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Sombras de enero

Para tratar de entender por qué sucedió lo que sucedió, habrá que esperar por un tiempo a que la sangre seque. El discurso de la víctima es demasiado atractivo como para no repetirlo cuando todavía duele todo.

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¿Cómo tragar este coágulo de sangre sin hacer el esfuerzo de creer que sabemos por qué sucedió lo que sucedió, sin encender al menos una tenue llama, para imaginar que si hiciéramos ciertas cosas no se repetiría algo así, aunque en el momento mismo que escribimos esto se esté repitiendo?

Están fuera de discusión el siniestro y su aflicción. Sea por el pasamontañas y los fusiles de asalto con los que la muerte esta vez metamorfoseó su rostro. O sea porque la prensa satírica en Francia se remonta al siglo XVIII, y de acuerdo con su información genética es liberal y anticlerical, de izquierda o de derecha. O porque no se es musulmán sólo por vociferar Allahou Akbar (“Alá –o Dios– es grande”). O porque “si Charlie Hebdo había caricaturizado al Profeta, en todo caso era un asunto entre Dios y los periodistas”. O porque “lo escrito se responde con lo escrito, no con letras pintadas con sangre”.

“Yo soy Charlie” es –debiera ser– mucho más que un mensaje gráfico publicado en Twitter por Joachim Roncin, que cercó la Tierra entera.
Hoy, la abominación que desde el miedo y la barricada profieren los espantados, para mantener a raya el ultimátum yihaidista, es la “hermandad Kouachi” (Said y Chérif). Ayer, luego del atentado antisemita de mayo de 2014 en el Museo Judío de Bruselas que acabó con la vida de cuatro personas, había sido “el francés de origen marroquí Mehdi Nemmouche”. ¿Cuál será mañana?

Nemmouche había sido detenido cuando regresaba en ómnibus a Marsella desde Amsterdam. Un periodista secuestrado en Siria, Nicolas Henin, afirmó haberlo reconocido por su “sádico deleite en el maltrato a prisioneros”, cuándo él mismo fue rehén de los rebeldes (julio a diciembre de 2013).

Por entonces escribimos en esta columna que Nemmouche había pasado su infancia en asilos, purgado prisión, transmutado de delincuente común en fanático religioso y recibido formación militar en Oriente Próximo. “Apto para manejar armas y explosivos, con pasaporte europeo y un sentido más allá de su vida, el modelo sólo necesita un blanco de amplia repercusión mediática”.

Volvamos a los sucesos que, mientras tecleamos, se desarrollan en Dammartin-en-Goële (Seine-et-Marne) y en Porte de Vincennes. El blanco de amplia repercusión mediática fue interceptado el miércoles 7 de enero. Ahora, el blanco son los que interceptaron al blanco. Tanto la yihad como la sociedad de la información tienen sus reglas.
De los hermanos Said (34) y Chérif (32) Kouachi, el más joven, Chérif, nunca viajó a Siria (Le Monde), aunque se duda acerca de si lo hizo o no a Irak. Dicho esto, su núcleo parental era tan estrecho que, cuando tomó la decisión de casarse, el 1º de marzo de 2008, por único testigo estuvo presente su hermano Said. Luego de la muerte de sus padres, era toda su familia.

Al igual que Mehdi Nemmouche, Chérif (una de sus traducciones podría ser “descendiente del profeta Mahoma, por lo general a través de su hija Fátima, esposa de Alí) fue violento, impulsivo e infringió la ley cuando dejaba la adolescencia. Es conocido que en el barrio Buttes-Chaumont, estaba involucrado en latrocinios, consumo de drogas, narcomenudeo; menos, que padecía la tentación de atentar contra comercios judíos.

En el año 2003, le suceden tres hechos trascendentes: se obsesiona con la intervención norteamericana y británica en Irak (las torturas de Abu Ghraib); concurre a la mezquita Adda’wa, en Stalingrad (barriada popular parisina), deja de consumir marihuana y comienza a respetar los ritos religiosos; y conoce a Farid Benyettou, un contemporáneo que presumía de frecuentar el islam y la iba de predicador a la salida de la oración. Durante un proceso judicial que tuvo lugar en 2008 (fue condenado a tres años, con 18 meses de pena condicional), el inspirador dijo de él: me confió “su intención de atacar a la comunidad judía en París antes de irse para participar en la Yihad”. El dijo del jerife: “Me habló de setenta vírgenes y de una gran casa en el Paraíso”, y de “estrellar contra una base estadounidense un camión cargado de explosivos”.

Hizo footing en el parque de Buttes-Chaumont y un fiel algo mayor le enseñó a usar la kalachnikov: “Me explicó que había tres niveles de tiro: en seguridad, tiro por tiro o en ráfagas”, y “los tipos de municiones”, en un curso que duró una hora. A juzgar por su desempeño en la carnicería de Charlie Hebdo, no se dio por satisfecho con el lapso.

Luego de Benyettou, aparecieron en su vida Djamel Beghal y Boubaker al-Hakim. Dos notas: una, la investigación sobre estos dos nombres promete frutos esclarecedores; la otra, es que Chérif no parecía suscitar tranquilidad entre cófrades. Beghal fue grabado diciendo: “No confíes en él; no encontraba su lugar en el ‘habs’”. “Habs” es “prisión”, en árabe.

De su radicalización hablan dos libros encontrados por los investigadores: uno reacio a un islam democrático y el otro que rechaza todo compromiso de los religiosos con el poder, justifica la Yihad y el martirio, y hace obligatoria la “Yihad defensiva”.

En el periódico Le Monde hay una sección que se denomina “Vuestras reacciones”, con el formato de lo que serían entre nosotros los “posteos”, pero con una especie de planteo de un editor acerca del tema sobre el cual “reaccionar”. La propuesta provocadora, en este caso, fue cómo abordar institucionalmente estos episodios. Como ejemplo, dos devoluciones: “Annick”: “La cohesión nacional es una ilusión que saltó hecha añicos hace mucho, ¡hace falta abrir los ojos!”. “Phi G.”: “… lo que pedís es la victoria de los terroristas, el retorno a la Bastilla, el abandono del Estado de derecho”.

Hace instantes los medios informan que Said y Chérif fueron muertos. Los fantasmas se abaten sobre Francia sin que ningún francés abata sus fantasmas. ¿Cómo tratar a quienes en suelo sirio planean atentados contra su suelo nativo, Francia? ¿Cómo afrontar la convivencia con quienes interpretan que la ley a aplicar es la “sharia”, que ante ofensas “hadd” (por ejemplo adulterio), ofrece una paleta de colores que va desde la lapidación hasta la amputación de una mano?
El diputado marsellés Patrick Mennucci, miembro de la comisión parlamentaria creada el 18 de diciembre, manifiesta que hay tres prioridades: identificar a los que vuelven; “desradicalizar” a los más extremistas; saber qué será de los que hoy están presos. Hay datos muy firmes que indican que la plena radicalización e incluso la conversión al proselitismo activo se da en las cárceles.
Hay que estar pendientes, insiste una fuente, “de los discursos que cambian, de quienes se aíslan, de una barba que florece, de una niña que comienza a usar el velo, de un muchacho que deja el fútbol con el argumento de que sus compañeros son impuros”.

Seguro que hay que aprender a administrar los retornos, dice Mennucci, “pero por sobre todas las cosas, hay que evitar las partidas”.
Buenas ideas. Aunque,  por un tiempo, habrá que esperar que la sangre seque. El discurso de la víctima es demasiado atractivo como para no repetirlo cuando todavía duele todo.