argentina en la precrisis de 2001. En síntesis, ajuste fiscal bajando sueldos, jubilaciones, gastos en educación, gastos sociales, gastos en ciencia y tecnología, privatizaciones de urgencia y liberalización financiera. De esa manera el objetivo es siempre generar un superávit fiscal primario lo más grande posible para pagar la deuda, especialmente la externa.
Las medidas esencialmente recesivas y de regresión en la distribución del ingreso tienen un límite social y político que termina en una crisis, además de un claro debilitamiento de la democracia. Grecia vio caer su producto bruto interno 25%, y en ocho años hizo un esfuerzo fiscal que de todas formas la condujo a una deuda creciente y a exigencias aún mayores de la troika en la misma dirección recesiva.
u 3. Alemania: quizás los alemanes crean que su bienestar post euro se deba a sus propias virtudes, que sin dudas existen. Pero ésa no es toda la verdad. La fuerte reducción de la tasa de interés al aparecer el euro creó las condiciones para que muchos países –Portugal, Italia, Grecia y España, peyorativamente denominados PIGS–, pero no sólo ellos, expandieran su demanda bien por encima de sus reales posibilidades. Una parte sustancial –la más importante dentro de la UE– de esta demanda, artificialmente inflada y financiada con deuda, fue precisamente ayudar a la expansión industrial y de servicios de valor agregado de Alemania. Sería bueno que el gobierno alemán reconociera que sabía lo que pasaba en las llamadas economías del sur, pero prefirió seguir adelante en su propio interés.
4. Bancos privados: por cierto las instituciones financieras se beneficiaron por las enormes colocaciones de deuda en las cuales participaron como suscriptores originales o, sobre todo, a medida que las situaciones críticas se acercaban, como intermediarios. El objetivo de estas instituciones es siempre refugiarse detrás del FMI (o en este caso de la troika) puesto que su beneficio pasa porque los ajustes requeridos a los países endeudados generen la máxima capacidad de repago, sea esto posible o imposible.
Al mismo tiempo, cuando las crisis alcanzan magnitudes significativas mientras se espera que los deudores generen superávits, aun a costa de su achicamiento económico, las instituciones privadas negocian transformar acreencias privadas en acreencias de instituciones multinacionales. En otros términos, venden deuda incobrable (basura en la jerga) a organismos multinacionales. La clásica socialización de pérdidas. En Grecia, la exposición a perdidas fue traspasada casi totalmente a entes públicos multinacionales.
5. Los pueblos: suelen pagar un alto precio por su atención sólo por el corto plazo y por su entusiasmo o indiferencia hacia políticas de endeudamiento y expansión artificial de la demanda no productiva. El precio no es otro que enfrentar fuertes crisis cuyo costo en términos de empleo e ingresos impacta sobre todo en las dos terceras partes inferiores de la pirámide social.
Obviamente hay otros “actores” en el caso griego, como el resto de los países miembros, en particular Francia, o terceros bien o mal interesados como Rusia, que por acción u omisión no han alterado significativamente lo que los principales hacen.
Grecia hoy. Muy pocas cosas nuevas hay en la crisis griega en particular o del sur europeo en general. Por allí pasamos antes muchos países latinoamericanos, nosotros los argentinos y buena parte del sudeste asiático. Algunos países como Malasia y Argentina, los menos, salimos del laberinto por arriba. Argentina supo salir (2002-2006) sobre dos bases: no aceptar la política exigida por el FMI dando espacio para una fuerte expansión y haber reestructurado en sólo tres años y medio (2002-junio 2005) el 76% de su deuda, que es más de lo que hoy el FMI exige para dar por concluida una reestructuración. Desaciertos posteriores, internos (estancamiento) y externos (mucha verborragia y poca técnica) no deben hacer perder de vista aquella realidad, porque es útil para nosotros y para otros en el momento de decidir estrategias.
Grecia ocho años después, y luego de haber hecho ya una reestructuración en 2012, vuelve a estar peor que en el punto de partida. Por ahora todas las negociaciones de Grecia con la troika excluyen una nueva reestructuración, y eso no se arregla con discursos altisonantes. Todo el apoyo, dicen que “generoso”, que se les ofrece es más recesión para pagar sólo las deudas hasta fin de año. Es por eso que en pocos años, suponiendo que el gobierno griego acepte un nuevo apriete, volverá a estar en crisis. Me gustaría decir que es hora de reflexionar y cambiar, pero quizás sería ingenuo pretenderlo.
PS. Al momento de entregar estas notas el gobierno griego ha convocado al pueblo a expedirse en un referéndum. Por fin, para el horror de Alemania y de toda la UE, el gobierno ha elegido. Entre estafar al pueblo incumpliendo con lo prometido o poner un límite a la arrogancia de los que durante la crisis argentina el presidente Bush (sí, él) llamó “burócratas cabeza de cemento”, Alexis Tsipras parece haber optado, como táctica o estrategia, salir por arriba. Gana la democracia en Grecia y gana la democracia en toda Europa, aunque moleste a los acreedores. ¡Qué ganas, además, de decir De Gaulle y Adenauer se busca!
*Ex ministro de Economía.