La decisión tomada por la Presidenta de postergar hasta mañana la reasunción de sus tareas al frente del Poder Ejecutivo debe haber sorprendido a sus médicos. Ello ocurrió el lunes pasado tras haber completado el Holter de 48 horas que le realizaron a los fines de evaluar su arritmia. El estudio mostró, junto con el bloqueo de rama izquierda intermitente, la presencia de extrasístoles supraventriculares aisladas. Eso es a lo que se refiere el parte de la Fundación Favaloro emitido ese día cuando consigna la “ausencia de arritmia significativa”.
Con estos datos la necesidad de colocarle un marcapasos se aleja. Queda por determinar, pues, el origen de la hipotensión crónica que padece la Presidenta. En ese sentido sus médicos están orientados a pensar que la causa de ese trastorno podría ser una disautonomía. Se define así a una serie de afecciones producidas por una disfunción del sistema nervioso autónomo, que es la parte del sistema nervioso que tiene a su cargo el control de las acciones involuntarias, actuando sobre las vísceras a través de sus músculos, vasos sanguíneos y glándulas. Las disautonomías pueden ser primarias o secundarias. Entre las primarias está el síndrome de hipotensión postural con taquicardia. Entre las secundarias están las causadas por medicamentos o por afecciones del sistema nervioso central.
Una de las pruebas destinadas a diagnosticar esta patología es el Tilt Test o prueba de la mesa inclinada al que se alude en el parte médico del lunes pasado cuando se hace mención a “una prueba de movimiento oscilatorio corporal”. La prueba, que junto con un test de esfuerzo se le realizará a la jefa de Estado después de la próxima tomografía computada de cerebro pautada para el próximo 9 de diciembre, es muy sencilla y tiene como objetivo la reproducción en laboratorio de un reflejo neuromediado. El test se efectúa a los fines de evaluar la respuesta de la presión arterial y la frecuencia cardíaca ante la inclinación, datos clave para ayudar a determinar las causas de una lipotimia.
La tomografía computada de cerebro que se le realizó a la Presidenta el viernes 8 mostró una muy buena evolución posoperatoria con una adecuada expansión del tejido cerebral en la zona frontotemporal derecha correspondiente a la localización del hematoma subdural crónico.
El parte médico que se emitió el lunes pasado generó un ida y vuelta entre algunos de los médicos de la Unidad Médica Presidencial y la propia Cristina Fernández de Kirchner, que supervisó su texto. La novedad que se mencionó allí es que desde el lunes 11 el cuidado de su salud vuelve a quedar a cargo de la Unidad Médica Presidencial.
El tema que ahora desvela a los médicos es cómo será la vuelta de la jefa de Estado a su función. Lo que se sabe es que la restricción a las actividades es clara y precisa: evitar las apariciones públicas y las reuniones que se prolonguen más de una hora. Por lo tanto, Fernández de Kirchner, que no se siente cómoda en la Casa Rosada, ejercerá sus funciones desde la Residencia de Olivos.
El doctor Facundo Manes trabajó intensamente con la paciente aplicando la técnica del mindfulness, definida por su mentor en Occidente, Jon Kabat-Zinn, como “prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”, y que se aplica para trabajar los problemas generados, entre otros factores, por el estrés. Con el destacado neurólogo colaboró un terapeuta entrenado en esta técnica, el licenciado Martín Reynoso.
Ante el desafío que representa el estrés, es seguro que el doctor Manes recomiende la conveniencia de contar con los servicios de un psicólogo, a los fines de continuar con una asistencia terapéutica ya con la paciente en situación. Hay que tener en cuenta que todo el tratamiento psicológico instituido hasta aquí ha tenido lugar en un ámbito de tranquilidad y aislamiento.
Esa ha sido la rutina de la Presidenta durante estos cuarenta días de convalecencia, situación que la paciente ha disfrutado. Se levantaba a las 9 de la mañana y, luego de desayunar, realizaba caminatas por el amplio parque de la Quinta Presidencial. Al mediodía almorzaba con el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. Luego de la siesta, la jefa de Estado miraba una película. Se llegaba así a la hora de la cena, que otra vez compartía con Zannini, quien tenía a su cargo imponerla de algunos asuntos de la gestión. Al secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli –el otro secretario de Estado que estaba autorizado a visitarla–, le correspondía hablarle de los asuntos y logros culturales y científicos del Gobierno.
Quienes escucharon a la Presidenta señalan lo bien conceptuado que tiene a Amado Boudou –a quien elogia sin reparos– y remarcan su obsesión con tres temas: las corporaciones, su queja por considerarse la mandataria más criticada de la historia del país, y su recurrencia a hablar casi siempre de ella misma.
A propósito del vicepresidente: aquellos que conocen su pensamiento dicen que estaría dando vueltas en su mente la idea de sugerirle a la jefa de Estado que le permita hacerse cargo del Ministerio de Economía. Algunos datos más: la jefa de Estado no está deprimida. Su estado de ánimo es bueno. Lo que sí está es preocupada por su salud. Tiene conciencia de la delicada afección que ha padecido.
En la dinámica de este cuadro, Máximo Kirchner juega un papel clave. Sus reuniones con Eduardo “Wado” de Pedro en la Quinta de Olivos son frecuentes. En los primeros quince días fue un celoso custodio de la observancia de las indicaciones médicas prescriptas a su madre. Ahora, en cambio, su postura es otra: le demanda a la Presidenta que apure su vuelta al ejercicio pleno del poder.
¿Cómo encarará Fernández de Kirchner esta nueva etapa de su vida? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sí se sabe es que su regreso es necesario. Lo demás, lo dirán el tiempo y los hechos.
Producción periodística: Guido Baistrocchi