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Sostiene Peña

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Optimista. Los que lo rodean viven de su propio convencimiento, incluso Macri. | na

Camina entre diputados y administrativos en el recinto y va feliz, con mano extendida se expande saludando a todos los interesados en tocarlo. Hay aplausos, y aunque no se ve con claridad, probablemente deben ser todas palmas oficialistas. Es definitivamente su momento. Afuera del Congreso hay inflación acumulada, pero en él hay seguridad y confianza, y nada importa más que eso mismo. Se sienta y suspira, feliz de que finalmente está por comenzar su descomunal ataque a todos los enemigos. Desde ese instante, y hasta nueve horas después, Peña se cargará él solo a todos los diputados, de a uno y casi sin parar. El país fue testigo de que Peña es ahora todo el Gobierno, es su absoluta totalidad, y ya no queda nadie más que él.

Dujovne expone en general pocas sonrisas y muchas explicaciones. Desde que asumió, su trabajo se ha basado en contar que, a partir del momento que le tocaba dar una entrevista o una conferencia de prensa, algo interesante estaba por comenzar a ocurrir en la economía del país. Su seriedad es adornada por un relato monótono relleno de números y explicaciones sobre esos mismos números, que van en articulaciones embrolladas y con deseos de abandono para los televidentes. Peña en cambio abre los brazos, va desde la armonía hasta la explosión, y llena los espacios de lo que dice con alternativas. Un dato de una provincia se mezcla con un golpe al kirchnerismo, una sonrisa amable con una expresión irónica, una respuesta rápida y aparentemente precisa a cada intento de ataque. En un gobierno monótono y repetitivo en sus dificultades, toda la variedad es aportada en escena por el jefe de Gabinete.

Con la evidente excepción de Patricia Bullrich, quien se muestra en plenitud, el gabinete vive en una pesadilla constante. Stanley soporta con sufrimiento los reportes trimestrales del Indec y Faurie busca la escalera de los aviones para que pueda bajar el rey de España. A Garavano lo persigue Carrió en los medios más que la oposición y Oscar Aguad trabaja con la sombra del Correo Argentino cada vez con mayor intensidad. Dante Sica lucha con los industriales y a Finocchiaro, los que lo apreciaban hasta 2015 lo quieren ahora de manera “diferente”.

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Mientras tanto, Marcos Peña recibe todo el tiempo una hoja nueva en el Congreso que le permite dar respuesta precisa a todo lo que le dicen. Una mujer le acerca, durante nueve horas, hojas y hojas porque él sí tiene soporte y asistencia. Mientras los ministros tratan de sobrevivir como pueden a la vida cotidiana, Peña vive de la riqueza de la asistencia planeada que lo rodea.

Aunque parezca que la sobrevida de Cambiemos se produce como consecuencia del préstamo del FMI, la realidad está en la Jefatura de Gabinete. No existe otra fuente de energía más que el propio convencimiento que él mismo porta y del que viven todos los que lo rodean, incluso Macri. Su éxito es la dependencia de todos a su incansable capacidad de respuesta a la situación que sea, incluso la electoral. Cualquier otro gobierno, con algún otro protagonista de perfil diferente en ese puesto, estaría en serios riesgos de culminar su mandato y no de ganar la futura elección nacional, algo totalmente factible de aquí a octubre. Si eso sucede, el próximo gobierno será casi completamente de él y todos sus enemigos ya no tendrán sitio en esta tierra.

Mientras él disfruta de sus respuestas agresivas a los demás, un propio riesgo se construye. Su existencia está especialmente basada en la resolución dialéctica del trato con el otro, de modo que se ha ido especializando cada vez más en la victoria de conflictos recurrentes como forma de actividad cotidiana, dejando probablemente menos espacio a la gestión de la administración del Estado. Su perfeccionamiento en nutrir al Ejecutivo nacional de recursos para seguir adelante es al mismo tiempo su fuente de construcción de los demás desajustes, ingresando en un círculo complejo y paradójico de dependencias mutuas. Cuanto peor está la economía, más se necesita de su creativa y enérgica defensa. La crisis es casi su razón de ser.

Es probable que nadie pueda hacer lo mismo que hace Peña, absolutamente nadie, pero para saber lo que realmente está haciendo Peña vamos a necesitar el paso del tiempo para que, en un futuro presente, podamos hacer de su pasado algo más claro de lo que el ruido de sus ataques y los movimientos de sus brazos hoy nos permiten ver.

*Sociólogo.