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dificultades diferentes al mundo

Soluciones erradas para un problema de dólares

Interesante reflexión de la presidenta Kirchner. Interesante, porque explicita el diagnóstico que hoy tiene el Gobierno sobre lo que nos pasa. Interesante, porque cuando la soja estaba a US$ 500 la tonelada, Brasil nos compraba autos y el dólar se devaluaba frente a las monedas regionales, no la escuché decir, ni a ella ni a su marido, “el mundo nos salvó”.

Szewach
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Interesante reflexión de la presidenta Kirchner. Interesante, porque explicita el diagnóstico que hoy tiene el Gobierno sobre lo que nos pasa. Interesante, porque cuando la soja estaba a US$ 500 la tonelada, Brasil nos compraba autos y el dólar se devaluaba frente a las monedas regionales, no la escuché decir, ni a ella ni a su marido, “el mundo nos salvó”.

Pero bueno, más allá de estas curiosidades de la vida conyugal de los K, las efectividades conducentes señalan que, efectivamente, los precios internacionales de nuestros productos de exportación han caído, que Brasil, la gran oportunidad perdida de la Argentina de los últimos años, se ha transformado casi en una amenaza y que el dólar es hoy una moneda fuerte.

Frente a ese escenario externo tan adverso, la respuesta de política económica local ha sido, por lo menos, equivocada. Los shocks externos negativos, que eso es lo que hemos sufrido en estos meses, implican que la Argentina, macroeconómicamente hablando, es más pobre en dólares de lo que era antes. A la inversa de los sucedido en los últimos años.

Y resulta que necesitamos dólares para pagar importaciones imprescindibles y para hacer frente a compromisos de deuda en moneda extranjera –pública y privada–. Esos dólares antes los proveían los compradores de soja y otros productos pagando más caras nuestras exportaciones. Ese aumento de los precios nos financiaba mayor gasto privado, por la parte que los productores transformaban en pesos y gastaban internamente, y nos financiaba mayor gasto público, a través de los impuestos a la exportación. Aunque una parte de ese gasto –importaciones– es en dólares. Dicho de otra manera, la extraordinaria recuperación argentina de estos años –les guste o no a los K– fue producto de un fenomenal cambio de precios relativos a favor de nuestros exportables principales, que alentó un gran aumento de la producción agraria, vía incorporación masiva de tecnología. Esos mayores ingresos del campo y del resto de los exportadores se transformaron en más gasto, al convertir dólares del resto del mundo en pesos en la Argentina. Esos pesos los gastó el sector privado y también los gastó el sector público, que recaudó más impuestos, por los impuestos a la exportación y por la mayor actividad económica interna que produjo el aumento de gasto privado. Pero el origen de toda la recuperación fue la mayor cantidad de dólares que producía esta economía con el mismo esfuerzo, dada la suba de los precios.


Cambio de planes. Ahora los precios han bajado. De manera que los dólares ya no los “producen” los precios. Y si queremos mantener el mismo nivel de actividad o parecido, los dólares, ahora, los tienen que producir las “cantidades”. Es decir, tenemos que exportar más cantidad de productos y servicios e importar menos cantidad de productos y servicios.Porque, insisto, necesitamos esos dólares para financiar la actividad económica interna y pagar deuda externa.

Por lo tanto, nuestro problema no es un problema de “pesos”, es un problema de “dólares”. Pero las medidas anunciadas la semana pasada por la Presidenta, porque el mundo nos vino a complicar, son medidas para un problema de pesos, no de dólares. Al final de la historia, macroeconómicamente hablando, el aumento de crédito disponible equivale a reducir los requisitos de liquidez en pesos de los bancos a los que hoy les sobra plata, no les falta. En todo caso, es un subsidio a la tasa de interés y a los plazos, para los consumidores de electrodomésticos y automóviles. Pero esta medida, eventualmente, puede servir, si está orientada a sustituir importaciones, es decir a demandar bienes nacionales y que no necesitan “dólares” para su producción. Es decir si el crédito subsidiado –suponiendo que la gente quiera tomarlo– reduce la demanda de dólares para producir bienes.

Pero, obviamente, esta medida es muy “chiquita” para pedirle mucho más que eso. Entonces, las últimas líneas para el resto. Si lo que hay que aumentar son las cantidades exportables y reducir las cantidades importables, hace falta alinear todas las variables de la economía en esa dirección. Y cuando digo todas las variables, me refiero a que el gasto público y el gasto privado tiene que caer en dólares, para liberar recursos para exportar y reducir la demanda de importables. Pero el gasto cae en dólares, si crece menos que el tipo de cambio. De manera que alentar un aumento del gasto por encima de la variación del tipo de cambio es agravar el problema, no solucionarlo. El Presupuesto de 2009 y todos los anuncios de aumento de gasto que se están haciendo van en la dirección equivocada, porque al aumentar el gasto en pesos hace falta devaluar más para bajarlo en dólares.

Van en la dirección equivocada porque tenemos un problema muy distinto al del mundo desarrollado. El mundo desarrollado está en recesión por retracción del gasto privado. Por lo tanto, el gasto público intenta, ineficientemente, reemplazarlo, y tiene con qué porque los inversores se refugian en la deuda pública para ahorrar y no gastar.

La Argentina, en cambio, ha entrado en recesión porque la política K de confrontación permanente y destrucción de mercados generó fuga de capitales –achicó el tamaño de la economía local– y porque se cayeron los precios de nuestras exportaciones. Es un problema muy distinto que requiere una solución distinta. Porque, además, la gente que huye, al contrario que en el mundo desarrollado, no se refugia en el Estado K de la confiscación: de ese Estado trata de escaparse.

Mientras sigamos con la inconsistencia de decir que “el mundo nos complicó” pero que vamos a solucionar el problema con “pesos”, seguiremos sin solucionar el problema y eso es lo que, verdaderamente, nos complica.